Internacional

Escapar al control fronterizo. Objetivo: Múnich

Desde hace semanas la capital bávara afronta su mayor reto humanitario tras la II Guerra Mundial

Centenares de refugiados, a las puertas de la línea especial de autobuses de Múnich. / Carsten Koall Getty Images

Múnich

A escasos 30 metros de la parada de autobuses turísticos que ofrecen al viajero una visita inolvidable por las calles de Múnich ha comenzado a funcionar una nueva línea de transporte que ofrece un servicio especial. Tiene la particularidad de que no tiene hora fija de salida, no se cobra billete y tampoco para de funcionar de madrugada. Esta es una línea de autobús en la que solo viajan los refugiados. Sale de la estación central de ferrocarril de Múnich una vez que el vehículo está lleno, su destino final es un centro de acogida temporal para asilados. Desde hace semanas la capital bávara afronta su mayor reto humanitario tras la II Guerra Mundial.

Las autoridades locales denuncian sentirse sobrepasadas por la masiva llegada de inmigrantes y los números les dan la razón. No en vano, desde finales del mes de agosto han llegado a Múnich unos 63.000 refugiados, son más de los que toda la región, Baviera, recibió en todo el año 2014.

Desde el domingo, momento en que Alemania decidió reintroducir los controles fronterizos, el flujo de inmigrantes que han llegado a la estación central de Múnich se ha reducido de forma considerable. Siguen llegando familias con niños y menores que viajan solos de países como Eritrea, Afganistán o Siria, pero a cuentagotas.

La pasada noche unos 1.200 refugiados lograron llegar a Múnich. Entre ellos, Davud, un afgano de 34 años que viaja con su mujer y sus cuatro hijos. En un inglés precario explica que viajó en tren y autobús por Serbia y Hungría antes de alcanzar territorio alemán. Puntualiza que no ha pagado a las mafias y sonríe cuando se le pregunta si está feliz. Él y su familia tuvieron suerte porque los controles fronterizos no afectaron al vehículo en el que viajaban. Otros compatriotas corren menos suerte y son retenidos por la policía nada más dejar atrás Austria y entrar en Alemania.

En el tren procedente de Salzburgo que esta mañana a las siete llegaba a Múnich no viajaba ningún refugiado. De él se apeaban ejecutivos con gabardina, estudiantes, viajeros y trabajadores que se disponían a comenzar su jornada laboral. Todos los pasajeros tenían su pasaporte en regla, los “sin papeles” fueron obligados a bajarse del tren en la localidad alemana de Freilassing, muy cercana a Salzburgo.

“El tren salió con ocho horas de retraso y al llegar a Freilassing la policía les pidió la documentación y fue bajándolos del tren. Todos estábamos cansados pero no me quiero imaginar cómo estarían ellos y cuántos días llevarían ya viajando. Había muchas familias con niños y mucha gente mayor, las caras eran de pánico porque muchos no entendían ni alemán ni inglés y no sabían ni si estaban en Alemania”, cuenta a la SER Anna, una joven viajera que compartió vagón con los refugiados.

En esta zona fronteriza, las fuerzas de seguridad toman nota de los datos de los asilados, los apunta en un registro y los acomoda en un campo de refugiados. Algunos son devueltos mientras que otros esperan para ser reubicados en albergues temporales.

“El trato que les dispensan los policías y el personal de los trenes es muy respetuoso y amable pero el comportamiento del gobierno alemán es una catástrofe: no se puede decir primero que los refugiados son bienvenidos en Alemania y después establecer controles fronterizos”, criticaba Lars, un viajero alemán que compartió trayecto con decenas de refugiados entre Austria y Alemania.

 
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