La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, suspendida de su cargo por el Senado, ha afirmado que en el juicio político al que será sometida no estará en juego su mandato, sino el «futuro» del propio país. Arropada por quienes fueron sus ministros y colaboradores, Rousseff ha hecho un pronunciamiento en el Palacio presidencial de Planalto tras ser notificada de su suspensión y ha asegurado que sufre «la mayor de las brutalidades que se puede cometer contra un ser humano: castigarlo por un crimen que no cometió». Rousseff ha realizado un emocionado discurso pero supo mantener el temple para volver a denunciar lo que en su opinión es un «golpe», frente al cual pidió a sus partidarios que se mantengan «movilizados, unidos y en paz», porque «la lucha por la democracia no tiene una fecha para acabar». La mandataria, ya suspendida de su cargo durante los 180 días que puede durar el juicio político abierto por el Senado, aseguró que esa decisión abre «un momento decisivo para la democracia» y el «futuro de la nación», que es lo que se jugará en el proceso. Rousseff ha evitado la condición de «suspendida» y ha dicho que se dirigía al país en condición de «presidenta electa» por los 54 millones de votos que recibió en los comicios de 2014, cuando fue reelegida para el segundo período interrumpido hoy. Afirmó que «lo que está en juego ahora» no es su mandato, sino «el respeto a las urnas, a la voluntad soberana del pueblo y la Constitución», las «conquistas sociales de los últimos años», la «esperanza» de los más pobres y también la enorme riqueza petrolera descubierta en aguas profundas del océano Atlántico. Tal como ha hecho en los últimos meses, ha negado las acusaciones en su contra, fundamentadas en unas maniobras fiscales irregulares en que incurrió el Gobierno en 2014 y 2015, y aseguró que cuando se acusa a un gobernante sin pruebas, «en el mundo democrático se lo llama golpe». Además, ha insistido en que es objeto de un «proceso frágil, jurídicamente inconsistente e injusto, contra alguien que no ha cometido ningún delito» y ha reiterado que «no existe injusticia más devastadora que condenar a un inocente». También ha asegurado, en franca alusión al vicepresidente Michel Temer, que asumirá su cargo a partir de hoy, que «el mayor riesgo en este momento es que el país sea dirigido por los sin votos, aquellos que no fueron elegidos por la población y que no tienen legitimidad para enfrentar los desafíos» de Brasil. Rousseff ha advertido de que la gestión que encabezará Temer «podrá verse tentada a reprimir a quienes piensen distinto» y ha afirmado que ese nuevo Gobierno «será la gran razón para la continuidad de la crisis política» en el país. «Tengo orgullo de ser la primera mujer electa presidenta de Brasil» y «lucharé con todos los instrumentos legales para ejercer mi mandado hasta el fin», ha indicado Rousseff, quien ha apuntado que «el destino siempre» le reservó duros desafíos. Para ilustrarlo, ha citado «el dolor invisible de la tortura» que sufrió en su juventud en las cárceles de la dictadura, y el dolor de un cáncer que le fue detectado en 2009. «Conseguí vencerlos siempre, pero ahora sufro el dolor de la injusticia y lo que más duele es la injusticia, el percibir que soy víctima de una farsa jurídica y política» cuando «creía que ya no sería necesario volver a luchar contra un golpe», declaró con la voz a punto de quebrarse y casi con lágrimas en los ojos. No obstante, ha garantizado que «la lucha contra el golpe es larga, puede ser vencida y será vencida», pues «se le probará al mundo que hay millones de defensores de la democracia» en Brasil. «Nuestro pueblo sabe que la historia es hecha de lucha y que siempre vale la pena luchar por la democracia, que es el lado cierto de la historia», ha declarado Rousseff, que podría recuperar el cargo si fuera absuelta en el proceso que enfrentará en el Senado.