«Las tres bailarinas», de la Tate de Londres, «Mujer peinándose», del Moma, o «Desnudo de pie junto al mar», procedente del MET, son tres de las 180 obras que acoge «Piedad y terror en Picasso. El camino a Guernica», la exposición con la que el Museo Reina Sofía conmemora los 80 años de la icónica obra de Picasso y los 25 de su llegada al museo que dirige Manuel Borja-Villel. La obras proceden tanto de los fondos del Museo Reina Sofía como de una treintena de instituciones y colecciones privadas de todo el mundo y a través de ellas se construye el relato de las circunstancias personales e históricas, además de la transformación artística que experimentó Picasso a partir de finales de los años 20 que le llevaron a componer el mural que le encargó el gobierno de la II República. ‘Piedad y terror en Picasso’ plantea un viaje desde el inicial optimismo e intimismo del cubismo en la obra del pintor malagueño hasta la búsqueda de una nueva imagen del mundo -entre la belleza y la monstruosidad- en los años 30, marcados por la irrupción de movimientos como el fascismo o la Guerra Civil española y con la II Guerra Mundial en ciernes. Para Rosario Peiró, codirectora de la muestra junto a Borja-Villel, la exposición recorre “la obra de Picasso desde finales de los años 20 hasta desembocar en Guernica: es un estudio de la concepción pictórica y del espacio en Picasso, enseñando que Guernica es parte de la evolución de la obra global del artista, incluso después de realizarla”. La tesis de la muestra es “esa evolución del interior al exterior, de lo íntimo a lo público, algo que no se ha hecho en los últimos años, y es una tesis que publicó Timothy J. Clark hace tres años y movió las bases de la crítica”. Precisamente, Timothy J. Clark es, junto con Anne M.Wagner, comisario de la exposición, y señala que antes de 1937, la obra de Picasso no tenía dirección, estaba perplejo por los acontecimientos y el terror, el miedo y la muerte se convierten en su tema. Lo plasma en algunas de sus obras, como el cuadro «Las tres bailarinas» y es ahí donde empieza el terror en sus obras” Para Anne M. Wagner, Picasso «estudia a las mujeres de una manera diferente. Hay una transformación de su pensamiento. Dibuja a las madres sufridoras y las dibuja incluso como un arma, sus pechos dejan de ser parte del alimento para ser armas». Cree Wagner que la fascinación por Guernica se debe a que «no hay hombres y esa es la razón por la que el cuadro ha atraído de forma poderosa al público en el siglo XX y ha comunicado tanto. Hizo una obra de sufrimiento de madres, niños y animales». Para Bernard Ruiz-Picasso, la obra de su abuelo puede provocar “un proceso de reflexión sobre la vida y el estatuto del humano en nuestro civilización” y, preguntado acerca de la polémica acerca de si Guernica debería estar o no en el Museo del Prado, sostiene: “Yo no vivo aquí en España, sólo soy un miembro más de la familia Picasso y lo que me importa es que la gente vea el cuadro; en las polémicas entre directores de museos no voy a entrar, pero a mí me parece que Guernica está fenomenal aquí, en el entorno de toda la colección de arte moderno en el Reina Sofía”. Dice Manuel Borja Villel que Guernica, de Picasso, es «la certificación de un naufragio que se consumará dos años después con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, pero también una toma de conciencia sobre la necesidad de vernos a nosotros mismos como una identidad política en resistencia». En su opinión, Guernica es “la gran escena trágica de nuestra cultura”. “Hemos visto su reproducción”, explica Borja Villel, “en pancartas, camisetas, parodias, carteles callejeros, grafitis y todo tipo de soportes destinados a hacer de la imagen una voz de denuncia contra la represión estatal o el ataque armado a cualquier población civil (…) pero Guernica “es tal vez el primer antimonumento de la Historia, y probablemente eso lo ha convertido en el gran icono del siglo XX”. El director del museo ha señalado que Guernica no será restaurado estructuralmente, aunque la dirección del museo estudia la posibilidad de limpiar el barniz con el que viajó a España en los 80, un barniz que se encuentra oxidado actualmente.