Una genialidad de Benzema mete al Madrid en otra final de Champions

Madrid

Agarró la pelota Benzema pegado a la línea de banda a escasos metros de la esquina. Le siguió Savic y por allí acudió también Gabi. El francés, que recibió de espaldas al campo, se dio media vuelta y se fue a la línea de fondo. A Savic y Gabi se le unió también Giménez. Acorralado y sin escapatoria, Karim tiró de ese sosiego que tanto se le critica para salir de esa ratonera.

Un sutil toque con su pie derecho, otro con el izquierdo sobre la línea de cal, y se quitó a los tres de encima. Ya sin nadie al frente, levantó la mirada y mandó la pelota a Kroos, solo en el centro del área. El tiro potente del alemán lo consiguió ahuyentar Oblak, pero no lo hizo con el de Isco, que cazó el rechace y la envió dentro de la red.

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Era el minuto 43 de partido y el Madrid vio abrise en dos el cielo. Porque hasta entonces el equipo de Zidane fue uno diminuto dominado de arriba a abajo por un equipo gigante, el Atlético de Madrid.

Un bloque milimétricamente diseñado por Simeone, con tres centrales, Giménez, Savic y Godín. El plan, ya lo dijo el Cholo ayer, era salir fuertes. Y vaya si lo hicieron. Fuertes y certeros porque se acababa de cumplir el primer cuarto de hora y el Atlético ya iba 2-0 arriba en el marcador.

El primero lo firmó Saúl Ñíguez, goleador de grandes citas, con un remate de cabeza después de un saque de esquina botado por Koke. Y el segundo, cuatro minutos después, llegó desde el punto de penalti. Lo tiró Griezmann. Pero se lo hicieron a Fernando Torres, que esta vez jugó de inicio. Una torpeza de Varane que metió el nervio en el cuerpo a todo el madridismo, tan tranquilo como llegó con esa renta del 3-0 de la ida que parecía insalvable.

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Así estaba la cosa en el minuto 15. Con el Atlético a un gol de empatar la eliminatoria, con el Madrid aterrado y hecho un ovillo en su área. Y con el Calderón convertido en una auténtica caldera.

Ese enloquecimiento en la grada se convirtió en desquiciamiento en la cancha. Y el árbitro, lejos de apagar el fuego lo avivó. El turco Çakir se dedicó a sacar tarjetas amarillas a diestro y siniestro. La vio Godín a la media hora de juego por un cabezazo a Cristiano. En la misma jugada la vio Ramos por protestar al árbitro. Minutos después fue el turno para Godín, también por reñir de manera airada al árbitro. Y antes ya las habían visto Danilo y Savic. Un desquiciamiento general que terminó cuando Benzema inventó esa obra de arte e Isco marcó el gol. Un golpe que dejó noqueado a todo el Calderón.

El segundo acto pareció otro partido. Porque el Atlético, deprimido, vio la montaña ya demasiado alta -de nuevo tres goles-. Porque en el Madrid Modric e Isco se pidieron la pelota para ellos y porque hubo más sosiego.

Aún pudieron llegar más goles. En un uno y otro bando. Tuvo dos ocasiones Cristiano, en el punto de mira de la afición rojiblanca después de haberle mandado callar tras el gol de Isco en un gesto bastante feo. Y también el Atlético, que tuvo una doble ocasión, primero Carrasco, y después Gameiro, en un jugada en la que Keylor Navas, hoy gigantesco, reclamó su parte de este nuevo éxito del equipo. 

El Atlético ganó el partido, el último en Europa del vetusto Vicente Calderón, y se acercó a la machada, pero el Madrid hizo buena la renta de la idea (3-0) para meterse en una nueva final de Champions, la 15º de su historia. 

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El equipo blanco aspirará en Cardiff el 3 de junio a ganar su Duodécima y ser el primero equipo en la historia en ganar dos Champions seguidas. Enfrente tendrá a la Juventus de Buffon, Dybala y Higuaín entre otros.