Ocio y cultura
La novela más personal de Luis Landero

El balcón en invierno

El escritor extremeño repasa su infancia, su adolescencia y su juventud: cómo el aspirante a abogado se convirtió en escritor con una guitarra de por medio.

El balcón en invierno,  editada en Tusquets, es una de las historias de Luis Landero, porque según reconoce él mismo, en todas las vidas hay muchas historias. Es también el resultado de una novela abortada nada más nacer, porque en ese momento, el escritor necesita algo diferente. Landero,  se instala en el balcón de sus sesenta y pico, y mira su vida pasar, y comienza a contar, a elaborar una de las obras narrativas más hermosas que nos ha dado la literatura española en los últimos años.

'El balcón en invierno' en `A vivir que son dos días´

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Una historia de emigrantes

Con esta novela se van a identificar todos aquellos que en algún momento de su biografía vivieron el trance de dejar el campo para trasladarse a la ciudad. Es la historia de un niño nacido en un pueblo de Extremadura, hijo de campesinos, que de adolescente llega a Madrid,  con toda su familia y con todo su mundo rural a cuestas, en busca de un mejor porvenir. Su padre quiere verlo ejercer de abogado, pero él prefiere las motos, las chavalas, la calle, y sobre todo, la guitarra.

Encontramos también al joven Luis, a quien se le da muy bien mentir, y que un buen día compra en una librería El criterio de Balmes y ve como su vida cambia y acaba por convertirse, primero en guitarrista y, más tarde, en escritor. 

Si seguimos escarbando conocemos a un chico que, tras la muerte de su padre, deja de creer en Dios y comienza a creer en Gustavo Adolfo Bécquer.

La vida de tantos

Pero hay más: la historia de una familia humilde, el paso del tiempo, las relaciones entre padres e hijos, sueños frustrados, sueños cumplidos, el dolor por la pérdida de los seres queridos.

El balcón en invierno es un canto a la vida rural hecho desde la ingenuidad que tiene la mirada infantil, y es la reivindicación de las pequeñas cosas a las que cantaba Serrat, de la cotidianeidad; y es sobre todo, un homenaje a la tradición oral que se va perdiendo.

Escritor a la vieja usanza

Esta es la obra del último romántico, que escribe con plumas, lápices y rotuladores; en cinco colores, y que corrige una y otra vez.  Hagámosle caso al propio Landero: "es un cuadro impresionista, hecho a pinceladas, lejos del hiperrealismo".

 
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