Como un pajarillo en las garras de Dáesh

Madrid

"Intentan aislarte. Te sientes un perdedor en una sociedad compleja y alguien viene y te dice que pueden hacer de ti un héroe. Es una visión de blancos y negros: Serás un siervo de Dios. Pero esos amigos que tienes no valen, déjalos. Tu familia es mala, tus padres también. Al final estás completamente solo y eres como un pajarillo en las garras de un gato”.

Este proceso, descrito por el alcalde de la ciudad belga de Malinas, es por el que pasaron, si él tiene razón, varios de los implicados en los atentados de París y Bélgica. Pensar en ellos como un indefenso pajarillo en manos de un gato, en este caso el grupo terrorista ‘Daesh’ u otros similares, puede parecer una metáfora desacertada. Pero no sólo es cómo lo ve Bart Somers, responsable de la única ciudad belga de cierto tamaño de la que no ha salido ningún combatiente unido a ese grupo terrorista en Irak o Siria. El proceso es el mismo que describe Dounia Bouzar, directora del ‘Centro para la prevención de las tendencias sectarias vinculadas al Islám’, dependiente del ministerio del Interior francés.

En una visita a Madrid invitados por la representación del Parlamento europeo, los dos hablan para La SER de su experiencia trabajando con jóvenes en riesgo de caer en las garras de este grupo, pero también con sus familias. “La familia -dice Bouzar- es el factor esencial de frenar la radicalización y acceder a la cabeza de estos chicos. El único miedo que tienen un terrorista es a su entorno familiar”. Bouzar cree que los métodos tradicionales empleados por el Estado son poco acertados, e incluso contraproducentes: “El Estado utiliza una vía de razonamiento religioso-ideológico, pero como a estos jóvenes les han convencido de que todo el mundo está contra el Islam, no es manera de afrontarlo”.

La familia es el factor esencial de frenar la radicalización. El único miedo que tienen un terrorista es a su entorno familiar

Quienes les captan, buscan a gente vulnerable a la que hacen caer en un estado de paranoia. Les hacen ver que su identidad como musulmanes es incompatible con la europea, les alejan de familia, profesores, amigos, el club de deportes, etc “y cuando la policía les pilla en la frontera o en el país al que van a luchar, es demasiado tarde, es muy difícil hacerles cambiar de idea”.

Describe un proceso en el que trabajan con las emociones negativas de aquellos a los que han seducido. El método que desarrolla el equipo de Bouzar va precisamente en esa línea de utilizar las emociones como vía de acceso a sus cabezas. 

Su centro ha recibido en un año de trabajo 9.000 llamadas de familias preocupadas por sus hijos. Bouzar es crítica con el papel del Estado francés, por ejemplo, que muchas veces es contraproductivo al centrar todo el esfuerzo en el campo de la seguridad. Y en eso coincide con alguien que trabaja a varios cientos de kilómetros de ella y con una frontera de por medio, Bart Somers, el alcalde de Malinas, en la parte flamenca de Bélgica. “Para prevenir la radicalización tienes que estar allí desde el principio -dice Somers-. Necesitas un padre, un amigo, un imam, tu instructor de boxeo, gente que está en tu vida de forma intensa y previene esa radicalización. Y eso sólo se puede hacer en una sociedad en la que haya confianza mutua, en la que te sientas parte de esa sociedad, en la que cuando vas a la policía porque tu hijo, tu compañero o tu amigo tienen ideas extrañas y sabes que la policía entenderá que lo primero no es coger y detener a esa persona, sino trabajar con ella para desradicalizarla”.

Gran parte de su esfuerzo como alcalde de Malinas desde 2001 ha estado centrado en crear ese entorno de confianza mutua. “Yo no veo la diversidad como un problema y la celebro. No tengo una especie de derecho primigenio porque mi familia sea desde hace 10 generaciones de aquí [Malinas] y el que acaba de llegar, en cambio tenga que adaptarse”. Somers concibe la sociedad de la diversidad como una fase nueva en la que todos tienen que adaptarse a una nueva forma de vida. Él quiere que todos los habitantes de Malinas (casio 80.000) se sientan partícipes de su sociedad: “Desde que llegué hace 15 años, he trabajado en dos vías: primero haciendo que ningún vecindario se convierta en un lugar sin ley y cuyos vecinos se sientan desamparados. Pero la otra es invirtiendo en construir una sociedad inclusiva, para que cada ciudadano se sienta valioso”. Que ese modelo funciona, lo explica el alcalde con lo que pasó cuando se creó ‘Sharia4belgium’, una organización extremista y fanática que ha impulsado el enrolamiento de muchos jóvenes belgas para unirse a Daesh en Irak y Siria. “Empezaron a reclutar jóvenes en Amberes, pero cuando llegaron a Malinas, fueron a un club deportivo muy famoso en Bélgica, y les echaron diciendo que allí no necesitaban gente así”.

Según los cálculos hechos por diferentes organismos, expertos y cuerpos policiales, Bélgica es el país de la Unión Europea del que más jóvenes han seguido esa ruta hacia la guerra en Oriente Próximo. Según los datos que proporcionaba a principio de año el ministro del Interior belga Jan Jambon, son 468 de los que hay constancia, de los que unos 215 son de Bruselas y 97 de Amberes. “Siendo provocativos, dice Somers, lo que tenemos es terroristas europeos, jóvenes europeos que van a otros países a cometer sus crímenes, y no al revés como a veces parece”. Y a esos jóvenes se les capta con un trabajo similar al de una secta, que él vincula a algo político y no teológico. Y por eso él pide una respuesta política. “Malinas no es el paraíso, tenemos nuestros problemas, pero los solucionamos en democracia y no fuera de ella; no hemos encontrado una solución mágica, pero después de 15 años si hemos demostrado que hay soluciones”.