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RUTA BBVA | DÍA 4

Las esmeraldas, el mayor negocio antiestrés

Colombia domina el mercado de este mineral que simboliza tranquilidad y reposo

Una esmeralda colombiana en Villa de Leyva. / ÁNGEL COLINA

Boyacá

Las hay ligeras y pesadas, pequeñas y grandes, puras y exóticas... La comercialización de las esmeraldas es actualmente uno de los sectores más importantes de la economía colombiana. No siempre verdes, este mineral que buscan los ganaderos en las tierras cercanas a los ríos que surcan las montañas del departamento de Bocayá se ha convertido en un artículo preciado que sustenta las exportaciones del país.

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En 2014 las ventas de esmeraldas en el exterior fueron cercanas a los 1.400 millones de dólares. El 95% de la producción se destina a la exportación y solo el 5% se queda en Colombia, únicamente cuando se trata de piezas especiales que sirvan para preservar y conservar el patrimonio nacional. La caída en la explotación minera por la dificultad para hallarlas ha disparado los precios al no cubrir la demanda pero sin perjudicar los ingresos. “Todos los inversores del mundo saben que comprar hoy una esmeralda les garantiza que mañana tendrá más valor“, remarca Vílmar Novoa Bohórquez, presidente del Centro de Investigación y Conservación de la esmeralda.

Las esmeraldas colombianas, apreciadas por el comercio internacional. / ÁNGEL COLINA

El pueblo colombiano se siente cómodo con estos intercambios comerciales. Los indígenas, especialmente los indios de Somondoco, recurrían antiguamente al trueque. “Gente de toda Colombia venía a cambiar las esmeraldas por pieles o sal”, recuerda Novoa Bohórquez. Ahora vienen de otros países, sobre todo EEUU, Hong Kong, Tailandia y Japón. Su brillo, transparencia y pureza ha hecho que el 53% de la producción mundial de esmeraldas proceda de Colombia, seguida de países como Zambia, Afganistán o Brasil.

Sobre el poder y la fascinación de este mineral también existe mucha mitología. Según explica el también embajador de la esmeralda, los griegos ya las usaban antes de irse a vivir a cualquier sitio. Las colocaban al sol para que los destellos verdes limpiaran sus hogares. En América también los indígenas percibieron su capacidad para purificar todo el ambiente. “Ellos las metían en el agua para canalizar sus energías y la potencia del centro de la tierra porque la esmeralda es el jugo verde del reino mineral, es lo más semejante a la naturaleza. Por eso tener una es gozar de tranquilidad, de relajamiento. Son antiestrés”, sentencia.

José M. Romero

José M. Romero

Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...

 
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