Jeremy Corbyn ha logrado una aplastante victoria al imponerse como nuevo líder del partido laborista con el 59,5% de votos en la primera vuelta. Más de un cuarto de millón de simpatizantes, del más de medio millón que en total han votado, lo han hecho por quien se presentó a la elección como simple figurante. Ahora éste hombre, que unos elogian por la fidelidad a sus principios y otros acusan de dogmatismo, está dispuesto a provocar un terremoto en el laborismo británico. «Nuestro partido, nuestro movimiento, apasionado, democrático, diverso, está absolutamente decidido a lograr una sociedad más decente y mejor», ha dicho en su primer discurso tras la elección. A los 66 años, después de pasar más de tres décadas como diputado, este veterano del ala más izquierdista del partido quiere enterrar el «nuevo laborismo», de Tony Blair y Gordon Brown. Un radical, cuyo trabajo, constante e inmutable, ha sido siempre protestar. Se ha opuesto en infinidad de ocasiones a los conservadores y también a los líderes de su propio partido. Contrario a la modernización del laborismo, se enfrentó a Blair cuando la invasión de Irak. Ahora lo ha hecho contra los recortes y la política de austeridad de David Cameron. Su voz, marginal, minoritaria, clamaba en el desierto. Hasta ahora. Su nuevo reto es imponer disciplina entre unos diputados que le rechazan visceralmente y consolidar el apoyo de las bases. Para sorpresa de todos, Corbyn ha eclipsado durante los últimos tres meses de campaña a los otros tres candidatos,-Andy Burnham, Yvette Cooper y Liz Kendall, que aspiraban al liderazgo. Los tres rivales han crecido a la sombra de Blair y Brown. Pero han sido los puntos de vista del viejo socialista los que han conectado con una generación de jóvenes y militantes de izquierdas que no se sentía representada por la socialdemocracia laborista. Recibido en los mítines como una estrella de rock, la «Corbymanía» ha hecho furor, levantando olas de entusiasmo. Ha sido además el único candidato que ha sabido aprovechar los cambios en el sistema electoral, que ha permitido votar más o menos, a todo el que estuviera dispuesto a inscribirse a cambio de tres euros. El diputado por Islington Norte no es un personaje con especial carisma, ni tampoco un orador privilegiado. Su aspecto ascético, -camisa blanca, que deja ver la camiseta, pantalones holgados y sandalias- es el de un maestro de escuela jubilado. No tiene coche, va a todas partes en bicicleta y nunca ha buscado el enriquecimiento personal. «Hago lo que digo y digo lo que creo», afirma. Casado en tres ocasiones, padre de tres hijos, su participación en la competición por el liderazgo se consideraba casi figurativa. Algunos de los colegas que apoyó la candidatura para ampliar el debate interno ahora lo lamenta. Se ha dicho que Corbyn tiene más puntos en común con Podemos o Syriza que con el nuevo laborismo, aunque las diferencias con españoles y griegos también son notables. «Si sale elegido el partido camina hacia su aniquilación», ha advertido Blair. Los laboristas temen que después de la derrota traumática de las últimas elecciones con Ed Miliband, la designación de Corbyn les aleje aún más de la vuelta al poder.