Ocio y cultura

El salvaje y tribal norte de Tailandia

Tapizado por  frondosos bosques  y tupidas selvas, regado por ríos caudalosos y altas cascadas y coronado por elevadas montañas habitadas por tribus centenarias, no es difícil imaginar por qué muchos turistas encuentran en el norte de Tailandia una región más interesante y atractiva que las islas del sur.

La parte más septentrional de la antigua Siam cuenta con el clima más agradable del país, la que dicen es la mejor gastronomía thai y una naturaleza en bruto que le convierten en un lugar muy distinto al resto de Tailandia. Se deja notar la influencia de los países vecinos - Laos, Myanmar y China -, especialmente en el tipo de vida de la gente de las aldeas de las montañas, que nada tiene que ver con la de un “gitano del mar” de Koh Lipe, o con la de un ejecutivo del barrio de Silom, en Bangkok.

Salvando las distancias, Chiang Mai (175.000 habitantes) es la Bangkok del norte de Tailandia. Mucho más agradable y sosegada que la capital tailandesa, la segunda ciudad en importancia del país se presta a la visita. Dispone de múltiples opciones de alojamiento de calidad, buenos restaurantes, mercados, centros de masaje y un legado histórico budista muy profuso.   

Chiang Mai está plagada de templos. La mayor parte de ellos se encuentra en la parte antigua, un cuadrado limitado por un canal de agua y en el que se vislumbran los vestigios de una antigua muralla que sirvió para defenderse de los birmanos 700 años atrás. Visitar todos ellos resulta agotador, por lo que conviene dirigirse a los dos más espectaculares: el Wat Chedi Luang, que alberga las ruinas de un gran chedi (estupa budista) de 1441; y el Wat Phra Sing, el templo más impresionante de la ciudad y que acoge el Buda más venerado de Chiang Rai.

Una opción alternativa en Chiang Mai es dejarse masajear por una presidiaria. Tal y como suena. La prisión de mujeres de la ciudad ofrece masajes corporales y podales a muy buen precio a cargo de internas que están en un programa de reinserción. Si se le coge el gusto a los tratamientos de belleza, uno puede hacerse la pedicura en un “fish massage” a base de mordisquitos de pececillos que se comen las pieles muertas.

Sin embargo, más que la visita a la ciudad en sí misma, la mayor parte de los turistas que se desplazan hasta Chiang Mai lo hacen con el fin de realizar uno de los típicos trekkings por las aldeas de las montañas. La “capital del norte” es uno de los mejores puntos de partida para acometer una larga caminata por las montañas tailandesas, disfrutar de la naturaleza thai en estado puro, y conocer la parte más tribal y “aislada” del país.

Existe una fuerte competencia entre las diferentes  agencias y compañías que ofertan estos paquetes, sin embargo casi todas ellas ofrecen lo mismo: trekking de dos-tres horas por las montañas con paradas para darse un chapuzón en diferentes ríos y cascadas; pernoctar en una aldea de una tribu de las montañas: los lahu, los hmong, los akha...; un paseo en elefante; rafting;  y un paseo por el río a bordo de una inestable barca de bambú.

A pesar de que el excesivo turismo ha hecho que la mayoría de estos tours hayan perdido parte de su esencia. Lo cierto es, que los espectaculares paisajes por los que se transita siguen haciendo que sea un imprescindible en todo viaje a Tailandia.

La menos turística Chiang Rai, es con sus 60.000 habitantes, una alternativa a Chiang Mai para visitar los pueblos de las montañas y el Triángulo de Oro. La ciudad en sí no tiene un gran interés, salvo su mercado nocturno, el Wat Rong khun (El Templo Blanco), y el Museo Ban Daam (La Casa Negra).

No obstante, sus highlights se localizan en sus alrededores: el monte Doi Tung, el pueblo de Mae Salong, y el archiconocido Triángulo de Oro, punto en el que se dan la mano tres fronteras: Tailandia, Laos y Myanmar, un cruce fronterizo que vivió días gloriosos en la época del tráfico del opio. Actualmente los turistas suelen acceder vía fluvial (bien por el Mekong, bien por el Ruak), se hacen la foto con el cartel de la triple frontera y se marchan, pues hay poco más que hacer por allí.

Ochenta kilómetros al noroeste de Chiang Mai, en la ruta hacia Mae Hong Son, se encuentra Pai. Antiguo paraíso para artistas, escritores y viajeros errantes que encontraron en este pequeño pueblo surgido en medio de la selva un reducto de inspiración y de sosiego permanente. No obstante, como ha sucedido con la mayoría de los tesoros tailandeses, la voz se corrió y hoy en día poco queda del pueblo bohemio que fue hace 15 años. Los bares, restaurantes, guesthouses y puestos de camisetas han invadido Pai. Sin embargo, el turismo no ha podido robarle la belleza de su entorno.

Continuando hacia el oeste, prácticamente en la frontera con Myanmar, se localiza Mae Hong Son, una población de poco más de 6.000 habitantes emplazada en un idílico valle rodeado de montañas y verdes llanuras. Mae Hong Son es un remanso de paz y tranquilidad, y aún no ha sufrido en su totalidad la colonización turística de lugares como Pai y Chiang Mai. Aunque parezca increíble se ven más tailandeses que occidentales, un dato que ya dice mucho a favor de este lugar.

En Mae Hong Son se pueden visitar templos como los de Wat Jong Kham, el Wat Jong Klan, y el Wat Phra That Doi Kong Mu, situado a las afueras de la ciudad en lo alto de una colina, y que ofrece unas excelentes vistas. Además, cuenta con un mercado gastronómico (Thanon Phanit Wattana), donde es posible probar todas las especialidades de la cocina norteña thai. Y también es el mejor campamento base para visitar los pueblos de las mujeres jirafa (Long Neck Karen), una visita que algunos consideran una aberración contra el ser humano.

Sea como fuere, no existe un lugar más apropiado para relajarse y descansar después de unos días de duras caminatas por las montañas tailandesas.  Mae Hong Son es el broche de oro a un periplo por el salvaje y tribal norte de Tailandia.

Thai Airways vuela directo desde España a Bangkok, existen otras compañías como: Aeroflot, Qatar Airways, Emirates, KLM, etc., que realizan una escala.

 
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