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Fútbol
ATLÉTICO DE MADRID

Qué manera de sufrir, qué manera de ganar

El Atlético rompe la leyenda de los penaltis para entrar en cuartos de la Champions gracias a sus jugadores menos habituales

El defensa uruguayo del Atlético de Madrid José María Giménez, durante el partido ante el Bayer Leverkusen. / JuanJo Martín (EFE)

El defensa uruguayo del Atlético de Madrid José María Giménez, durante el partido ante el Bayer Leverkusen.

Era un día para valientes, para no esconderse, para sentir y vivir como empuja el Vicente Calderón desde la grada aunque, a veces, eso sea una presión extra. Era un día para no cometer errores, para no tener prisa (no más de la necesaria) y para saber que, como dice el Cholo, a veces “cuando se cree y se trabaja se puede”.

No fue un partido bonito, no fue un canto al fútbol pero había más tensión y presión que frescura y liberación de piernas, era un día para sufrir y, ahí, el Atlético de Madrid golea a cualquier equipo del continente. Lo tiene en los genes, en la biblia de la historia del club y ese sufrimiento ayer se convirtió en gasolina que empujó el penalti de Torres al fondo de la red y elevó el lanzamiento de Kiessling lejos de la portería de Oblak.

Más allá de la alegría del pase rojiblanco, el partido nos deja varios nombres y un análisis claro: Simeone tenía razón (otra vez), los suplentes en determinado momento de la temporada son tan importantes como los titulares.

Ayer el “suplente” Oblak que llegó para ser titular y por el que se pagaron 16 millones de euros fue decisivo en el triunfo con su sobriedad y sus aciertos en los penaltis, sobre todo en el primero de Çalhanoglu.

Giménez fue el cacique de la defensa en ausencia de Diego Godín. Un general de 20 años, con frescura, atrevimiento y descaro. En el corrillo de los penaltis se asomaba por si le tocaba asumir la responsabilidad porque estaba dispuesto. Un adelantado a su época.

Ayer le tocó a Mario Suarez, al Mario de Bucarest, al Mario de Mónaco, al chaval que soñaba con partidos como estos en el Calderón y que ayer tuvo la fortuna de lograr el gol que empataba la eliminatoria. Mario tuvo jerarquía en el centro del campo y evitó cualquier contra de las balas alemanas.

Y un renglón aparte para Jesús Gámez, el comodín de Simeone. Su llegada no despertó gran expectación entre los seguidores rojiblancos quizá no tan acostumbrados como servidor a ver partidos del Málaga. El de Fuengirola llegó sin hacer ruido, consciente de que peleaba con el 2 de la selección española en su puesto. Gámez trabajó, cayó y sobre todo creyó en él. Si había que jugar de central, pues ahí iba. Si había que jugar de lateral izquierdo allí se presentaba el boquerón. Ayer no solo cumplió, si no que destacó subiendo por su banda y “pegándose” con un toro tan difícil como Bellarabi.

Son los meritorios del Cholo, gente preparada para dar el callo en los momentos difíciles. El ejercito de Simeone preparado para volver a hacer historia…

 

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