Ocio y cultura

Tren Campos de Castilla, tras los pasos de Machado en Soria

Todos los sábados por la mañana, entre mayo y noviembre, un tren parte raudo de la estación de Chamartín destino Soria. En apenas día y medio, guiados por la atinada mirada de un poeta, se desnuda el alma de una tierra, de un paisaje y de sus gentes. Esta es la esencia del tren Campos de Castilla, un recorrido literario que desbroza los cinco años (1907-1912) que Antonio Machado pasó en tierras sorianas: su primera etapa como docente, la consolidación de su carrera poética, y el encuentro con el amor y muerte de su amada Leonor. Nos subimos al tren para visitar una de las provincias más desconocidas de España.

Estatua de Antonio Machado en Soria.

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“Yo, para todo viaje

 -siempre sobre la madera

de mi vagón de tercera-,

voy ligero de equipaje

(Fragmento del poema “El Tren” de Campos de Castilla (1912)

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A lo largo del trayecto el tren va haciendo paradas en diferentes localidades de la provincia de Madrid, Guadalajara y Soria. Tras más de media hora de trayecto, el vehículo para en Sigüenza (Guadalajara) donde se suben los tres actores encargados de amenizar el vagón hasta su llegada a la capital soriana. Se trata de Abel Martín, un minucioso revisor de tren; Juan de Mairena, el ficticio profesor de gimnasia y retórica creado por Antonio Machado; y una monja inspirada en el poema del poeta sevillano “El Tren”, del libro Campos de Castilla: “¡Frente a mí va una monjita / tan bonita! / Tiene esa expresión serena / que a la pena / da una esperanza infinita. / Y yo pienso: Tú eres buena; / porque diste tus amores / a Jesús; porque no quieres / ser madre de pecadores…”.

Dos de los actores durante el trayecto.

Estos personajes nos trasladan cien años atrás, a 1915, época contemporánea a Antonio Machado (1875-1939). Mediante sucesivas chanzas, canciones, poemas y ocurrencias, los comediantes contribuyen a envolver a todo el pasaje en una atmosfera machadiana necesaria para comprender y disfrutar al máximo del fin de semana. Y es que los cinco años que el célebre poeta pasó en la ciudad castellana dieron tanto de sí que Soria ya no se entiende sin Machado, ni la obra de Machado se puede entender sin mencionar a Soria.

El reloj marca las 11:10 cuando el tren hace su entrada en la capital castellana. En la misma estación ferroviaria, varios miembros del patronato de turismo esperan a los cerca de 50 pasajeros que formamos la expedición con una muestra de los productos más populares de la gastronomía soriana: mantequilla Cañada Real, agua Montepinos, vino de la Ribera de Duero Castillejo de Robledo, y sobre todo, unos espectaculares torreznos, el aperitivo del que más se enorgullecen los sorianos. De crujiente corteza y carne tierna, no tienen nada que ver con los torreznos que suelen servir como tapa en muchos de los bares de fuera de Soria.

De paseo por la ribera del Duero

Tras la degustación de productos típicos, el autobús traslada al grupo hasta la ribera del Duero, la parte más bucólica y sosegada de la ciudad. Sentado en los márgenes del río uno puede evocar a Machado paseando de la mano junto a su amada Leonor, a través de su poema “Campos de Soria”: “…¡Álamos del amor que ayer tuvisteis / de ruiseñores vuestras ramas llenas; / álamos que seréis mañana liras / del viento perfumado en primavera; / álamos del amor cerca del agua / que corre y pasa y sueña, / álamos de las márgenes del Duero, / conmigo vais, mi corazón os lleva!”.

Ermita de San Saturio, a orillas del Duero.

Junto al Duero se localizan tres construcciones religiosas emblemáticas de Soria: San Juan de Duero, San Polo y San Saturio. El primero es un monasterio de la orden de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén construido entre los siglos XII-XIII, destaca por su claustro mezcla de estilos que van del románico al árabe. El monasterio templario de San Polo (s. XIII), del que apenas queda una parte de su iglesia, es otro lugar muy evocador puesto que sirvió de inspiración a Bécquer en su leyenda “El Rayo de Luna”. Por último, incrustado en unas rocas en lo alto de una peña se ubica la ermita de San Saturio, construida en el lugar ocupado por este eremita del siglo VI que hoy es el patrón de la ciudad.

Del río, el autobús traslada al grupo a los diferentes alojamientos por los que cada miembro del grupo haya optado para pasar la noche. En Soria la mayoría están localizados en el centro. No obstante, el Hotel Leonor Mirón, ubicado en uno de los cerros fundacionales de la ciudad junto a la ermita del Mirón y muy cerca del mirador de los Cuatro Vientos, ofrece las mejores vistas de la capital soriana.

Una visita al centro histórico

Sin la monumentalidad de otras capitales castellanoleonesas como Ávila, Segovia o Salamanca, algo tendrá Soria cuando sirvió de inspiración a poetas de la talla de Bécquer, Machado o Gerardo Diego. Con una población algo inferior a los 40.000 habitantes, esta gran desconocida de la geografía española se localiza en el extremo noreste de Castilla y León abrazada por un río Duero que ha marcado tanto su historia como su disposición urbanística. Su altitud (1.063 metros), escasa contaminación, y el clima frío y seco, la convierten en un destino muy saludable para pasar un fin de semana.

Iglesia románica de Santo Domingo.

Sencilla, austera y construida a la medida del hombre, Soria es una ciudad abarcable a pie y que invita al paseo. De la mano de Ismael Navarro, un experimentado guía local, dedicamos parte de la tarde a conocer algunos de los puntos más emblemáticos de la ciudad: la iglesia románica de Santo Domingo, del siglo XII; el palacio de los Condes de Gómara, perfecto exponente del renacimiento civil en la Soria del siglo XVI; y la Plaza Mayor. Ésta última es el auténtico centro neurálgico de la ciudad, albergando algunos de los edificios más destacados de la capital como el palacio de la Audiencia, el actual edificio del Ayuntamiento, la iglesia de la Mayor, el Arco del Cuerno, y la Fuente de los Leones, regalo del rey Carlos IV a la ciudad.

Plaza Mayor.

Saliendo por el oeste de la Plaza Mayor se llega a la calle El Collado, una preciosa avenida peatonal porticada por la que pasea y compran los sorianos. Precisamente, bajo estos soportales se encuentra el Casino Circulo Amistad Numancia al que Machado dedicará poemas y cafés, hoy convertido en Museo Casa de los Poetas. No muy lejos de Collado, girando hacia la derecha por la calle Instituto, se ubica el IES Antonio Machado, lugar en el que impartió clases de francés el poeta sevillano. Guiados por Pepe Sanz, uno de los mejores conocedores de la vida y obra de Machado, nos adentramos en el viejo aula en el que el poeta ejerciera de profesor. Sanz enriquece e ilustra al grupo a base de poemas y escritos machadianos, creando una atmósfera necesariamente lánguida, ante el recuerdo de aquellos días en los que el poeta esperaba “otro milagro de la primavera” ante la efímera mejoría de su esposa, gravemente enferma de tuberculosis.

Calle El Collado, la principal arteria de la ciudad.

Invadidos por el espíritu machadiano, y tras despedirnos de Pepe Sanz, la ruta continua bajando por la calle Aduana Vieja hacía la plaza de San Clemente (conocido como el Tubo), una de las zonas de cañeo más populares de Soria y en cuyas proximidades se encuentra otro Monumento Nacional, el palacio del siglo XVI de los Ríos y Salcedo, hoy Archivo Histórico Provincial.

Abandonamos el casco viejo para subir al parque de El Castillo, donde se encuentra el Parador Nacional, un edificio sin alma en el que sin embargo se come muy bien. De camino, es recomendable hacer un alto en el mirador del Sagrado Corazón. Los atardeceres sorianos son espectaculares desde este punto y un broche perfecto para acabar un día en Soria.

Aire puro en la Laguna Negra

El domingo temprano, el autobús va recogiendo a los integrantes de la excursión por los diferentes alojamientos de la ciudad. Tomando la N-234 dirección Burgos, emprendemos un recorrido tratando de emular el viaje a las fuentes del Duero que inspiró a Antonio Machado en la trágica leyenda de los Hijos de Alvargonzález.

Laguna Negra.

“Llegaron los asesinos / hasta la Laguna Negra, / agua transparente y muda / que enorme muro de piedra, / donde los buitres anidan / y el eco duerme, rodea; / agua clara donde beben / las águilas de la sierra, / donde el jabalí del monte / y el ciervo y el corzo abrevan; / agua pura y silenciosa / que copia cosas eternas; / agua impasible que guarda / en su seno las estrellas...”. (Antonio Machado, “Campos de Castilla”).

Situada unos 50 kilómetros al noroeste de Soria, entre las localidades de Vinuesa y Covaleda, la Laguna Negra es uno de los espacios naturales más evocadores de la literatura española. Al no ser accesible en coche, se ha de estacionar en el aparcamiento del Paso de la Serrá y subir por un sendero de unos dos kilómetros hasta esta laguna de origen glacial situada en plena sierra de los Picos de Urbión.

Encajada en plena sierra de Urbión, en un paisaje virgen, la Laguna Negra se eleva a unos 1.753 metros en un entorno de paredes graníticas dominado por grandes pinos y hayas. Sombría, enigmática y legendaria, se trata de uno de los lugares de mayor belleza de la provincia formando parte desde 2010 del Parque natural de la Laguna Negra y los Circos Glaciares de Urbión.

Plato de torreznos en El Royo.

Terminada la visita, regresamos por la comarca de El Valle hasta llegar al embalse de la Cuerda del Pozo, donde el autobús se desvía hacia El Royo, un pintoresco pueblecito en el que se suele hacer una breve parada para tomar unos sabrosos torreznos. Tras el receso, proseguimos dirección sur hasta Garray, pues allí se encuentra el mítico yacimiento arqueológico de Numancia.

Ruinas de Numancia, el orgullo de una provincia

En lo alto del Cerro de la Muela, a tan solo siete kilómetros de Soria, se alzan las ruinas de una de las ciudades más míticas de la antigüedad: Numancia. Símbolo de resistencia y lucha de un pueblo por su libertad, no se sabe con exactitud la fecha fundacional de esta ciudad celtibérica que resistió durante más de veinte años los envites por conquistarla del todopoderoso ejército romano.

Ruinas de Numancia.

Viendo la impresionante resistencia numantina, apoyada en el fuerte carácter de sus habitantes, su muralla y las adversas condiciones climatologícas de la región, el Senado romano decidió mandar a su general más famoso: Publio Cornelio Escipión. Este militar venía de destruir Cartago y era un experto en el arte de la guerra, por lo que optó por conquistar Numancia mediante otros métodos. Escipión llegó a la zona en octubre del año 134 a.C., asoló todos los campos y viñedos de los alrededores, y colocó siete campamentos permanentes cercando la ciudad. En ellos se asentaban los cerca de 60.000 hombres con los que contaba el ejército romano, por los 4.000 celtíberos numantinos.

Cartel explicativo sobre las características de la mítica muralla de Numancia.

El duro asedio duró once meses, la ciudad cayó por inanición en el verano del 133 a.C. tomándose la muerte cada uno a su manera, y siendo vendidos los supervivientes como esclavos. La actitud de los numantinos impresionó tanto a Roma que fueron los propios escritores romanos los que ensalzaron su resistencia, siendo la segunda ciudad más citada por sus historiadores después de la misma capital del Imperio.

De toda esa historia tan solo quedan en pie algunas piedras de las viejas calles, aljibes para almacenar agua, pequeños baños romanos e incluso un trozo de la mítica muralla celtibérica (restaurada, por supuesto). No obstante, el espíritu numantino sigue presente entre todos los sorianos y es una visita fundamental en la provincia.

Últimos paseos por Soria

De vuelta a la ciudad, con apenas un par de horas para seguir visitando Soria de forma libre, la mayor parte del grupo opta por refugiarse bajo la sombra de un árbol en el gran pulmón del casco viejo de la capital soriana: el parque de la Alameda de Cervantes, conocido popularmente como La Dehesa. Por su parte, otros optan por visitar la Casa de los Poetas, en la calle del Collado. Un espacio expositivo dedicado a los grandes líricos que cantaron a Soria: Gustavo Adólfo Becquér, Antonio Machado y Gerardo Diego; y el lugar más adecuado para despedirse de la ciudad castellana en la que Machado encontró amor e inspiración.

Texto y fotos: Carlos de Alba (@kalipo10)

 
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