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Análisis

'Quiero ser': Un intento fallido de placer culpable al más puro estilo Telecinco

Sara Carbonero vuelve a Telecinco con este nuevo programa de entretenimiento

El equipo de 'Quiero ser' / Getty

Madrid

Y Sara Carbonero volvió a Telecinco. Lo hizo ante la atenta mirada de la audiencia que esperaba expectante ver el cambio de registro de la presentadora, pasando de informativos a entretenimiento. Y efectivamente, el tan ansiado cambio no se produjo. Apenas se la vio. Quiero ser no es el programa de Sara Carbonero. Quiero ser es el nuevo placer culpable de Mediaset España que, de tener un largo recorrido en la parrilla, sería gracias al buen hacer de Dulceida, Madame de Rosa y Cristo Báñez.

En 'Quiero ser' lo que menos importa es la moda, igual que en 'MYHYV' lo que menos se busca es el amor

No nos engañemos. Los coaches del nuevo espacio de Mandarina dan en el clavo y poco tienen que envidiar a sus homogéneos de Cámbiame. La baza de Quiero ser reside en el trío de profesores, que cumplen con las expectativas y, por el momento, prestan casi toda su atención en lo que a ellos verdaderamente les concierne: la moda, lifestyle y redes sociales.

Sin embargo, el hándicap de este nuevo programa de Telecinco es, paradójicamente, uno de los principales reclamos de la cadena: el conflicto. Cualquier persona que use de manera cotidiana redes sociales se dará cuenta que estos seis primeros perfiles se alejan de lo que muchos podrían tener en mente de una it girl/boy. Sin embargo, sirve para destapar el gran vacío que hay detrás de muchos de estos autodenominados ‘influencers’ gracias a pruebas simples y carentes de cualquier interés más allá de generar un conflicto personal entre sus participantes. Concursantes que, dicho sea de paso, probablemente se queden en el camino de ser unos verdaderos creadores de tendencia pero consiguen con creces generar contenido televisivo 100% Made in Mediaset.

En definitiva, un formato que va mucho más allá de la moda y las tendencias, y con el que se recupera la esencia de otros como Hotel Glam, Next (o incluso Pop Stars), adaptado a los formatos más contemporáneos.

Mediaset y su capacidad para retroalimentarse

No sólo es televisión generalista, es Telecinco. Por eso, a estas alturas a nadie le pilla por sorpresa que en Quiero ser lo que menos importe sea la moda, el estilo o el tan manido ‘lifestyle’, igual que tampoco importaba el amor en ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, Un príncipe para Corina o, por qué no decirlo, Mujeres y hombres y viceversa.

Lo que a Mediaset de verdad le importa en Quiero ser es seguir engrasando la maquinaria con la que alimentar después sus muchas horas diarias de producción propia de entretenimiento: Sálvame, El programa de Ana Rosa… Programas que sirven como paso intermedio en el que el grupo de comunicación se retroalimenta de sus propios contenidos y de paso hace su gran criba de cara a sus formatos ‘premium’: GH VIP o Supervivientes. Formatos que, paradójicamente, sirven después cómo principal fuente de contenido para los programas anteriores en una pescadilla que se muerde la cola de endogamia televisiva.

Los tres coaches, el gran acierto del programa

Por eso, aquí lo que menos importa es descubrir nuevos ‘influencers’ o It girls/It boys que sean capaces de suceder a la adorada Dulceida y compañía en el Olimpo de Instagram. Lo que verdaderamente importa es crear conflicto, generar contenido y dar forma a los nuevos personajes que en breves veremos rellenando minutos en el resto de sus programas.

Explotando la burbuja influencer

Una de las principales bazas con las que cuenta el programa (aparte de la ausente Sara Carbonero) es haber conseguido que grandes ‘estrellas’ de las tendencias, los blogs de moda y las redes sociales como Dulceida o Madame de Rosa den el salto a la televisión y se animen a buscar los que serán, primero sus aprendices y después sus sucesores. Sin embargo, el programa sirve para poner de manifiesto algo que hacía tiempo que necesitaba a gritos decirse en alto: hay vida más allá de Instagram.

Gracias (o por culpa) de muchos de estos denominados ‘influencers’, estamos asistiendo a una nueva vocación propia de esta generación: ser it boys/girls. Jóvenes con mucho amor propio e ínfulas de modelo/celebrity/diseñador de moda que aspiran a vivir de lo que las marcas le faciliten por aparecer en sus fotos de Instagram. Gente cuya obsesión diaria es alcanzar el mayor número posible de likes/follows en las redes sociales y que se piensa que su vida privada es de interés general.

Resulta paradójico que al final el programa sirva para exponer esta patología de la juventud actual y que a la vez sea gente como Dulceida, convertida en una empresa en si misma gracias a su esfuerzo, a su trabajo y a ser una de las pioneras en este nuevo sector, la que exponga tan descaradamente esta ‘burbuja influencer’ y de paso sirva para pincharla y sacar los colores a más de un imitador.

 
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