Política
5º ANIVERSARIO DEL 15-M

15-M: Qué pasó con los indignados

Cinco años después, entrevistamos a Jon y a Javier: dos caras de la indignación que vivió España con epicentro en la madrileña Puerta del Sol

Y descubrimos que los indignados no son cosa de ayer

El beso del 15-M. / Luis Álvarez

Jon Aguirre Such (31 años, arquitecto urbanista, San Sebastián, vive en Madrid)

Madrid

El Jon veinteañero no se separaba de su bigote, de su mirada exigente ni de sus ganas de pedir explicaciones. El de ahora, tampoco. Este donostiarra parece sacado de Cuéntame, pero en su versión modernizada. Y también ha hecho historia: fue uno de los cuatro indignados que eligió la revista Time para su Personaje del año en 2011 en representación de todos sus compañeros.

Jon Aguirre Such, fotografiado cinco años después del 15-M en la Puerta del Sol / M. Vega

Me encuentro con él en el mismo lugar, pero un lustro después: la Puerta del Sol tiene lo mismo de bulliciosa, pero ni rastro de acampadas ni de asambleas urbanas. La Plaza de la Solución, la llamaban.

Antes de todo eso, cuando la revolución de los indignados era solo un germen, nadie se lo imaginó. Ni siquiera ellos. "En nuestro horizonte más optimista pensábamos que iban a venir 10.000 personas". Las redes sociales, el boca a boca y diferentes plataformas ciudadanas hicieron el resto. De una de ellas, Democracia Real Ya, Jon Aguirre fue portavoz desde meses antes del 15-M. Fue entonces cuando empezaron a gestar la manifestación de mediados de mayo, a la que finalmente se unieron más de 60 ciudades bajo un lema común: "No somos mercancías en manos de políticos y banqueros".

Y el día llegó. "Fue una sensación irrepetible ver todo aquello. Sentí que estábamos haciendo historia con mayúsculas". Jon recuerda las llamadas de los medios, los abrazos de compañeros y desconocidos, los gritos de emoción. Todavía hoy le brillan los ojos al recordarlo. Pero también los momentos de bajón. Toda aquella efervescencia tenía su lado oscuro. "Me sentía muy presionado por todo lo que estaba sucediendo. De un día para otro pasé a ser una figura mediática. Me tocó, con 26 años, hacer algo que nunca había hecho. Y asumí el compromiso de dar la cara por muchísima gente para desmontar todos los prejuicios que algunos medios estaban generando. Me sentía muy presionado. Recuerdo que fue un reto enfrentarme a un plató de televisión con cinco tertulianos que me querían machacar". Le interrumpo para comentarle que ese vídeo está en YouTube, que lo he visto. Y me dice que todavía no ha sido capaz. Le da vergüenza. "Antes de esa entrevista llamé a mi madre llorando, preguntándome qué hacía ahí. He pasado por muchas etapas. Me llegué a sentir culpable. Pero ahora estoy muy en paz con todo aquello y muy contento de haber contribuido. Para mi generación, haber formado parte del 15-M es una de las cosas más importantes que nos puede pasar en la vida. Hemos sido testigos y artífices de la historia de nuestro país".

Desolación en el 15-M. / Luis Álvarez

¿Y qué queda hoy de todo aquello? Jon lo tiene claro: "Sin el 15-M no hubiesen existido nuevos partidos políticos como Podemos, pero tampoco se hubiera dado el empujón definitivo al tema de los desahucios ni se estaría planteando toda la batalla contra la privatización de la sanidad y de la educación. Hoy vivimos en una auditoría, en una fiscalización constante por parte de la sociedad. Dormíamos, y despertamos. El 15-M ayudó a dar visibilidad a muchos temas y a incorporar a mucha gente a esas luchas. Todo aquello supuso un cambio de conciencia y en el tablero de juego: hemos dado un salto cualitativo a nivel político y de capacidad crítica. Eso es algo que ni todos los titulares ni todas las tergivesaciones ni todas las mentiras de algunos medios nos podrán arrebatar".

Hoy, cinco años después, Jon Aguirre Such se dedica profesionalmente al urbanismo social y participativo, a su pasión: los barrios y el contacto con la gente. Sigue creyendo en la participación ciudadana como una herramienta de transformación social y política. Desde su empresa, Paisaje Transversal, quieren darles voz. "La transformación de la sociedad pasa por cambiar los entornos urbanos de las ciudades", explica. Escuchan a los vecinos, los verdaderos indignados suburbiales, para detectar problemáticas y propuestas para diseñar unas ciudades más justas, más sostenibles, más ecológicas, más solidarias. Ahora están trabajando en un plan de regeneración del madrileño barrio de Puente de Vallecas. Reconoce que trabajar con Manuela Carmena es más fácil. También colaboran con el Gobierno vasco, con el Ayuntamiento de Olot (Girona) o con el de Alcalá de Guadaíra (Sevilla).

Antes de irse, Jon recuerda que los cambios sociales tardan. Que confundimos la velocidad de las redes y la inmediatez de la información en Internet con los tiempos de los cambios sociopolíticos. Y pone un ejemplo: "Es como decirle a un bebé recién nacido que hable. Cinco años después ya empezamos a hablar: hemos aprendido algunas palabras, a articular discursos. Pero el resultado del 15-M lo veremos dentro de una generación".

Javier Sánchez (32 años, politólogo, trabaja como consultor para Podemos, Madrid, vive en Gran Canaria)

Cuando estalló el 15-M, Javier estaba estudiando Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid y a la vez trabajaba cada noche en la recepción de un hotel. Terminó la carrera, emigró a Mexico y después a Perú, donde trabajó como consultor político. En España, con sus estudios, "no valía para nada". Necesitaba demostrarse a sí mismo que podía trabajar en lo que había estudiado. Fue uno de los 57.267 españoles que emigraron en 2012. Y uno de los pocos que ya ha vuelto. Lo hizo el año pasado, y ahora asesora a Podemos. "Fue duro, pero me di cuenta de que si en algún momento me tengo que volver a marchar, no pasa nada". Pero eso es otra historia.

Javier Sánchez, cinco años después del 15-M en la Puerta del Sol. / M. Vega

Un día de mayo de 2011 le llegó al móvil un SMS de un amigo. Era la convocatoria masiva de la manifestación del 15-M. Por supuesto, se plantó en la Puerta del Sol sin dudarlo. Javier recuerda que allí no había colores políticos. "Me impactó mucho ver que estábamos todos allí. Eran los días previos a las elecciones autonómicas y municipales. Me encontré con mis hermanos, primos, amigos del colegio y del instituto, compañeros y profesores de universidad".

"En ese momento, tomamos conciencia de nuestra propia responsabilidad. El 15-M nos cambió la vida a todos. Marcó un antes y un después. Fue el comienzo del fin del bipartidismo en España", explica. Se sabe bien el discurso: suena a Íñigo Errejón, en las pasadas elecciones generales, cuando sentenció que esa nueva época había llegado. Javier y Errejón son de la misma quinta.

El grito del 15-M / Luis Álvarez

Cinco años después, Javier se sigue sintiendo indignado. "El 15-M fue el kilómetro cero de un camino del cual nos queda mucho por recorrer. Queda mucha cultura política y democrática por construir". Quiere más debate, quiere hablar más de política, quiere más pluralidad. Y no entiende a aquellos que ven raro el diálogo para formar gobierno. "Tenemos que participar más y mejor en la política. La democracia no es solo votar cada cuatro años". Sobre todo ahora, que votaremos por segunda vez en seis meses, en unos nuevos comicios con sondeos inciertos.

Para muchos fue un experimento político urbano. Para otros, un valiente movimiento de Internet a las plazas de toda España (y parte del mundo). Los indignados se adueñaron del espacio público y practicaron a plena luz del día el ejercicio asambleario. Quizá los millennials comenzaron a hacer de las suyas aquel 15 de mayo de 2011, trastocando los escenarios y las formas, presumiendo de su destreza digital, multipantalla y nomófoba, exigiendo personalización y nuevos valores. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que pueden ser la generación más crítica y exigente. Aquel 15-M, los millennials, con el apoyo de muchas otras generaciones, tejieron la mayor red social física de la historia de España.

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