Oscar Wilde, 'el pecador amado'
Denis Rafter dirige e interpreta en el Teatro Español el monólogo 'Beloved sinner' que aborda los últimos días de un Wilde solo, arruinado y a punto de morir como un indigente
Madrid
El tiempos de falsas vanguardias, de vacíos ejercicios estéticos y de teatro de consumo rápido tan habituales sobre los escenarios, el actor y director irlandés Denis Rafter se mete en la piel de Oscar Wilde en un monólogo en inglés (con sobretítulos en español), sin escenografía (tan solo una mesa, una silla y unas hojas secas sobre el suelo), sin caracterización y sin música. Rafter crea ‘Beloved sinner’ a partir de textos de Wilde como ‘El ruiseñor y la rosa’, ‘La casa de la ramera’, ‘Salomé’, ‘La balada de la cárcel de Reading’, ‘El retrato de Dorian Grey’ o su carta ‘De Profundis’.
Rafter aborda los últimos días del autor de 'La importancia de llamarse Ernesto’: está solo, arruinado, menospreciado por su familia, despreciado por la alta sociedad inglesa y a punto de morir como un indigente.
En el París de 1900, Oscar Wilde lo ha perdido todo menos su ingenio. Y Rafter, autor, actor y director de 'Beloved sinner', elige, entre las múltiples facetas de Wilde, la de héroe trágico: "Él llegó a una altura que no podía mantener y él mismo buscaba su autodestrucción; en ese sentido, Wilde es como un héroe griego".
En 'Beloved sinner' vemos "a un Wilde manipulado para divertir a la alta sociedad, un clown en el circo londinense que fue arrojado a los leones para ser devorado en una jaula, víctima del mismo público que antes le había aplaudido".
"Él mismo decía", explica Rafter, "que había vivido un gran éxito y un gran fracaso y había aprendido mucho más del fracaso que del éxito; y hoy en día hay tanto éxito falso y superficial que Wilde nos demuestra la profundidad del ser humano".
Oscar Wilde murió un 30 de noviembre y el próximo domingo, cuando su nombre aparezca en las efemérides, Denis Rafter estará hablando con la voz de Wilde en esta obra, ‘Beloved Sinner’, ('Pecador amado') título que, por cierto, contiene una contradicción, como la propia vida de su protagonista: "es una contradicción porque habitualmente los pecadores no son amados, pero yo creo que para ser un santo hay que ser pecador o, por lo menos, humano".