De Serbia a Hungría por las vías del tren
Entre mil y tres mil inmigrantes llegan a la frontera húngara cada día

Los inmigrantes caminan por las vías de tren que van de Serbia a Hungría. / Joan Solés

Kelebia (Hungría)
Entre 1.000 y 3.000 inmigrantes procedentes de Serbia, Macedonia y Grecia llegan a la frontera húngara todos los días, a pie, bajo un sol de rigor y con temperaturas de 39 grados. A lo largo de 170 kilómetros, desde Croacia hasta Rumania, se les encuentra por todos lados.
Andan por la antigua vía estrecha del ferrocarril que unía la región serbia de Vojvodina con el condado húngaro de Szeged. Saben que la policía húngara les espera ahí. Por ello, muchos optan por desviarse, cruzando autopistas y carreteras, perdiéndose en los campos de maíz o de girasoles.
Kilómetros más allá, intentan superar la triple alambrada de un metro de alto que el gobierno de Budapest ordenó levantar en el mismo lugar donde existía la franja que marcaba el límite del viejo Pacto de Varsovia y separaba el antiguo régimen pro soviético de la Yugoslavia comunista.
Para aplastar la alambrada es suficiente un simple tronco de un árbol como pasarela. Sin embargo, los inmigrantes no llegan muy lejos. Si las patrullas de policía fronteriza no les cazan allí, lo hacen en los campos de cultivo interminables de la Panonia.

Serbia, punto de partida. / Joan Solés

Serbia, punto de partida. / Joan Solés
Las comisaría y cuartelillos de casi todas las poblaciones cercanas, desde Kelebia a Roszke, están llenas que inmigrantes que, una vez identificados, son trasladados en autobús a los campamentos cerrados que están instalando los militares.
¿Quiénes son?
“No somos emigrantes –nos explica Abdullah, médico de Alepo, en medio de la antigua vía estrecha del ferrocarril, a dos kilómetros de la frontera. Huimos de la guerra y de los campos de refugiados de Turquía. Pedimos solo un lugar seguro mientras el mundo decide cómo impone la paz en Siria. La mayoría queremos regresar a nuestro país”.
Asegura que solo los más fuertes han emprendido este viaje para salvar a sus familias. Atrás quedan los más débiles, parientes enfermos o ancianos cuya única esperanza es que estos exiliados lleguen a destino y puedan ayudarles desde Europa.
Entre ellos hay muchos universitarios, médicos, profesores e ingenieros con sus mujeres y niños de corta edad. No llevan equipaje, tan solo una mochilla o bolsa. Hay de todo. Pero la mayoría cuenta todavía con algo de dinero para comprar agua, comida, sandalias de plástico para andar y para mantener activos sus teléfonos móviles en el extranjero. Insuficiente, en cualquier caso, para otros gastos. La situación es diversa entre los afganos e iraquíes que se han sumado al éxodo sirio. Su aspecto es visiblemente precario y carecen de todo.
Angela Merkel tiene un problema
Casi todos los entrevistados en la vía estrecha hacia la Unión Europea afirman que su destino es Alemania y están convencidos que, si llegan, el gobierno de Berlín les concederá asilo.

Los migrantes que esperan llegar a Alemania. / Joan Solés

Los migrantes que esperan llegar a Alemania. / Joan Solés
Grecia, Macedonia, Serbia, Hungría y Austria solo son sus países de tránsito. Según las autoridades de Budapest en los últimos meses han ingresado en el país 135 mil y en ocasiones el flujo diario es de hasta 5 mil personas. El gobierno húngaro ha reforzado la presencia policial y ha desplegado unidades de intendencia del ejército, que levantan campamentos con centenares de tiendas de campaña y transportan agua o alimentos básicos.
Tras los primeros controles e identificaciones con sus huellas dactilares, cada vez más rigurosos, son trasladados y retenidos en otros campamentos, siempre cerrados y bajo vigilancia policial. Quien escapa es cazado en los campos de cultivo antes o después. Quienes protestan reciben porrazos o gases lacrimógenos. En las poblaciones del interior, a solo 20 o 30 kilómetros de la frontera, la vida sigue. Sin campamentos. Sin refugiados. Es el muro de contención alemán en Hungría. Con la complicidad del gobierno de extrema derecha del primer ministro Viktor Orban.




