Ocio y cultura

Polonia en tres ciudades

Polonia es algo así como el Ave Fénix, siempre resurgiendo de sus cenizas. Pueblo luchador como pocos. Ni haber sido el sparring de una crudísima II Guerra Mundial ha logrado robar una pizca de la forma y el fondo de sus pueblos y ciudades, de los callejones y catedrales con encanto medieval que se pusieron en pie de nuevo tras quedar asolados. Por eso viajar a Polonia es tomar energías, aspirar aire fresco y mirar hacia adelante, pero con el pasado siempre en el retrovisor. Conocerla es comprenderla y, por ende, quererla.

Un buen ejercicio para saber más sobre Polonia es recorrer su espina dorsal, de arriba abajo y de abajo arriba, visitando sus tres ciudades más emblemáticas: Cracovia, Varsovia y Gdansk. Y atravesando unos campos perennemente verdes salvo cuando en invierno se tiñe absolutamente todo de blanco y Polonia se convierte en una postal de Navidad de sí misma.

Es difícil no caer rendido a los pies de Cracovia, la ciudad bañada por el Vístula (Wisla en polaco). Aunque Varsovia es la capital del país, en el corazón de todos los polacos está Cracovia o Krakow, que fuera el centro político, religioso y cultural durante muchos siglos. Gran parte de su entramado y sus construcciones históricas se conservan, lo que hace que su casco viejo, Stare Miasto, sea ideal para pasear y hacerse una idea de cómo era la Polonia de entonces.

La Plaza del Mercado (Rynek G?ówny) está considerada como la plaza medieval de mayor tamaño en Europa (supera los 40.000 m²), y suele ser el punto de partida para las rutas que se hacen por la ciudad. La plaza es ell punto más concurrido de Cracovia, sin discusión, y tiene como iconos a la Basílica de Santa María (curiosamente con dos torres que no son iguales), la torre del reloj que se conserva del antiguo Ayuntamiento (y donde se puede subir) y la tan característica Sukiennice o Lonja, superviviente comercial de otros siglos y donde aún la gente acude a hacer sus compras.

Desde la Plaza, y tomando la calle Grodzka, una de las más interesantes de la ciudad, estaremos haciendo lo mismo que los altos dignatarios de antaño, que siempre llegaban al castillo y a la catedral, en la colina de Wawel, utilizando dicho camino. Es apenas un recorrido de un kilómetro, que mucha gente hace en carruaje, y que termina en el bastión histórico, político y religioso tanto de la ciudad como de Polonia.

Desde Cracovia uno de los pasos necesarios para comprender la historia polaca durante la II Guerra Mundial es realizar un viaje con el corazón a los barracones del campo de concentración de Auschwitz, testigo vivo de una de las mayores masacres y desatinos de la Historia. Es una visita dura, pero necesaria, porque no se debe olvidar lo que allí ocurrió.

La capital de Polonia desde 1596 se llevó la peor parte durante la II Guerra Mundial, su casco histórico (Stare Miasto) fue abatido con contundencia por bombardeos e incendios. La ciudad se convirtió en un amasijo de ladrillo y siluetas devoradas por el fuego y la metralla. Pero desde entonces se inició paulatinamente una de las mejores labores de reconstrucción que se recuerdan. Con la minuciosidad de un relojero, se volvieron a levantar casas, iglesias y rincones que se pensaban olvidados tras las llamas. Año tras años, década tras década, Varsovia resurgió de las brasas de la contienda y se convirtió en una ciudad realmente interesante para visitar, con su pasado recompuesto por el tino de los mejores restauradores, y con un futuro glorioso. Porque Varsovia es moderna, agitada y repleta de actividades culturales. Y es que ha sabido subirse a los nuevos tiempos sin dejar atrás su historia.

Su Plaza del Mercado (Rynek Starego Miasta) es hermosísima y la mejor muestra de los trabajos de restauración tan bien hechos. La sirena, símbolo de la ciudad y situada en el centro de la misma, se alza tal cual lo lleva haciendo toda esa gente orgullosa del lugar en el que nacieron. Alrededor de una muralla conservada en parte se agrupa una colmena de pequeñas casas gran colorido. Realmente interesante es una vieja barbacana que nos recuerda la fortificación que en su día tuvo.

Para los interesados en conocer la Historia reciente de Varsovia, Polonia y la II Guerra Mundial recomiendo visitar el Museo del Levantamiento, rendir homenaje en lo que queda del muro del ghetto de Varsovia y la prisión de Pawiak construida por los rusos y gestionada sanguinariamente por la Gestapo entre 1939 y 1945.

Pero Varsovia también es Chopin, su heredero y superiviente W?adek” Szpilman, o la genialidad de Marie Curie… ¡Hay mucho más allá que salir a descubrir por uno mismo!

No me cuesta reconocer que Gdansk es mi ciudad preferida de Polonia, y es que creo que sólo con recorrer la calle Dluga, flanqueada por elegantísimas fachadas, merece la pena ir una y otra vez a esta sublime salida al Báltico que poco o nada tiene que envidiar a cualquiera de las joyas bálticas situadas en Dinamarca, Suecia, Estonia o Letonia… La antigua ciudad libre de Danzig, que nos es familiar por el ataque de las tropas nazis, ha cicatrizado sus heridas engalanando sus edificios para ser tal cual fueron… o mejor.

El paseo del muelle, con una de las mejores y más antiguas grúas que se conservan, es un icono de Gdansk. Y subirse a los torreones de iglesias o del edificio municipal uno de los deberes que tiene todo viajero que ponga sus pies en la ciudad. Ya si eso después, a dos pasos, quedarán las playas de Sopot para recuperarse del esfuerzo.

Polonia es, con todo merecimiento, uno de los destinos más apetecibles de Europa. Y ciudades como Gdansk, Cracovia o Varsovia, una buena manera de empezar a recorrer el país.

 
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