Rajoy confía en que una amplia ventaja sobre Sánchez le blinde en Moncloa y en el PP
El PP considera que puede sumar entre 130 y 160 escaños el 20-D. Los populares creen que la clave fundamental para la continuidad de Rajoy es que el presidente le saque distancia suficiente al PSOE para sentirse legitimado. Se preparan para gobernar en minoría y miran hacia Ciudadanos. Asumen que Rivera apoyará a quien le ofrezca reformar la Constitución y acepte sus medidas anticorrupción

Rajoy y Pedro Sánchez, en una imagen de archivo en el Congreso de los Diputados / EFE

Madrid
Ganar pero no gobernar. Esa es la cuestión. Los populares creen que el PP será la lista más votada el próximo 20 de diciembre. Pero tendrán que ver si les salen las cuentas para seguir en la Moncloa. Es la cuarta vez que Mariano Rajoy se presenta a unas elecciones generales. Tras dos derrotas consecutivas cosechó una mayoría absoluta sin precedentes en su formación. Llegó a superar la de José María Aznar en el año 2000.
Pero el presidente del Gobierno sabe que tras los recortes y los escándalos de corrupción ya es imposible mantener esa posición. Sus colaboradores explican que para permanecer ahora en el poder necesita que confluyan dos circunstancias: obtener el mayor número posible de escaños y una distancia notable con aquella formación que quede en segundo lugar. Sólo así se verá legitimado para seguir al frente y pactar en sus propios términos. En la Moncloa siguen pensando que triunfará el bipartidismo y, por eso, el objetivo a batir es el PSOE.
Hubo un día en el que muchos barones autonómicos y cargos municipales reclamaron a Rajoy cambios para afrontar la convocatoria de mayo. Él sólo les aseguró la victoria. Al final esta no fue suficiente y muchos tuvieron que abandonar sus puestos. “Ahora le toca a él pasar el examen y ponerse en la piel de lo que vivieron los demás”, comenta un diputado.
Y para el día después, los conservadores manejan varios escenarios. Hay posibilidades de las que no quieren ni hablar, como una alianza de la izquierda que les descabalgue automáticamente o la posible derrota. En el PP hay quien pide a la dirección que no se confíe y esté en alerta ante cualquier escándalo que pueda asestarles un último golpe mortal. También alguno opina que los dos principales partidos se pueden quedar en tablas y que se verían obligados a pasar de nuevo por las urnas tan sólo unos meses después. Pero esperan que la situación política no llegue a complicarse tanto.
Pero hay otras opciones, algunas factibles. La gran coalición no suena imposible pero sí extraña. Sobre todo a estas alturas en las que a Rajoy se le ve muy molesto con el líder socialista. Tras el 24M las relaciones se han deteriorado mucho. Para el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez es “un desleal” del que ya no se fía.
En el PP creen que va a ser muy complicado cerrar un acuerdo firme de legislatura como el de Aznar en 1996 con CiU y PNV. Aunque un ministro se muestra convencido de que en esta ocasión también se podría contar con los nacionalistas vascos porque hay buena sintonía con ellos, a pesar de que le arrebataran la alcaldía de Vitoria a Javier Maroto.
La clave reside en la formación de Albert Rivera. Para empezar algunos populares temen no sumar con ellos para alcanzar la mayoría que se sitúa en 176 escaños. Y, de llegar, no saben si se podría materializar en una futura coalición. Otros, piensan que se podría gobernar en minoría y ponen de ejemplo el acuerdo de investidura que alcanzó Cristina Cifuentes en Madrid. ”Ese es modelo. Si ella pudo Rajoy, también”, indica un líder regional.
Pero en las filas populares hay quien considera que es un peligro porque al final Ciudadanos “bailará al son del que más le guste”, condicionando la actividad parlamentaria. “Y es que pueden paralizar cualquier ley si deciden apoyar al PSOE en vez de a nosotros. No podemos estar a sus expensas. Eso también puede provocar una gran inestabilidad”, explica un cargo de Génova.
En cualquier caso ahora mismo todos los ojos se vuelven hacia la formación naranja. Antes, el PP no quería criticarla para no elevarla de categoría. Ahora pasa al ataque. Empieza a apuntar que Rivera apoyará antes a Sánchez. Se habla de “noviazgo político” y se denuncia que están “haciendo ojitos televisivos”. Hay un giro en el discurso pero medido. Tampoco quieren entrar al cuerpo a cuerpo para que “sigan creciendo y sean aún más protagonistas”. De hecho Rajoy no entra a valorar ninguna cuestión sobre ellos. El otro día, en un foro informativo, dijo que él no estaba para hacer “elucubraciones”.
Escaños
Estas las hacen ya en el Partido Popular. Ahora mismo los populares cuentan con 185 diputados. Los más optimistas, que son los menos, dicen que se quedarán con 160. Los más pesimistas, hablan de 130. Esa es la horquilla en la que se mueven.
En la sede nacional del PP han hecho sus cálculos. Están convencidos de que Ciudadanos obtendrá un resultado “muy homogéneo” porque a diferencia de ellos no hay sitios donde tengan problemas. Pero no piensan que puedan lograr más de 25 o 30 diputados. Explican que su tirón está en las grandes capitales. “A tope pueden rascar 10 en Madrid (con el resultado de las autonómicas no pasarían de cinco pero lo valoran ya con el “subidón” de las catalanas), 5 por Barcelona, 4 en Valencia y Sevilla y 2 en Málaga, Zaragoza y Valladolid. En el resto uno”, cuenta un responsable popular. Dicen que en muchas provincias no obtendrían representación pero no saben si se pueden disparar por el efecto euforia.
Lo que dan por hecho es que entrarán en el Congreso la próxima legislatura por la puerta grande, con un grupo parlamentario significativo. “Es un partido emergente. Cualquier resultado será un triunfo. Pero tampoco vamos a olvidar que ellos venían a cambiar al país y no pensamos que se vayan a imponer a nosotros”, opina un senador.
En la dirección nacional del PP lo que sí han visto es que muchos de sus abstencionistas en las europeas, se han ido convirtiendo en votantes de Ciudadanos. Admiten a regañadientes que les está robando un trozo del pastel, como señala Aznar. Pero tratan de contrarrestar esa idea insistiendo en que al PSOE también y, sobre todo, poniéndoles la etiqueta de que son de “centroizquierda”.
La cabeza de Rajoy
Lo que todo el mundo se plantea en Génova es que pasará si a cambio de una alianza piden “la cabeza de Rajoy” y quieren a Soraya Sáenz de Santamaría u otro perfil similar. Por eso repiten que es muy importante que su presidente saque el mejor resultado posible. Rajoy dice siempre que hay que esperar “a los números” y es que estos van a ser determinantes a la hora de una negociación a la que ambas formaciones acudirán con sus condiciones.
En el PP dan por hecho que pueden surgir escollos al hablar de corrupción. Pero no, si el tema es Cataluña o la unidad de España porque defienden lo mismo. Y piensan que, al final, la reforma de la Constitución puede ser lo que incline la balanza de Ciudadanos hacia el PP o el PSOE. Algunos populares aplauden, en privado, que esta se lleve a cabo y opinan que este es uno de los puntos que pueden exigir, que le sirva a Rajoy de excusa para afrontar la situación sin más dilación.
A la hora de escoger, recuerdan que Rivera siempre ha dicho que iba a apoyar a la lista más votada y, en el fondo, esperan que se mantenga “fiel a ese principio”. Lo hizo en Andalucía con Susana Díaz y en mayo, a pesar de estar cortejado por todos, terminó también respaldando al PP en Murcia, La Rioja y Castilla y León. Con Rajoy sólo se ha hecho público que se viera una vez, en un almuerzo. Aunque muchos populares opinan que sería bueno que su jefe de filas retomara el contacto y le invitara ahora a la Moncloa para analizar los resultados de las elecciones catalanas.
Y que, de ese modo, poco a poco se vayan tejiendo las relaciones. En el Partido Popular dicen que Rajoy debe hacer lo posible por seguir. “Por España y también por el partido, que corre el riesgo de desintegrarse al día siguiente de que salgamos de la Moncloa”, comenta un cargo conservador. Además, creen que si quiere ser recordado por haber sacado al país de la crisis, no puede permitir pasar a la historia como el presidente que pasó de una mayoría aplastante a la nada más absoluta en tan sólo cuatro años.




