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Ancelotti, muñeco de pim, pam, pum

El italiano lo tiene crudo. Se acabó la tregua concedida por la victoria en Champions y va a recibir más palos que una estera

Carlo Ancelotti, dutante el partido de Liga entre el Real Madrid y el Villarreal. / DANI POZO AFP

Madrid

Después de que el gol de Ramos en Lisboa le salvara la cabeza, el italiano ha pasado de renovar a ser un entrenador perezoso y con pocos recursos tácticos para hacer que el equipo recobre el brillo de inicio de temporada. Parece de cachondeo, pero es la realidad de un club que es una auténtica máquina de triturar entrenadores.

El entrenador italiano es un tipo con la suficiente experiencia e inteligencia para saber que todo lo que está leyendo y escuchando en los últimos días no son inventos de la prensa: que si es un blando, que si los jugadores se le están subiendo a la chepa, que si no es capaz de variar el sistema…

Comentarios que nacen en las tripas del club y que ahora interesa sacar a la luz en forma de aviso. Porque así funciona este club. Considera al entrenador un mal necesario, el último en la lista de los triunfos y el primero en el paredón de fusilamiento.

Todos los que están rajando ahora en la T-4 del Bernabéu del entrenador italiano son los que le hacían la pelota hasta hace tres días y los mismos que no tenían narices a criticar al técnico anterior, que se fue dejando el club como unos zorros y ganando una miseria en comparación con lo que lleva ya en el zurrón Carletto.

Pero como el italiano no es un vinagre que va declarando la guerra a sus críticos y acepta las discrepancias con naturalidad y educación, todos se atreven con él.

Ancelotti tiene fecha de caducidad desde hace tiempo y es consciente de ello. Por mucho que gane, por mucho que el equipo haya jugado muy bien por momentos, por mucho que los jugadores estén a muerte con él, en el momento que el equipo no gane será despedido sin honores.

Sin segundas oportunidades ni reconocimientos. Y la maquinaria volverá a ponerse en marcha para echar paladas de tierra sobre el trabajo de un entrenador que, hasta el momento, lo único que ha hecho es trabajar y darle brillo a un escudo que recogió manchado y deteriorado.

 
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