La cruz de Michael Rasmussen
El danés se confiesa nueve años después de ser excluido por su equipo del Tour, cuando iba líder con más de 3 minutos de ventaja sobre Alberto Contador, por no haber sido localizado durante sus entrenamientos para pasar los controles antidopaje
París
El exciclista danés Michael Rasmussen reconoce no querer esconderse más en una entrevista publicada este lunes en el diario francés L'Equipe, nueve años después de su escandalosa salida del Tour de Francia, al que ahora acude como periodista.
El excorredor reconoció que necesitaba volver para reconciliarse con Francia, a la que no había regresado desde hacía 6 años. "Estaba tan asqueado que hasta dejé de beber vino francés", añadió el ahora cronista de la vuelta gala para el periódico danés Ekstra Bladet.
Rasmussen fue excluido por su equipo del Tour 2007 -cuando iba líder con más de 3 minutos de ventaja sobre Alberto Contador y a 4 etapas del final-, por no haber sido localizado durante sus entrenamientos para pasar los controles antidopaje y haber mentido a la hora de justificar esa incomparecencia.
"Pensé en el suicidio, pero también en Milo, mi hijo de un año. No podía dejarle sin padre", confesó acerca de su sonada exclusión del equipo Rabobank. "Estaba realmente desesperado porque solo iban a recordarme por ese episodio, y esa es mi cruz", declaró.
Apodado "el Pollo" cuando estaba en activo, el danés reveló al diario deportivo que "todos" en el conjunto holandés sabían dónde se entrenaba y que con su expulsión querían "salvar el equipo, las apariencias".
El exciclista, que ha reconocido abiertamente en el pasado que se dopó entre 1998 y 2010, había cargado contra su antiguo equipo en su libro Fiebre Amarilla (noviembre de 2013), donde acusó a sus compañeros de dopaje. Rasmussen dijo haber obedecido las órdenes de su equipo, y apuntó que aunque la prensa se ensañó con Lance Armstrong o con él, ellos no inventaron la EPO, solo eran "los representantes de una generación".
Cuando empezó su carrera, recuerda, corría tan limpio que se sentía culpable "solo con beber un Red Bull". Sin embargo, con el tiempo el dopaje se convirtió para el danés en un mal menor, en otro "parámetro que se podía optimizar, como la alimentación o el peso".
"Es el abuso de dopaje el que hace daño, no la EPO" defendió hoy, antes de puntualizar que pensar en la salud de uno cuando se baja un puerto a 90 kilómetros por hora, con 125 gramos de poliestireno en la cabeza, "no tiene sentido". "Para algunos la victoria será siempre más importante que la seguridad" señaló.
El maillot amarillo que ganó en el Aubisque, el último puerto de la última etapa del Tour que disputó, lo guarda en un armario. "Me recuerda que en 2007 era el mejor del mundo", confesó. Según Rasmussen, esa victoria es lo que le define en el fondo y también "el peor momento" de su vida.
Ahora siente "admiración" por el ciclista que fue, por la devoción que tenía por su profesión, por el sentido de sacrificio que lo "animaba". "Cuando me ponía la equipación de corredor, me transformaba, en otro mundo, era otra persona" reveló.