Ocio y cultura

Los 10 pueblos más bonitos de Extremadura

Hace ya varias décadas, Extremadura comenzó a rebelarse contra los viejos tópicos de olvido, pobreza y atraso que le acompañaron durante buena parte del siglo XX.  La tierra de los extremos, una comarca tan densa y extensa como desconocida, se muestra al resto de España sin máscaras ni complejos. Tierra de excelentes vinos, jamón y miel, con un impresionante legado histórico y patrimonial  repartido en algunos de los 387 municipios que configuran las provincias de Cáceres y Badajoz. Recorremos los 10 pueblos más bellos de Extremadura.

Por su excelso patrimonio monumental y su importancia histórica, la localidad pacense de Jerez de los Caballeros es de presencia obligada en cualquier lista de pueblos bellos que se precie. Declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1966, esta noble y señorial villa es un intrincado laberinto de blancas calles y cuestas con gran regusto medieval. No obstante, su actual aspecto se remonta al siglo XIII, cuando fue cedida a la Orden del Temple, cuyos últimos caballeros perecieron en la ilustre torre Sangrienta de la localidad. Precisamente, está se encuentra en la fortaleza del siglo XIII, un hermoso recinto amurallado con jardines y atalayas que junto a la iglesia barroca de San Miguel en la Plaza de España, la parroquia de San Bartolomé y la casa museo de Nuñez de Balboa, son algunos de los atractivos más destacados de Jerez.

Dominando una importante comarca agrícola y ganadera, a escasos 25 kilómetros de Badajoz, se alza con elegancia, entre encinas y olivares, una de las joyas más preciadas de Extremadura. Su cercanía con Portugal ha impregnado de un innegable aroma luso cada uno de los rincones de una villa en la que aún se escucha hablar en ‘chapurreao’, el dialecto local de influencia portuguesa. No obstante, es la gran riqueza y variedad monumental la que han hecho que el casco antiguo de Olivenza esté considerado Conjunto Histórico-Artístico desde 1964. Precisamente, el eje central del pueblo es su recinto amurallado, el castillo del siglo XIV con su imponente torre del homenaje, y el museo municipal González Santana, un soberbio depositario de fondos históricos, etnográficos y de arte sacro.

Sería  cometer una total injusticia reducir a su monasterio el encanto de esta bella población de la comarca de Las Villuercas. Sí bien es cierto que el monasterio de Guadalupe es una magnífica obra arquitectónica que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, el encanto serrano de este hermoso pueblo de apenas 2.500 habitantes no desmerecen en absoluto al majestuoso templo religioso. Guadalupe son sus balcones de madera repletos de macetas, sus calles empedradas, sus casas enjalbegadas, sus edificios entramados, y su Plaza Mayor, que con sus soportales es el máximo exponente de la arquitectura popular de la zona.

A unos 50 kilómetros de Cáceres, posada sobre un promontorio granítico, se yergue orgullosa Trujillo, la ‘cuna de los conquistadores’.  Una denominación que se remonta al siglo XVI, pues en ella nacieron extremeños ilustres como Francisco de Pizarro, Francisco de Orellana o García de Paredes, exploradores que colmaron a la ciudad de riqueza y patrimonio a la vuelta de sus aventuras por el continente americano. De esa época son los soberbios palacios y mansiones, que junto con la herencia árabe, conforman un conjunto monumental de primer orden. Un halo medieval que ha convertido a la localidad en una de las más visitadas de Extremadura y uno de los escenarios cinematográficos predilectos para el rodaje de películas, La Familia de Pascual Duarte o La Marrana se han sido ambientadas en sus calles.

Con menos de un centenar de habitantes residiendo de forma permanente, este pequeño pueblo de la sierra de Gata encastrado en el valle del río Árrago es una de las localidades más bellas y visitadas del norte de Cáceres. Declarado Bien de Interés Cultural por la Junta de Extremadura, un viaje a Robledillo de Gata se justifica paseando por sus vetustas calles mientras se disfruta de sus casas de pizarra y adobe, de las ‘balconadas’ erigidas sobre arcos, o de las bodegas centenarias que duermen en el vientre de las viviendas. Una milagrosa arquitectura que conserva intacta un pasado remoto. Merece la pena la visita a la parroquia de la Asunción del siglo XVI y al Museo del Aceite Molino del Medio, instalado en un antiguo molino de origen medieval que funcionó hasta la década de los 60. El vino de pitarra y la miel son los productos estrella de la localidad.

Ubicada en la confluencia de los ríos Tajo y Alagón, el nombre de Alcántara está ligado totalmente a su majestuoso puente romano. Una maravilla de la ingeniería del siglo II, realizada por el arquitecto Cayo Lacer en tiempos de Trajano y que es el monumento más emblemático de la localidad. No obstante, aunque su punto de referencia es el famoso puente, la ciudad ofrece al visitante pequeños rincones que recuerdan su pasado ilustre como la plaza de San Pedro de Alcántara, el convento de San Benito o la iglesia de Santa María de Alcomocóvar.

En las faldas de la sierra de Tormantos, rodeado de un idílico entorno natural  de cascadas y gargantas, se localiza una de los pueblos extremeños que mejor ha sabido conservar la  arquitectura popular verata. Sin duda, el acertado gusto estético a la hora de construir sus casas es el verdadero motivo para incluirlo entre los imprescindibles de Extremadura. Especialmente bella es la Plaza Mayor, donde este tipo de arquitectura, en el que la madera de castaño juega un rol principal, se muestra en todo su esplendor. La calle del Chorillo y el barrio de la Huerta son dos ejemplos destacados para deleitarse con sus bellas casonas de los siglos XVI y XVII.

Zafra es una de las poblaciones pacenses más importantes desde el punto de vista artístico e industrial. Situada en medio de un amplio valle, frente a las sierras de San Cristóbal el Castellar y de Los Santos, cuenta con un espléndido casco histórico declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1965. La Plaza Grande y la Chica, las cuales están unidas por un pequeño pasadizo conocido como Arquillo de Pan, sirven de eje central en la visita a la ciudad, siendo dos excelentes reinterpretaciones de lo que debe ser una plaza porticada. Desde éstas, solo queda pasear entre edificios religiosos, calles enjalbegadas y casas palaciegas, entre las que destaca la colegiata de Santa María de la Candelaria.

Situado en un enclave privilegiado entre Monfragüe, el valle del Alagón, el Jerte y La Vera; Plasencia es el segundo núcleo poblacional más importante de Cáceres, tan sólo superado por la propia capital. Fundada en 1186 por Alfonso VIII, ‘la Perla del Jerte’ fue la primera ciudad cacereña de peso por la que pasaba la célebre Ruta de la Plata, un hecho que dejó un esplendido legado de palacios, iglesias y casas nobiliarias. No obstante, la mayor parte de sus ‘highlights’ se concentran dentro de sus murallas, es el caso de la Plaza Mayor y sus dos catedrales adosadas. En el exterior del recinto amurallado merece la pena contemplar el acueducto (siglo XVI) o alguno de los puentes sobre el río Jerte.

En el extremo sur de la provincia de Cáceres se localiza la población que da nombre a la Tierra de Montánchez, una comarca formada por 14 pequeños municipios. Con sus cerca de 2.000 habitantes, Montánchez, es la villa principal, siendo muy reconocida por su castillo árabe del siglo XII, el cual se encuentra en lo alto de un cerro. La población cuenta también con otra serie de monumentos interesantes como la iglesia de San Mateo, del siglo XVI, y varias casonas hidalgas. Sin embargo, son sus excelentes vinos y jamones los que dan fama a esta localidad fuera de Extremadura.

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