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Marruecos usa la tortura para acallar a la disidencia e incriminar a delincuentes

Amnistía Internacional denuncia los abusos endémicos de las fuerzas de seguridad marroquíes a pesar de las reformas progresistas llevadas a cabo por el reino alauí

Activista de derechos humanos, Abdelaziz Berray, denuncia haber sufrido torturas por parte de las autoridades marroquíes. / MARTA DEL VADO / Campos de refugiados de Dajla, mayo de 2015

Activista de derechos humanos, Abdelaziz Berray, denuncia haber sufrido torturas por parte de las autoridades marroquíes.

Madrid

Palizas, descargas eléctricas, quemaduras con cigarros, simulaciones de ahogamiento y asfixia, abusos sexuales y psicológicos. Las víctimas son sometidas a posturas de tensión, colgándolos de una barra por brazos y piernas, en lo que denominan la postura del “pollo asado” o arrodillados durante periodos prolongados. Son los tipos de tortura relatados a los expertos de Amnistía que ha analizado 173 casos, recabados entre 2010 y el año pasado.

“Cuando me llevaron a declarar no sabía si estaba ante un juez o ante un torturador más”

Abdelaziz Berray no mira a los ojos cuando habla sobre los últimos tres años de su vida. Como si el dolor de los recuerdos le hiciera perder su mirada en el infinito. Tiene 25 años, salió de la cárcel en octubre de 2014; su delito: ser activista de derechos humanos en el Sáhara Occidental.

Tiene que echar cuentas para calcular cuándo ocurrió. Fue a finales de septiembre de 2011 cuando decenas de personas participaron en una manifestación pacífica en la ciudad ocupada de Dajla para reivindicar la autodeterminación del Sáhara Occidental. Las autoridades marroquíes, “policía y ejército”, recuerda, “empezaron a tirar gases lacrimógenos para disolver la manifestación. Ahí murió uno de los nuestros”. Cercaron toda la ciudad y empezaron a buscar, casa por casa, a los activistas de derechos humanos. “Detuvieron a manifestantes pero al poco tiempo los soltaron. Nos querían a nosotros, a quienes acusan de querer desestabilizar el reino de Marruecos. Pero las únicas pruebas que tenían en nuestra contra son los informes que hacemos en los que describimos todo tipo de abusos”. En ese momento detuvieron a otros cinco activistas en una “intervención brutal”, donde fueron torturados durante las 75 horas siguientes. “Me pegaron con porras y me dieron descargas eléctricas. También me vendaron los ojos y me esposaron con los brazos en alto a una barra, no me dejaban sentar”. Días después, les llevaron a declarar un tribunal de primera estancia en El Aaiún “y ahí no sabía si estaba ante un juez o un torturador más. Nos obligaron a firmar los informes bajo tortura”.

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Les impusieron unos abogados de oficio marroquíes, les negaron todo contacto con sus familias y les trasladaron de prisión cuando una delegación internacional de Derechos Humanos fue a visitar la cárcel, “nos secuestraron y nos cambiaron de prisión para evitar que nos encontráramos con esa comisión”. En esos días (ya por septiembre de 2014), otro de los activistas fue trasladado a un hospital civil, “Hasana Luali solo tenía un constipado. Nos habíamos cuidado mucho de no tomar ningún medicamento de los que nos proporcionaron en la cárcel pero a él se lo llevaron”. Hasana pudo ver a su familia a quienes dijo que “no iba a superar el bote de un supuesto suero que le habían puesto”. Abdelaziz se le llenan los ojos de lágrimas y cuenta cómo le dolían los órganos a su camarada. Hasana murió y fue enterrado sin autopsia a pesar de los reclamos de familiares y activistas. Pocos días después, el cinco de octubre de 2014, Abdelaziz fue liberado. Sabe que está en el punto de mira y que le volverán a detener antes o después. Pero mientras va a continuar registrando casos de violaciones de derechos humanos, denunciándolos en los espacios que pueda y reivindicando el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación.

Informe de Amnistía Internacional “La sombra de la impunidad: tortura en Marruecos y Sáhara Occidental”

A pesar de las reformas progresistas llevadas a cabo por el reino alauí Amnistía asegura que la tortura es una práctica “endémica” que llevan a cabo las fuerzas de seguridad en Marruecos y en el Sáhara Occidental. El objetivo: de acallar a la disidencia y obtener confesiones de delitos.

Los malos tratos se cometen desde el desde el momento de la detención, durante el tiempo de custodia, en los juicios y también en prisión. De hecho los tribunales “hacen la vista gorda ante las denuncias de malos tratos y utilizan la tortura para que los detenidos admitan los cargos de los que se les acusa”.

Entre las víctimas de malos tratos hay incluso menores. Desde mujeres y hombres defensores de los recursos naturales a partidarios de la autodeterminación del Sáhara Occidental, estudiantes, activistas políticos de izquierdas o islamistas, hasta presuntos terroristas o delincuentes comunes.

La ley recoge la "denuncia falsa" y la "calumnia" para poder procesar a aquellos que denuncien casos de tortura, también ante organismos internacionales. La primera,  se castiga con un año de prisión y una multa de unos 500 dólares. La "calumnia", se puede penar con hasta cinco años de cárcel y elevadas sumas de dinero en concepto de indemnización.

Amnistía concluye, por tanto, que el marroquí es un sistema que protege más a los torturadores que a las víctimas; que garantiza la impunidad de los primeros.

 
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