Ocio y cultura

Mar, sol y buen vino en Narbona

Han pasado más de 2.000 años desde que los romanos construyeran la primera autopista comunicando su imperio con Hispania a través de la Galia: la Via Domitia. Esta gran calzada supuso el nacimiento de nuevas ciudades a su paso y es así como en el 118 a.c. surgió Narbo Martius, la primera colonia romana en Francia.

Convertida hoy en una localidad de más de 50.000 habitantes, Narbona (o Narbonne para los franceses), se enmarca dentro de la región francesa del Languedoc-Rousillon. Relativamente desconocida para el gran público, esta histórica ciudad de puro sabor mediterráneo es perfecta para una escapada de fin de semana por su proximidad con España. Tierra de abundancia: mar, sol, vino y buena gastronomía se dan la mano en está encantadora villa.

La Place de l'Hôtel-de-Ville (plaza del Ayuntamiento), en pleno centro histórico de la ciudad, es el corazón que hace latir a Narbona, de ambiente mediterráneo, las terrazas de sus restaurantes son uno de los lugares de encuentro favoritos entre los narboneses. Además de funcionar como “kilómetro cero” de la localidad, el hecho de que en 1997 se encontrase bajo sus baldosas un fragmento de la mítica Via Domitia le convierte en el mejor punto de partida para conocer el origen de la antigua capital de la provincia romana de la Narbonense.

Conmovedor testimonio de la ciudad primitiva, la Via Domitia se ubica a los pies del impresionante conjunto monumental formado por el Palacio de los Arzobispos (Palais des Archevêques), el segundo más grande de Francia tras el de Aviñón. De su conjunto destaca el torreón medieval Gilles Aycelin (1290-1311), de planta cuadrada y cuatro pisos, alcanza una altura de 41 metros siendo el lugar más adecuado para obtener una buena panorámica de la ciudad, el litoral, y la región vinícola de Corbières. El conjunto se completa con el Palacio Viejo, de origen románico; el Palacio Nuevo, de estilo gótico y modificado en los siglos XII y XIII; y las torres de la Magdalena (s. XIII) y San Marcial (s. XIV).

El palacio arzobispal ejerce de ayuntamiento desde el siglo XIX y alberga los museos más importantes de la ciudad: el arqueológico y el de arte e historia. El primero (Musée archéologique) cuenta con una importante colección en la que destacan los objetos y muestras de arte de la época de la ciudad romana, contando con los únicos frescos romanos en Francia. El segundo (Musée d'art et d'histoire) dispone de una muestra significativa de pinturas de las escuelas europeas de los siglos XV al XIX. En la parte trasera se encuentra los jardines y el claustro del palacio, un oasis para relajarse dentro de la ciudad.

Contiguo al palacio arzobispal se encuentra la catedral de San Justo y San Pastor (Saint Just et Saint Pastor), un majestuoso templo gótico construido entre 1272 y 1340 aún sin terminar. Inspirada en las grandes catedrales del norte de Francia, cuenta con el coro gótico más destacado del sur del país, con unas bóvedas que ascienden a más 40 metros de altura. Destaca también el retablo de Nuestra Señora de Belén (Notre Dame de Bethléem) obra maestra de la escultura gótica del siglo XIV.

Una vez vistos los ‘highlights’ patrimoniales de Narbona el paseo continua cruzando Pont des Marchands, este singular puente une el barrio del Bourg con el centro de la ciudad salvando las aguas del canal de la Robine. Éste último, ocupa el lecho dejado por el río Aude, cuyo cauce fluvial fue desviado a finales del siglo XIV tras una violenta crecida. Al tratarse de una rama lateral de 32 kilómetros del Canal du Midi, el canal de la Robine forma parte de la lista de patrimonio mundial de la UNESCO, garantizando la conexión del Midi con el Mediterráneo en Port la Nouvelle.

Los agradables paseos a orillas del canal bajo la sombra de centenarios plataneros en Ramblas Les Barques y Cours Mirabeau sirven de guía para llegar a Las Halles, un centenario mercado de estilo Baltard. Este lugar es el más adecuado para adquirir productos típicos de la región como: aceitunas, paté, miel, vino, tomillo, romero, ostras, o sardinas.

Justo en la parte trasera del mercado se haya la iglesia de Nuestra Señora de Lamourguier (Eglise Notre Dame de Lamourguier ), un antiquísimo templo de estilo gótico meridional cuya nave central acoge desde finales del siglo XIX el museo lapidario. Una muestra compuesta por 1.300 obras funerarias galo-romanas testigos de la antigua Narbo Martius, la colección más importante del mundo tras la del museo de Roma.

Una vez visto los lugares más emblemáticos de la ciudad, lanzarse a conocer los alrededores es la opción más recomendable. La playa de Narbona está a tan solo 15 kilómetros del centro y a las afueras de Narbonne se haya uno de los bufés más grandes de Francia.

Saliendo de Narbonne por la D168 en dirección a la playa, la carretera comienza a serpentear por un espectacular paisaje de pinares y cepas que desembocan en una vasta meseta sobre el Mediterráneo en la que reina el viñedo. En 10 minutos se llega al Château l'Hospitalet, un caserío “camuflado” entre viñas y garriga en una vasta extensión de 1.000 hectáreas. En este lugar de clima benigno y sabor mediterráneo Gerard Bertrand, viticultor francés, ha moldeado el sueño de todo buen amante del vino: crear su propia bodega.

Con unos precios más accesibles de lo esperado para lo bucólico del lugar (desde 73€/doble), se trata de un marco perfecto para conocer a fondo la gran variedad de vinos de la región. De la mano de un enólogo especializado se puede realizar una masterclass en la que se degustan seis tipos diferentes de vino del Languedoc-Rousillon, algunos excelentes como el Cigalus (blanco) y L`Hospitalitas (tinto). Rendir homenaje a Baco es uno de los imprescindibles en todo viaje a esta región de Francia.

Para cerrar la trilogía narbonense de cultura, vino y gastronomía, se ha de llenar el estomago en el restaurante más mítico de la ciudad: Les Grands Buffets. A pesar de que su exterior y la ubicación no hacen justicia con lo que uno se va a encontrar dentro –se localiza en el interior de un frío centro comercial al que se accede a través de una pirámide acristalada tipo Louvre”-. Todo cambia una vez se traspasa la puerta del local.

Les Grands Buffets es un auténtico parque temático de la gastronomía del sur de Francia. El restaurante cuenta con acogedores salones revestidos de madera con capacidad para 500 comensales, las paredes están repletas de pinturas de artistas contrastados y sus jardines están diseñados por el reconocido paisajista André Gayaraud y el escultor Hervé di Rosa. Respecto a la comida, está dispuesta en cuatro grandes apartados: La Rostissérie, un inmenso asador panorámico en el que se cocinan platos al momento y al gusto del cliente; La Mer, una enorme fuente de mariscos cuyo plato estrella son las ostras de Gruissan; La Fromage, considerado el mayor bufé de quesos de Europa; y la Pastissérie, donde se puede elegir entre más de 100 postres diferentes.

En definitiva, una auténtica oda a la alta cocina tradicional francesa que recupera las recetas clásicas de la burguesía haciéndolas accesibles a casi todos los bolsillos (29,90 €/cubierto, sin bebidas). Un precio cerrado que permite disfrutar de una verdadera bacanal culinaria, un hecho que explica los cerca de 270.000 comensales que pasan al año por Les Grands Buffets. La media sale a 700 clientes diarios, un dato abrumador que sin embargo no es suficiente para su propietario, el señor Privat, quien año tras año no ceja en su empeño de aumentar las cifras.

Desde luego no existe mejor forma de rematar un fin de semana en Narbona que deleitarse con las delicias gastronómicas de Francia.

Como llegar a Narbona:

Renfe-SNCF cuenta con trenes directos a Narbona desde Madrid (5 horas aprox.) y desde Barcelona (dos horas aprox.).

 
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