Las capillas de los huesos en el corazón del Alentejo
Un anexo de la iglesia de San Francisco es, con diferencia, lo más visitado de Évora, incluso por delante del célebre templo romano de Diana que hay junto a la catedral. La razón está en que no es muy habitual tener la posibilidad de visitar una capilla constituida por esqueletos en partes. Se calcula que algo más de cinco mil cadáveres fueron exhumados de distintos cementerios de la localidad para recrear este discurso lúgubre a través de una expresión artística que pudieran entender todos los fieles. Aleccionar es el objetivo primero y último que tuvieron los franciscanos de Évora al crear este lugar adosado a su convento. Nada más y nada menos que hacer recordar con evidencias que la vida es tan sólo un tránsito a un destinos común. Al final del camino la muerte nos está esperando a todos, que no seremos más que como aquellos huesos que cuelgan de las paredes.
La capilla está abovedada con seis pilares sosteniendo el recinto. Las paredes y las propias columnas están decoradas por completo son restos óseos, algunos ya desgastados por el tiempo y por diversos actos vandálicos que han afectado al conjunto. Tan sólo el techo se escapa al horror vacui, aunque con escenas de muerte dibujadas con las que potenciar una vez más el mensaje. Resulta impactante encontrarse con miles de cadáveres repartidos en fémures, tibias, húmeros o calaveras en un espacio de poco más de 20 metros de largo por 10 de ancho, habiendo gente que declina entrar porque el sitio puede llegar herir la sensibilidad de algunos visitantes.
Por otro lado cabe destacar la presencia de dos cadáveres momificados, uno de un hombre alto y otro de un niño, que se encuentran colgados en una de las paredes laterales. Aunque se desconoce su origen hay una leyenda en torno a ambos que dice que la madre, continuamente maltratada, les maldijo antes de morir con la frase ¡Que la tierra de vuestras sepulturas no os destruya!
La capilla está abierta al público y tiene un precio de 2 euros por persona (1´5 menores de 25 años) + 1 euro si se quiere hacer fotografías.
No tiene los focos de la de Évora pero quizás no resulte descabellado afirmar que la capilla de los huesos de Campo Maior, un coqueto y encantador pueblo con castillo que hace frontera con Badajoz, es aún más impactante que la de su hermana mayor. Y no precisamente por su tamaño, que no llega a tener una quinta parte que la anterior. Su porqué arranca con una tragedia que tuvo lugar en la madrugada del 16 de septiembre de 1732 cuando un rayo cayó en el polvorín del castillo (edificio que contenía toneladas de munición) provocando una gran explosión que mató a más ochocientas personas, unos dos tercios de la población. En 1766 se quiso recordar dicha catástrofe modelando junto a la iglesia matriz una capilla con los restos de los cadáveres de quienes no sobrevivieron al fatídico accidente.
Aún así el de la capilla de los huesos de Campo Maior, más conocida allí como capilla de las ánimas, tiene un significado similar al que le dieron los frasciscanos a su homóloga de Évora, inculcar a la gente la importancia de comprender lo efímero de una vida corta que puede terminar de la forma más inesperada e inoportuna. Y el mejor ejemplo es la gente que posa en ventanas, paredes y techos.
Dentro de la capilla la sensación de claustrofobia es absoluta dada sus pequeñas dimensiones, por lo que se acentúa la impresión de los viajeros que nos quedamos con la boca abierta ante semejante construcción. Varios esqueletos completos cuelgan de las paredes, en un estado de preservación mejor que los restos de Évora, quizás porque no reciben apenas visitas. De hecho la primera vez que estuve, hace ya varios años, tuve que pedirle las llaves a una señora que vivía junto a la iglesia.
Como siempre diré, el Alentejo nunca dejará de sorprenderme. Es uno de esos viajes que nunca deberíamos dejar de hacer al país vecino.
Y qué mejor manera de terminar el artículo que con la primera estrofa de Coplas por la muerte de su padre del escritor Jorge Manrique, en la línea de lo que acabamos de ver en la sorprentente región alentejana.
Recuerde el alma dormida,
¡Que ustedes disfruten de la vida!
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