La hora del votante infiel
La campaña, en la que decide su voto un 10% de electores, arranca con la fidelidad a los partidos tradicionales en mínimos


Madrid
A todo votante, y a todo político, le llega el momento en que tras un bombardeo de mítines, sondeos y promesas se le aparece la gran pregunta: ¿de qué sirve una campaña electoral si tampoco es tanta la diferencia con cualquier otra época? “La literatura de textos políticos tiene un consenso. La campaña sirve de poco”, dice un sociólogo que asesora a uno de los partidos más importantes. “Estos quince días –según este experto– pueden mover entre 5 y 8 puntos, pero en todas direcciones. Por ejemplo, puede que el PSOE le quite dos puntos al PP, pero puede perder uno hacia Podemos y otro hacia Izquierda Unida”. En suma, “ningún partido sólo gana o sólo pierde”.
El profesor Lluis Orriols explica que para saber lo que se mueve durante una campaña electoral es necesario medirlo bien, con un panel de personas a las que se pregunte antes y después de las votaciones para saber si cambiaron de opinión. Esos estudios se han hecho en anteriores elecciones en España y la conclusión es que, de media, hay un 10% de electores que deciden su voto en la recta final. “En realidad las campañas no tienen como principal objetivo cambiar el voto de las personas, porque son relativamente pocas las que lo hacen. La principal función, y esto no sólo lo sabemos para España sino por lo que ocurre en otros países, es reforzar las actitudes políticas de los ciudadanos, el voto que ya tenían pensado de antemano”.
Ese es el patrón que hasta ahora funcionaba en unas generales. Es verdad que esta vez son elecciones municipales y autonómicas, y es verdad también que el escenario es incierto, que los expertos no dejan de repetir que todos los estudios que se han hecho antes sirven relativamente porque el panorama, con más partidos en liza, resulta más difícil de pronosticar. Así, nunca había sido tan baja la tasa de fidelidad de los partidos tradicionales. PP y PSOE tenían un suelo de votantes que, pasara lo que pasara, estaban dispuestos a votarles. Ese mínimo es el que está en mínimos.
“Vivimos un momento excepcional, con una fidelidad de voto históricamente baja en el que las preferencias no han cristalizado. Cambian mes a mes, así que es difícil predecir el efecto de una campaña porque incluso sin ella cambian las preferencias”, sostiene Belén Barreiro, directora de MyWord. Narciso Michavila, de GAD3, coincide en que es muy difícil hacer pronósticos y recuerda que, en las europeas del año pasado, un 40% decidió el voto en la última semana.
Añade Orriols otro dato: el índice de volatilidad, que es como los expertos llaman a la gente que está dispuesta a cambiar el voto que dio en las últimas elecciones. Y ese índice es el que está en máximos, a niveles de 1982, cuando se produjo el vuelco y el PSOE alcanzó la mayoría absoluta.




