Ocio y cultura

15 postales de cuento desde Feroe

A medio camino entre Escocia, Noruega e Islandia, emerge un paraíso insular de montañas tapizadas de verde, acantilados, cascadas, fiordos, aves y ovejas.  Tan desconocidas como hermosas, las 18 idílicas islas que forman Feroe son uno de los secretos mejor guardados de Europa. Su pertenencia a Dinamarca no le ha quitado ni un ápice de personalidad a una nación de 50.000 habitantes en las que se habla feroés y la pesca es el motor de su economía. No es de extrañar que los lectores de la revista National Geographic Traveller hayan votado a este archipiélago como el destino viajero 'top' para el año 2015. Como aperitivo del viaje que hicimos el pasado mes de julio, hemos traído estas 15 postales feroesas sacadas de un cuento.

Situada en la parte sudeste de la isla de Streymoy,  la capital de Feroe es el núcleo urbano más poblado (18.000 habitantes) e interesante del archipiélago. A pesar de su reducido tamaño, Tórshavn cuenta con unos cuantos puntos de interés como: Tinganes, donde se encuentra uno de los parlamentos más antiguos del mundo (data de aproximadamente 825); y Reyn, el casco viejo de la ciudad, un conjunto de pintorescas casas de madera con tejados de hierba dispuestas a lo largo de estrechas y empedradas callejuelas. La panorámica desde el Hotel Føroyar regala unos inolvidables atardeceres de Tórshavn y una vista completa de la isla de Nólsoy, la custodia de la ciudad ante los envites del Atlántico.

A escasos 10 kilómetros de Tórshavn, mirando de frente a la isla de Hestur, se asienta una de las localidades históricas de  Feroe: Kirkjubøur. En tiempos medievales, este pueblecito de 76 habitantes llegó a ser el centro neurálgico de la cultura y la espiritualidad en Feroe. De aquella época se conserva un importante legado como: la catedral de San Magnus (1290), la reliquia más valiosa de la antigüedad feroesa; la iglesia de San Olaf (s. XII), la más antigua del archipiélago que aún está en uso; y Kirkjubøargarður, la casa de madera habitada más antigua del mundo, una granja en la que han vivido 17 generaciones de la misma familia desde 1550. Una forma muy saludable de llegar a Kirkjubøur desde Tórshavn es utilizar un sendero señalizado de siete kilómetros que parte de la capital feroesa.

En la parte norte de la isla de Eysturoy, entre las localidades de Eiði, Gjógv y Funningur, se encuentra Slættaratindur, el punto más elevado de las islas Feroe (880 metros). La “cumbre plana”, traducción literal de su nombre feroés, no exige demasiadas destreza alpinas para alcanzar su cima, siendo una montaña apta para todos los públicos. Su ascensión es un imprescindible en el archipiélago ya que desde la cumbre se pueden divisar todas las islas en los días despejados, siendo costumbre local subir todos los 21 de junio. Ese día, el más largo del año, se puede observar el curioso fenómeno de ver amanecer y atardecer de manera consecutiva

En el punto más septentrional de Viðoy, una de las islas del norte de Feroe, se localiza Enniberg, el segundo promontorio más alto de Europa (754 metros) tras Hornelen (Noruega). En los meses de verano es posible navegar frente al imponente acantilado para observar la vida de las aves que anidan en estas enormes moles de roca.

En Suðuroy, la isla más meridional y alejada de las Feroe, existe un área natural de una extrema belleza: Hvannhagi. Partiendo de la localidad de Tvøroyri se ascienden tres kilómetros a la montaña de Fjallið, desde cuya cumbre la vista del paraje es idílica, sosegada y hermosa. Desde allí comienza el descenso al valle, donde el infinito verdor es interrumpido por la belleza aportada por un lago desde el que la panorámica de los islotes de Lítla Dímun  y Stora Dímun es excepcional.

Otra de las localidades idílicas de Feroe se sitúa en la parte más septentrional de Eysturoy. Gjógv es un pueblecito de apenas 50 habitantes ubicado en un majestuoso escenario natural de enormes montañas como el Slættaratindur y el Gráfelli, las más altas de las islas. Su genuino puerto natural y el pequeño lago en el que los niños disfrutan jugando con sus embarcaciones de madera, son dos de los puntos más característicos del pueblo; mientras que la popular Gjáargarður Guesthouse, es la base perfecta para explorar la zona.

La isla más occidental del archipiélago es de visita obligada en Feroe. Accesible en ferry o helicóptero desde Vagar, cuenta con tan solo diez personas residentes de forma permanentes durante todo el año. Tanto Mykines como la vecina isla de Mykineshólmur (a la que está unida por un puente de madera), es un auténtico paraíso para los amantes de la ornitología. Aquí anidan más de 100.000 parejas de frailecillos (puffins), hay miles de gaviotas, fulmarus, petreles, y sobre todo, alcatraces, los cuales han establecido su única colonia de Feroe en los acantilados de Mykineshólmur. Aunque llegar hasta el faro desde el pueblo es la ruta senderista ‘obligada’ en Mykines, también se pueden hacer excursiones hasta el valle de piedra en Korkaladur, o subir al Knúkur, la montaña más alta con 560 metros. Antes de visitar la isla es recomendable estar al tanto de la climatología, sobre Mykines suele estar posada una nube de forma permanente, por lo que se recomienda visitarla con un tiempo lo más estable posible.

Copando la vista de la bahía de Tòrshavn, Nolsóy es la isla que ejerce de protector climático de la capital feroesa.  Con una extensión de 10,3 km², una población de 235 habitantes y un único núcleo urbano (Nólsoy), la “isla de las agujas” cuenta con la colonia más grande del mundo de paíño europeo. No obstante, una de las actividades estrella en la isla es asistir a alguna de las excursiones nocturnas para ver y escuchar a este curioso pájaro que solo vuela de noche. La ruta a pie hasta los faros de Borðan y Øknastangi, en el extremo sur de la isla, es otro imprescindible, ya que de camino se pueden observar una ingente cantidad de aves: chorlitos dorados, zarapitos trinadores, collalba gris, bisbita pratense, y el ostrero euroasiático, ave nacional de Feroe.

Uno de los lugares más impresionantes de Feroe es este minúsculo pueblo de la isla de Vágar al que la comunicación por carretera no llegó hasta el año 2004. Ese año se finalizó un túnel de 1.700 metros bajo la colina de Rógvukollur comunicando Gásadalur con Bøur y con el resto de pueblos de la isla. No obstante, antes de la construcción del pasaje subterráneo la correspondencia llegaba al pueblo tras un viaje a pie por esta abrupta montaña de 463 metros que hoy día se ha convertido en ruta senderista. La “vieja ruta del cartero” parte de Bøur, desde donde se asciende a Rógvukollur, regalando una panorámica impresionantes del pueblo, el mar y las montañas más altas de Vágar: Árnafjall (722 metros) y Eysturtindur (715 metros). Durante la ruta las vistas son preciosas: estacas de mar, farallones e islotes como Tindhólmur con sus cinco escarpadas cumbres en forma de sierra, la isla plana de Gasholmur y las dos estacas de Drangarnir, una de las cuales tiene forma de arco abierto. Una vez abajo espera la mejor postal del lugar, la esplendida cascada que va a morir a las aguas del estrecho de Mykinesfjørður.

Otra de las rutas senderistas más bellas de Feroe se encuentra en la isla de Vágar. Partiendo de Vatnsoyrar se puede emprender un trekking circundando el Sørvágsvatn, el lago interior más grande de las islas, hasta llegar a Bossdalsfossur, una hermosa cascada por la que el lago vierte sus aguas en el Atlántico. Otro modo de acceder a este lugar tan mágico es subirse al ‘Lakeside’ un barquito que parte de Vatnsoyrar y recorre al lago hasta desembarcar cerca de la cascada, a la que se llega a pie.

Situado en un amplio valle de un kilometro y medio de ancho en la parte norte de la isla de Viðoy, Viðareiði es el asentamiento más septentrional de las islas Feroe y uno de los más bellos. Más que el pueblo en sí, lo verdaderamente hermoso es el entorno que rodea a esta pequeña localidad de 348 habitantes. Enormes montañas como el Villingadalsfjall (844 metros), el tercer pico más alto de Feroe, y elevados acantilados como el Enniberg son los monumentos naturales más representativos de la zona.

Otro de los acantilados más recomendables para observar la vida de las aves feroesas se localiza al noroeste de la isla de Streymoy, muy cerca de la localidad de Vestmanna.   Los Vestmannabjørgini  son un conjunto de grutas y acantilados que superan los 600 metros de altura a los que acuden cientos de miles de aves en verano para anidar. Frailecillos, araos y fulmares boreales son algunos de los pájaros más comunes que se pueden ver en estas gigantescas paredes de piedra a las que se llega en una de las excursiones en barco que se organizan desde Vestmanna.

Al norte de la isla de Streymoy se encuentra una población que, como suele pasar en Feroe, destaca más por su espectacular ubicación que por el valor en sí del pueblo. Dispuesta a lo largo de un valle, a orillas de una laguna flanqueada por enormes acantilados, Saksun tiene como principales puntos de interés una iglesia de 1858 y un interesante museo instalado en Dúvugarður, una granja del siglo XVII todavía en funcionamiento. No obstante, son las pateadas por sus alrededores las que dan engrandecen esta localidad de 10 habitantes.

Paralelo a Saksun, aunque algo más al norte, se localiza este pintoresco pueblecito de apenas 40 habitantes. Accesible en coche por una espectacular carretera que bordea el estrecho de Sundini, separación natural entre las islas de Streymoy y Eysturoy, Tjørnuvík se compone de un puñado de casas encajonadas entre montañas que van a morir a una estrecha playa de arena negra. Existe una ruta senderista que parte del pueblo y continúa montaña arriba hasta llegar a Saksun.

Entre las localidades de Lopra y Sumba, en la isla de Suduroy, se localiza uno de los acantilados preferidos de las aves feroesas.  Con sus 469 metros de altura, Beinisvørð es uno de los símbolos nacionales de Feroe.

Como llegar:

Existen vuelos directos a las islas Feroe desde Barcelona y Palma de Mallorca con Atlantic Airways

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