Ocio y cultura

Las noches blancas de San Petersburgo

San Petersburgo es la típica ciudad que todo lo que se diga de ella está justificado. La ciudad que el zar Pedro el Grande construyó para acercar su gigantesco reino a los focos de moda y poder del centro de Europa es una orgía de edificios neoclásicos y barrocos, palacios y más palacios, puentes, catedrales, iglesias, canales, museos, jardines. San Petersburgo es una ciudad relativamente moderna -solo tiene 300 años de antigüedad- antigua capital de un país antiquísimo, nacida en un pantanal insalubre por el empeño personal del zar y que tiene poco que ver con el resto del país.

Suele ser la puerta de entrada a Rusia para la mayoría de los viajeros, la aproximación más sencilla a esa gran realidad que es este país. Por eso los turistas primerizos la recorren como quien entra a un lugar sacrosanto, con devoción y recogimiento. Oyen hablar ruso, ven carteles en cirílico, pasean a lo largo de la ribera del Neva y se regocijan de estar por fin en la mítica Rusia, aunque esta ciudad tenga poco que ver con el resto del país. Sus habitantes tienen fama de esnob y de cierto aire de superioridad sobre el resto de la Federación. Su rivalidad con los moscovitas es legendaria.

En realidad, el centro histórico de San Petersburgo recuerda a Viena o Estocolmo. Y lo cosmopolita de la gente, las tiendas de marcas de las calles principales, el parque móvil (que no está compuesto precisamente por viejos Ladas) podría trasladarse a cualquier capital centroeuropea. ... Y ¡hay tanto que ver! Conviene venir con calzado cómodo y dispuesto a hacer más kilómetros que en el Camino de Santiago si te quieres llevar una mínima idea de cómo es la ciudad de Pedro el Grande.

La calle más famosa de San Petersburgo, y la que los turistas recorren una y otra vez, arriba y abajo, es la Nevski Prospekt, la avenida Nevski (maltraducida como la Perspectiva Nevski, quizá por influencia de la canción de Battiato), que más que una calle es un escaparate de vanidades. Un gran patio de vecindario de recargadas fachadas y escaparates de lujo donde se escenifica día a día la transformación de la nueva Rusia. ?La avenida tiene cuatro kilómetros y medio de largo, desde el Almirantazgo hasta el monasterio de Alejandro Nevski, y transita por todos los estilos arquitectónicos que se han sucedido en la ciudad, incluido el racionalismo soviético. Pero su tramo más famoso y concurrido es el que separa entre los canales Moika y Fontanka, convertido en árbitro de los caprichos urbanos. No eres nadie en San Petersburgo si no te dejas ver por allí de vez en cuando. Como hacía Pushkin, Gogol, Dostoievski, Joseph Brodski o el mismísimo Stravinski.

Otra de las principales atracciones de San Petersburgo permanece atracada en uno de los canales que rodean la isla de Petrogrado. Es el buque Aurora, icono de la Revolución Bolchevique de 1917. Ese año, los marineros de esta nave de guerra zarista se sublevaron y asesinaron al capitán. El 24 de octubre de 1917 los amotinados emitieron por la radio del navío el famoso discurso de Lenin, "A los ciudadanos de Rusia ". Esa misma noche, un marinero de 20 años disparó una salva desde el cañón de proa: era la señal convenida para el asalto al Palacio de Invierno. La segunda y definitiva fase de la Revolución rusa.?Casi medio millón de personas visitan ahora cada año la cubierta y los recovecos interiores del buque. Quizá tenga algo que ver que sea de las pocas visitas gratuitas de la ciudad.

No has estado en San Petersburgo si no has visitado el Hermitage. Es el mayor museo de la federación rusa y el tercero más grande del mundo (tras el Louvre y el British Museum). Ocupa varios cientos de habitaciones del Palacio de Invierno -la residencia de los zares hasta la Revolución de 1917- y sus pabellones anexos, el pequeño, el viejo y el nuevo Hermitage, los edificios que Catalina la Grande y sus sucesores mandaron construir para ir dando cabida a su cada vez mayor colección de obras de arte. El complejo palaciego es soberbio. Más aún si se tiene en cuenta que la ciudad sufrió uno de los asedios más brutales de la II Guerra Mundial . Lo que me parece milagroso es que sobreviviera algo a 30 meses de bombardeos nazis. Lo que se puede ver dentro también es soberbio… y tremendamente extenso (casi 3.000.000 de objetos y obras de arte, (no todas expuestas). Sus salas guardan algunos de los mejores cuadros de la historia de la humanidad. Pero hay tanto que ver que o te organizas y vas a lo que te interesa o necesitas una semana para completar la hazaña. Conviene evitar los fines de semana de verano, cuando está a rebosar de visitantes.

San Petersburgo tiene una intensa vida nocturna. Las calles y avenidas del centro está muy bien iluminadas, rebosan terrazas y escaparates, y hay un gran número de night-club y discotecas. Pero curiosamente el mejor momento para disfrutar de la noche es cuando no la hay: o lo que es lo mismo, cuando llegan las noches blancas. Se conoce así a eso esos días de principios de verano cuando el sol apenas se pone por el horizonte debido a la latitud tan norte que tiene la ciudad y la bóveda celeste se pinta de una claridad azulada que envuelve el crepúsculo y mantiene la ciudad viva las 24 horas. Esos días mágicos, los mejores para visitar la ciudad, se programan conciertos al aire libre, los bares y restaurantes abren hasta bien tarde y San Petersburgo se transforma en una ciudad mediterránea en pleno mes de agosto, donde todo se hace y se vive por la noche.

 
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