Tribunales
Violencia género

Nueve años de cárcel por violar a su pareja: "Verte llorar me pone cachondo"

La Justicia ordena la entrada en prisión de un hombre condenado a nueve años, siete meses y un día de cárcel por maltratar y violar a su pareja en una aldea cercana a Aranjuez hace tres años

Getty Images

Madrid

En octubre de 1987 los jueces del Tribunal Supremo dictaban una sentencia que, por primera vez en España, entonaba el ‘no es no’ en los casos de violaciones: no es necesario que una mujer muestre lo que denominaron entonces como “resistencia heroica” para entender que fue violada, siendo suficiente con que la agresión se produzca contra su voluntad. La credibilidad de una denuncia por violación dejaba, a partir de ese día, de depender del grado de oposición que hubiese mostrado la víctima.

Casi treinta años después, la Audiencia Provincial de Madrid y el mismo Tribunal Supremo han calcado estos argumentos para condenar a nueve años, siete meses y un día de cárcel a un hombre que golpeó a su pareja y después abusó sexualmente de ella hasta en dos ocasiones. Los jueces explican que la víctima “comprendió que toda resistencia era inútil y quiso evitar ser nuevamente agredida, por lo que no podía exigírsele una resistencia heroica”.

Los hechos ocurrieron en Madrid en los primeros meses de 2013: una joven de 19 años decidió ir a pasar el fin de semana con su pareja a una casa que sus padres tenían en Algodor, una pequeña población situada en Aranjuez que, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, tenía trece habitantes ese año. Una vez allí, según los hechos probados, ella le dijo que al día siguiente se iba de vacaciones con sus padres y él comenzó a agredirla a golpes mientras le decía que le “iba a matar”. Ningún vecino de la aldea escuchó sus gritos de auxilio, y fue violada por su pareja. A la mañana siguiente, su agresor volvió a violarla, asegurando que “verte llorar me pone cachondo”. No podía abandonar la casa en su estado ya que no tenía la llave de la cancela, y la valla medía más de dos metros.

La víctima tardó varios días en denunciar los hechos. Cuando, de camino a su lugar de vacaciones, contó la agresión a sus padres, paró para ser atendida en el hospital de Sanlúcar de Barrameda, pero le dijo entonces a los médicos que se había caído por las escaleras. En una segunda visita al hospital de Jerez de la Frontera, la joven ya se decidió a denunciar.

Una oposición “inútil” a la violación

En una sentencia a la que ha tenido acceso la Cadena SER, los jueces del Tribunal Supremo confirman en esencia la condena que impuso a este maltratador la Audiencia Provincial de Madrid en febrero, aunque rebajando ligeramente la pena de cárcel. Nueve años, siete meses y un día de prisión, además de una orden de alejamiento de 500 metros que lleva vigente desde el comienzo del proceso judicial. Una condena de cárcel que, según fuentes del caso, está pendiente de cumplimiento: la Audiencia Provincial ha abierto el plazo para que el condenado ingrese en prisión voluntariamente.

Fueron los jueces de la Justicia madrileña los que, en una sentencia cuya ponente fue la magistrada Lucía Torroja, avalaron la versión de la víctima junto con el testimonio de médicos, psicólogas y sus propios padres. Si en su segunda agresión no presentó “resistencia activa” fue por “los golpes que había recibido el día anterior y el miedo que tenía”, asegura la sentencia, añadiendo que la víctima “comprendió que toda resistencia era inútil y quiso evitar nuevamente ser agredida, por lo que no podía exigírsele una resistencia heroica”. Si la joven no se opuso a la segunda violación “activamente” no fue por prestar su consentimiento, sino por miedo: el propio acusado “había configurado con sus actos una situación ambiental en la que la víctima valoró como inútil una posible oposición”, al no poder huir de la casa ni tampoco pedir auxilio en una aldea prácticamente despoblada y a varios kilómetros de la localidad más cercana.

Tanto los médicos que atendieron a la joven en Andalucía como las psicólogas y sus padres ratificaron su versión de los hechos, mientras que según los jueces el condenado mostró una versión “incoherente, contradictoria e inverosímil” cambiando su versión de los hechos varias veces, existiendo incluso correos electrónicos posteriores en los que reconocía haber pegado a la joven. Una de las psicólogas aseguró en el plenario que la joven “tenía miedo hacia él” y también que “pensaba en él como una víctima, se sentía culpable y le echaba de menos”, todo situaciones compatibles con la violencia de género.

El número para denunciar la violencia de género es el 016 y no deja rastro en la factura. 

 
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