Cork: improvisando por el 'condado rebelde' de Irlanda
Desde la ventana del avión, los rayos de sol se cuelan entre los recovecos que ha dejado una densa masa de nubes posada sobre la isla. En esos pequeños huecos se intuye el verdor infinito de un país al que el paso del tiempo le sienta como un guante. Vuelvo a Irlanda, la bella Irlanda. La isla esmeralda, la de la gente sencilla, las pintas, los escritores, la música y los pubs. El país de los eternos días de lluvia, del whiskey, y del olor a oveja y medievo.
Es mi cuarta visita a la isla y está vez quiero zambullirme a fondo en la cultura irlandesa. Alquilar un coche, salir de las rutas turísticas más trilladas y dejarme llevar por las pintorescas carreteras rurales del condado de Cork, al suroeste del país. Una región a la que los rigores del clima irlandés han dado una ligera tregua y la dureza del terreno insular se ha suavizado dibujando un escenario de praderas y bosques vírgenes. Un paisaje que se funde con las abruptas y escarpadas costas atlánticas, salvajes promontorios y ensenadas sobre los que se han posado apacibles pueblos de pescadores en los que la gastronomía irlandesa alcanza su máxima expresión.
Comienza aquí un viaje improvisado por Cork, el “condado rebelde”, una región indiscutiblemente unida a la lucha de Irlanda por su independencia.
Cork, punto de partida
La capital del condado es el punto de partida ideal para empezar un itinerario por la zona. A la sombra de Dublín, la segunda ciudad de Irlanda (120.000 habitantes) está construida sobre los fangos del Lee, el río que la atraviesa abrazando su centro histórico con los dos canales en que se bifurca. Es por esto que su nombre en gaélico, Corcaigh, signifique pantano.
Cork es culta, universitaria, revolucionaria y bohemia. De intrincados callejones, canales, puentes y cuidadas casas georgianas, se trata de una ciudad muy viva, plagada de jóvenes estudiantes. De entre éstos, un buen número han llegado desde España con la intención de mejorar su nivel de inglés o buscar la oportunidad laboral que les fue negada en su país de origen. En el hostal Sheila´s, en el que paso mi primera noche en Cork, comparto conversaciones con algunos de estos expatriados forzosos que me hablan de las bondades de una ciudad de la que dicen “sabe divertirse”.
Una jornada de turismo intensivo en Cork puede dar para conocer la mayoría de sus imprescindibles, aunque si se dispone de más tiempo es conveniente usar al menos un par de días para empaparse de la idiosincrasia de la ciudad. En el tema eclesiástico, Cork cuenta con dos templos fundamentales: la catedral gótica de St. Finbarr´s (1878), dedicada al patrón de la ciudad; y la iglesia de St. Ann´s Shandon (1722), famosa por su torre del reloj, a la que se puede subir para tocar las campanas. Precisamente, junto a esta última, se localiza el Cork Butter Museum, un museo dedicado a la mantequilla, el producto alimenticio de exportación más importante de Irlanda.
No obstante, el principal foco de interés se localiza en la céntrica isla que forma el río Lee. Es aquí donde se encuentran las principales calles comerciales y de ocio de la ciudad: Grand Parade, Oliver Plunkett St., South Mall o St. Patrick´s St, la calle más importante de la ciudad. Es en una perpendicular a esta última donde se ubica el que para muchos es el verdadero highlight de Cork: el English Market. Este mercado cubierto de frutas y verduras lleva funcionando desde 1610, estando considerado como el más antiguo de Europa de este tipo. Los productos a la venta son de primerísima calidad y marcharse de la ciudad sin haber comido en alguno de sus puestos es casi un pecado.
Para completar la visita conviene mezclarse entre el ambiente universitario en el campus de la University College Cork, experimentar la vida de una antigua prisión del siglo XIX en la Cork City Gaol, o empaparse de arte en la Crawford Art Gallery, la pinacoteca más importante de la ciudad, con más de 2.000 trabajos de artistas irlandeses y europeos.
Explorando los alrededores de Cork
Hacer base en Cork es la mejor opción para visitar los numerosos puntos de interés que hay en los alrededores. Guiado por las recomendaciones de la gente local y por las guías y folletos que me había proporcionado la oficina de turismo opté por visitar tres lugares: el Blarney Castle, la destilería Jameson y Cobh. Todos ellos muy turísticos, pero demasiado interesantes como para obviarlos. Antes de emprender la marcha me pasé por Paddy Torino´s (8 MacCurtain Street) uno de los locales más recomendables de la ciudad para tomar un Irish Breakfast completo. El local no tiene nada especial, sin embargo el desayuno es copioso y proporciona la suficiene energía para soportar una dura jornada de turismo.
A tan solo nueve kilómetros de Cork dirección noroeste está el Blarney Castle. Según cuenta la leyenda, aquellos que besan la Blarney Stone, una famosa piedra adosada a uno de los muros del castillo, obtienen el don de la elocuencia. Sea como fuere, esta fortaleza medieval levantada en 1446 por Dermot McCarthy atrae a multitud de turistas deseosos de ver un castillo irlandés de lo más costumbrista. Junto al castillo se encuentra la Blarney House, una mansión escocesa del siglo XVIII propiedad de la familia Colthurst.
Conseguido el don de la elocuencia, me marcho a Midleton, unos 25 kilómetros al este de Cork. Es allí donde Jameson, el whiskey más famoso de Irlanda, lleva más de 220 años fabricando su apreciado licor. La Jameson Experience consiste en un tour guiado por la destilería conociendo todo el proceso de producción de la popular bebida alcohólica, finalizado con una cata en el bar de la factoría.
La última parada del Titanic
En Great Island, una de las tres islas que componen el puerto de Cork, se asienta Cobh, una hermosa población portuaria de más de 6.000 habitantes. El paseo marítimo con sus coloristas casas de estilo victoriano, la catedral neogótica de San Colmán que domina la ciudad, las pintorescas embarcaciones de los pescadores que jalonan el puerto, o la visita a la cercana Spike Island (“el Alcatraz irlandés”), serían motivos más que suficientes para visitar esta localidad.
No obstante, la fama de Cobh se debe a que durante décadas fue el principal puerto de partida de la emigración irlandesa hacia el continente americano. Entre 1848 y 1950 de los seis millones de personas que abandonaron Irlanda en busca de una vida mejor, dos millones y medio lo hicieron desde Cobh. Además, la antigua Queenstown, nombre que adquirió la ciudad durante décadas tras una visita de la reina Victoria de Inglaterra, fue la última escala del Titanic antes de su hundimiento en las aguas del Atlántico norte en 1912. En Cobh subieron 123 pasajeros de los que tan solo sobrevivieron 44. La Titanic Experience, es un museo que narra está historia entregando una copia de uno de esos 123 pasajes a cada visitante. A la salida de la visita se puede comprobar si el pasajero al que se representa estaba o no entre los supervivientes.
La importancia de Cobh en el mundo de la navegación no acaba aquí, puesto que fue el puerto del que partió el Sirius en 1838, el primer barco de vapor que cruzó el Atlántico. Y también fue un fondeadero habitual del Lusitania antes de ser torpedeado por un submarino alemán en la vecina localidad de Kinsale. Por tanto, es una visita muy recomendable si se viaja por estos lares.
Road Trip por la costa de Cork
Irlanda me vuelve a regalar un día maravilloso. Amanece soleado en Cork, un tiempo ideal para emprender la marcha en coche rumbo oeste por la costa irlandesa. Voy a recorrer el tramo que va de Kinsale a Mizen Head, unos 115 kilómetros por la llamada West Cork Coastal Route, una pequeña parte de lo que se ha dado en llamar Wild Atlantic Way. Ésta última, es una impresionante ruta en coche que bordea la accidentada costa occidental irlandesa desde Derry, en Irlanda del Norte, a Kinsale. Un recorrido de unos 2.500 kilómetros que poco a poco se está convirtiendo en uno de los principales reclamos turísticos del país.
La primera parada del recorrido es Kinsale. Esta pequeña localidad portuaria de poco más de 3.000 habitantes es una de las más bonitas de Irlanda. Situada en el estuario del río Brandon, enamora por sus abigarradas callejuelas, sus casitas coloreadas y por su excelente cocina, contando con numerosos pubs y restaurantes en los que sirven un pescado sublime, como es el caso del Blue Haven. Por tanto, es más que recomendable almorzar en este pueblo antes de emprender viaje.
La siguiente parada que tenía en mente era Baltimore. Sin embargo, el camino no deja de deparar sorpresas: encantadores pueblecitos, abadías, cementerios evocadores, ruinas prehistóricas, ríos, puentes centenarios, oratorios de piedra, etc. Por este motivo, voy haciendo paradas en Timoleague Frairy, una abadía franciscana del siglo XIII que está medio en ruinas; en Clonakity, población famosa por sus morcillas (black pudding) y sus cálidos pubs; y en el Dromberg Stone Circle, un circulo megalítico formado por 17 menhires que data del 150 a.c. Finalmente llegó a Baltimore, un tranquilo pueblecito pesquero de apenas 350 habitantes famoso por su faro cónico de color blanco.
El viaje continúa hacia el oeste, hacia rutas salvajes. Mizen Head, el extremo más al suroeste de la isla es el máximo exponente del paisaje indómito de la costa atlántica. Entre abruptos quebrados y tras pasar un espectacular puente de arco que se extiende entre los acantilados, emerge un faro donde se halla la estación de señales de niebla y un centro de exposiciones. No muy lejos de allí, en Barleycove se encuentra una de las playas de arena más hermosas del país, uno de los lugares de baño favoritos de los irlandeses en verano y un lugar perfecto para terminar un viaje por Cork, el condado rebelde de Irlanda.
¿Te apetece disfrutar de un viaje apasionante por Irlanda? Descubre sus verdes tierras, disfruta de los típicos pubs irlandeses y sus costas quebradizas. ¡No te arrepentirás!