10 faros espectaculares de la costa española
Los faros son los elementos más literarios, románticos y misteriosos del paisaje costero. Emergen en rincones apartados y salvajes del litoral para mostrar a los navegantes el camino seguro con su haz giratorio. Suelen estar envueltos en la nostalgia e incitan a imaginar noches de tormentas y de vientos furiosos en las que los navegantes se aferran a su luz como tabla salvatoria. Estos son diez de los faros más espectaculares de los que he visitado en las costas de España.
Además del extremo más oriental de España y por tanto el primer lugar por donde sale el sol en la península ibérica, el Cap de Creus es el final de la cordillera de los Pirineos. Todos estos ingredientes y una morfología tétrica, de negros acantilados de roca paleozoica, hacen de este accidente geográfico de la costa Brava un lugar lleno de magia y misterio. Así lo trasmite su faro automático, situado al final de una estrecha carretera que llega desde Cadaqués. Su silueta afilada llama poderosamente la atención en tan irreal escenario.
Construido en 1865 para dirigir el tráfico marítimo en este punto crucial del Mediterráneo, el faro del cabo de Palos fue utilizado también como escuela de fareros, de ahí su voluminoso primer cuerpo. Su linterna levanta más de 50 metros del suelo para paliar la escasa altura del farallón rocoso sobre el que se asienta, final de una serie de cabezos volcánicos que salpican esta porción de costa murciana.
Es el cabo más aislado, agreste y vertiginoso de la isla. Un baluarte de piedra de 170 metros en vertical que sobre el extremo norte de la isla mallorquina. Para señalizar tan acusado accidente y aprovechar una atalaya natural tan ventajosa, se inauguró en 1863 el faro de Formentor, una construcción de base cuadrada rematada por una torre cilíndrica de 24 metros de altura desde la que se divisa toda la costa de Pollença y en días claros, hasta la isla de Menorca.
El faro más emblemático de una costa plagada de peligros para la navegación es esta altiva construcción cuadrangular de 68 metros de altura que se levanta a las afueras del casco urbano de A Coruña, en Punta Herminia. Pese a los añadidos del siglo XVIII, la estructura es aún la del primitivo faro romano, por lo que se le considera el más antiguo aún en uso del mundo. En torno a la Torre existe ahora un jardín muy agradable, con exposición de esculturas al aire libre.
Este sí que es el verdadero faro del fin del mundo. O al menos lo fue para los marinos que se aventuraban al Atlántico antes del descubrimiento de América. Para ellos El Hierro, la isla más pequeña y occidental del archipiélago canario, era la última tierra conocida. El faro se eleva en un impresionante lajial de lava, aislado en el extremo oeste de la isla, rodeado de volcanes y jameos que horadan una tierra convulsionada por las erupciones. Por él pasaba el Meridiano Cero hasta que en 1884 fue trasladado a Greenwich (Gran Bretaña).
La singularidad de esta linterna gallega es que no se parece a ninguna otra. El faro de Punta Frouxeira, cerca de Meirás, en la costa Ártabra, fue construido en 1992 con un diseño vanguardista que le aleja del arquetipo de estas construcciones. Ilumina un trozo de costa privilegiada y diáfana, con playas tan bellas como la de Pantín o la propia de Frouxeira, donde el horizonte parece estirarse hasta el infinito y donde se siente la presencia y la fuerza del Atlántico
Más famoso por la batalla naval que tuvo lugar frente a él el 21 de octubre de 1805, cuando el almirante inglés Nelson mandó al fondo del océano la flota francoespañola , el faro de Trafalgar ocupa el cabo del mismo nombre, entre Caños de Meca y Conil. A sus pies se abre una de las playas más bellas y solitarias de este trozo de la costa atlántica gaditana, la playa de Trafalgar. De todas formas, la vista más bonita del faro se tiene al atardecer desde alguna de las terrazas de los bares de Caños de Meca.
Más que por el edificio en sí (es relativamente nuevo, de 1984, y de no mucha altura), el faro de Cabo Ortegal es de visita indispensable por el entorno. Una estrecha y sinuosa carretera asfaltada lleva desde la localidad de Cariño hasta este accidente geográfico, el segundo punto más septentrional de la península ibérica, después del vecino Estaca de Bares. El cabo transmite una sensación poderosa y extraña a la vez, con amenazadoras rocas de granito negro y tres pináculos que emergen del agua frente al faro, siempre batidos por el oleaje, donde suelen faenar los percebeiros.
No podía falta el faro del finis terrae, el más emblemático de los cabos de la Antigüedad, pues aquí se acababa el mundo en época clásica. Un monumento al peregrino poco antes de llegar al faro recuerda que hasta este lugar mágico llegaban (y siguen llegando) los romeros de Compostela. Las instalaciones anexas son ahora una hospedería, bar y restaurante. Las puestas de sol son de una belleza extrema.
La singularidad de este faro es que no se encuentra aislado sobre un agreste promontorio. El faro está dentro del conjunto formado por la iglesia de Santa María, uno de los mejores templos góticos de Cantabria y el antiguo castillo. Sobre sus restos se ancló en 1853 esta singular linterna. La vista del conjunto es el icono de Castro Urdiales y una de las estampas más bellas de la costa cántabra
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