'Better call Saul', brillante piloto con el mejor aroma de 'Breaking bad'
Este domingo se estrena el esperado spin off de la exitosa serie de Vince Gilligan
Ya no hay autocaravana. Aquella autocaravana que siendo destrozada en un desguace reducía a la nada una época mientras sonaba 'He venido' del grupo cubano Los Zafiros. Aquella inenarrable sensación que recorrió a cualquier fan de la serie al presenciar esa escena. No hay máscaras de gas. Ni moscas impertinentes.
Todo acabó con una secuencia final en la que Badfinger con su rock británico y su 'Baby blue' ponían el sello a una serie que emprendía su camino a la leyenda, al Olimpo. La música siempre narró en 'Breaking bad'. Contó lo que no se podía escribir en un guion completando una serie portentosa.
- fechas de estreno y emisión
Con música y en blanco y negro arranca el esperado y a la vez temido spin-off 'Better call Saul'. Quizá esta era la única forma posible. Quizá Vince Gilligan, padre de ambas series, solo pudo reencontrarse con aquel universo a través de la música.
Ni una sola palabra en los primeros minutos de 'Better call Saul'. Tan solo una suave melodía y un Saul Goodman para el que el paso del tiempo no ha sido su mejor aliado. Minutos iniciales que serán para el espectador como el recuentro con un amigo al que lleva tiempo sin abrazar. Una emoción latente se desprende en cada cuidadísimo plano hasta que el color rompe la nostalgia y da paso a la precuela.
Y sí, claro que el fantasma de 'Breaking bad' sobrevuela con temor ese inicio. Miedo compartido por todos, desde los espectadores hasta los creadores de la ficción pasando por el propio protagonista Bob Odenkirk quien ha confesado en alguna entrevista que sí, que ha tenido miedo de cargar con la culpa de estropear el legado de 'Breaking bad'.
Pero 'Better call Saul' es, al menos en su episodio piloto, una serie brillante y que se distancia de su precursora manteniendo su aroma. A medida que transcurre el capítulo, uno ya no quiere ni espera ver el mundo de Walter White y Jesse Pinkman, ha quedado absorbido por la nueva historia. La de un hombre que se pelea con su destino, que maldice, que la vida le golpea.
Gilligan, de nuevo, planta en la pantalla un personaje cuyo arco evolutivo se presume monumental. Ya no es el pringado señor White, ahora es el pringado Jimmy McGuill, nombre real del que tiempo después se convertirá en Saul Godman. 'Better call Saul', como 'Breaking bad', no es más que el universo en el que todo gira y se altera por acción de un antihéroe al que nadie envidiaría. En los matices entre ambos se hallan las diferencias.
No es Saul Goodman, es Jimmy McGuill
Jimmy es un hombre de unos cuarenta años. Es ambicioso, pero no codicioso. Quiere crecer profesionalmente porque siente que ese aspecto lastra su vida por completo. Sostiene -y así lo afirma- que "el dinero lo es todo" no porque ansíe poseer cuanto más mejor, como sí ocurre con el Saul de 'Breaking bad', sino porque para Jimmy el dinero es el obstáculo que impide continuamente que su vida avance. Jimmy, con su coche destartalado y su traje y zapatos de saldo, intenta ser un abogado que pueda ganarse la vida de abogado. Tan solo quiere eso. ¿Por qué el mundo no le deja?
Su vida es una pescadilla que se muerde la cola: para crecer profesionalmente necesita dinero, para ganar dinero, necesita crecer profesionalmente y dejar de aspirar a llevar causas perdidas como picapleitos de oficio mal pagado.
En ese penoso día a día de Jimmy en los juzgados, en su casa o en la calle, su cabeza no deja de elucubrar. No es el amoral Saul que todos conocemos dispuesto a saltarse la ley. Jimmy es más de bordearla, alberga esa sensación de que si la fortuna te da la espalda, existe una justicia poética en tomar atajos. No es un tipo estúpido, es un tipo al que las cosas le salen mal y que comprueba cómo hay estúpidos a los que la vida les va de maravilla. De ahí su frustración.
En 'Better call Saul' hay lugar, en su justa medida, para el humor. Situaciones graciosas que nacen de la desgracia que padece su protagonista. Nada más humano que el humor en la tragedia. En esta nueva ficción de AMC se han tallado esos momentos con precisión milimétrica. A quienes vieran 'Rake' (FOX), este Jimmy McGuill les puede recordar a Keegan Deane. Eso sí, mediando un abismo entre ambas series.
Técnica y artísticamente muy potente
Visualmente, el primer episodio de 'Better call Saul' podría entrar en cualquier top de 'Breaking bad'. Se mantiene el estilo tras la cámara. No se abusa del plano secuencia, pero es un recurso utilizado para aportar ritmo, se echa mano de los primeros planos de caras y se intenta buscar que la imagen tenga tanto impacto en el espectador como la propia trama.
El guion está muy cuidado. No cae en tópicos a la hora de presentar a los personajes, los sucesos se van desencadenando aparentemente porque sí, porque así es un día en la vida de Jimmy.
A la conclusión del primer episodio ya nadie se acordará de Saul Goodman; solo habrá sitio para Jimmy en la mente del espectador porque Vince Gilligan y Peter Gould logran creer en 50 minutos lo que otras series no consiguen en 100 capítulos: tener un personaje totalmente definido, con aristas y carácter propio. Algo que tampoco sería posible sin la meritoria interpretación de Odenkirk que demuestra que sobre él se puede levantar una serie; una gran serie.
El piloto de 'Better call Saul' posee un ritmo narrativo brutal que mantiene sumergido de manera continua al espectador en la historia. Los golpes de drama y cómicos sirven como señuelos perfectos para llamar la atención. Los guiños a su serie precursora se perciben como un premio para aquellos leales fans de 'Breaking bad' que le han dado una oportunidad a 'Better call Saul'.
'Better call Saul' brinda un episodio inicial brillante, completamente redondo y bien compactado. Muy cuidado, elaborado y revisado. No hay lugar para el reproche. Tan solo para el aplauso. 'Better call Saul' no es 'Breaking bad', pero viéndola se respira, de alguna forma, el mismo aroma. Los cálidos tonos del desierto de Nuevo México han vuelto.