Damasco, vida normal a unos kilómetros del infierno de Yarmouk
"Nos encontramos con un recién nacido: un apátrida sin campo de refugiados al que regresar"
Damasco
Tras cuatro años de guerra, la población en Damasco dice haberse adaptado a la situación para poder sobrevivir. La vida en la ciudad ha vuelto a ser bulliciosa, los comercios y los restaurantes están a rebosar de clientes. Se respira una sensación irreal, la guerra no parece existir en el ajetreo diario de la ciudad. Sin embargo las explosiones que se escuchan a lo lejos y las columnas de humo que se ven en el horizonte te devuelven a la realidad.
El drama de la violencia esta ahí, en el campo de refugiados de Yarmouk, a escasos kilómetros de Damasco. Dos años bajo asedio férreo, sin alimentos, sin agua, sin luz y sin medicamentos, han dejado a 18.000 personas viviendo en el infierno. Distintas facciones armadas enfrentadas dentro del campo y bombardeos desde el aire reflejan un panorama totalmente opuesto al que se desarrolla a escasos kilómetros de la “normalidad” de Damasco.
En el campo de Yarmouk vivían 160.000 refugiados de Palestina, muchos de ellos se encuentran hoy en día desplazados en la ciudad, algunos en centros de acogida de UNRWA, como el que se encuentra en el Centro de Formación Profesional de la Agencia a un kilómetro y medio en línea recta del campo. En él viven unas mil personas, en su mayoría mujeres y niños que han huido de la violencia. En cada una de sus aulas viven hacinadas hasta 100 personas, separadas cortinas que intentan crear un poco de intimidad. Algunas viven aquí desde hace 3 años. Muchos provienen del vecino Yarmouk, ese campo que pueden ver en el horizonte, pero al que les es imposible regresar.
Mientras Yarmouk agoniza la vida continúa para los desplazados, tras una cortina nos encontramos con un recién nacido que ya ha heredado su nuevo estatus: “refugiado de Palestina / desplazado de Yarmouk”, un apátrida sin campo de refugiados al que regresar.