Pierre-Auguste Renoir (1841-1919) vinculaba la pintura y la vida, y esa vida se puede tocar, oler e incluso escuchar en los 78 paisajes, retratos, escenas de grupo o desnudos femeninos que muestra la retrospectiva «Renoir: Intimidad» que acoge el Museo Thyssen desde el 18 de octubre. Ya lo dijo su hijo, el cineasta Jean Renoir, que su padre «miraba las flores o las nubes como otros hombres tocan y acarician». Frente a la distancia de lo puramente estético o visual, las figuras de Renoir se tocan y se comunican. El artista evidencia su compromiso y empatía con aquello y aquellos que protagonizan sus cuadros. Guillermo Solana, comisario de la exposición y director artístico del museo, explica cuánto hay de «táctil» en la pintura del francés: «Es un pintor devoto de las texturas, de las telas -desde la muselina a los terciopelos- y le encantaban los lazos, las flores, las plumas, la hierba...». Mientras que «las figuras de Monet o Degas aparecen como desconectadas, físicamente desconectadas, mirando cada una en una dirección, como si hubiera entre ellas una barrera», explica Solana, «Renoir está obsesionado con reunir a sus figuras y en ello juega un papel fundamental la comunicación táctil: la figura que pasa el brazo o la mano detrás del hombro de otra es una constante». Y, aunque sus críticos califican su visión de edulcorada, sin tensión ni dramatismo, es difícil no sentir ganas de perderse en sus paisajes de Normandía o sus campos de trigo. Solana emplea otro ejemplo para hablar de la de la «calidez» y la «ternura» en la obra del impresionista: «Había un historiador alemán que decía: cuando Degas pinta un matrimonio, siempre da la sensación de que no se soportan o están a punto de separarse; cuando Renoir pinta una pareja, siempre sabemos que están felizmente casados o felizmente no casados, pero siempre están bien». Hombres y mujeres que enredan las manos en sus cabellos, tocan el piano, acarician animales, cosen, bordan, visten muselinas o terciopelos pueblan las cerca de 80 obras que cubren toda su trayectoria artística y todos los géneros que utilizó Renoir. La exposición muestra algunos de sus iconos como Después del almuerzo (1879), Almuerzo en el restaurante Fournaise (1869), un estudio del natutal de Le Moulin de la Galette (1875-1876), Baños en el Sena (1869) o Retrato de la mujer de Monet (1872-1874). La última sala de la exposición presenta la instalación «Un hermoso jardín abandonado», en la que el visistante podrá tocar la pintura de Renoir a través de una reproducción en relieve de su lienzo «Mujer con sombrilla en un jardín», y que también podrá escuchar y oler: hay tarros que contienen el olor de la hierba, las amapolas o los lirios que aparecen en el cuadro.