La presión obliga a Trump a condenar a los supremacistas
Tras 48 horas de críticas, el presidente de Estados Unidos se ha visto obligado a responsabilizar a los neonazis de la violencia desatada en Charlottesvile (Virginia)
Dos días después del ataque en Virginia, Donald Trump ha condenado de forma rotunda los hechos
Nueva York
Donald Trump ha resistido durante dos días las presiones para que condenara a los grupos supremacistas blancos de la violencia desatada el sábado en la ciudad de Charlottesvile (Virginia), que se saldó con el fallecimiento de una joven de 32 años atropellada por un manifestante de ideología fascista.
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El aluvión de críticas recibido por su Administración y numerosos miembros del Partido Republicano le han obligado a poner fin a la ambigüedad con la que ha pretendido mantener el apoyo que los radicales le dieron para llegar a la Casa Blanca.
"El racismo es el mal y aquellos que causan violencia en su nombre son criminales y matones, incluyendo el KKK, los neonazis, supremacistas blancos y otros grupos de odio que son repugnantes a todo lo que queremos en Estados Unidos", ha dicho Trump, sobre este suceso que le ha hecho volver a Washington antes de lo previsto.
Esta condena expresa a los grupos racistas que todavía persisten en Estados Unidos supone un punto de inflexión en un discurso político plagado de insultos a inmigrantes y minorías. Los radicales apoyaron su idea del ‘América Primero’ y él les correspondió con una condena de la violencia “de muchas partes".
Pero la muerte de Heather Heyer arrollada por James Alex Fields, un joven de 20 años de extrema derecha natural de Ohio, ha pesado demasiado en la balanza que intentaba mantener Trump. Sus propios seguidores le han metido en la crisis más complicada que ha tenido que atravesar desde el pasado mes de enero. Ha perdido.
En los últimos dos días, los suyos le han ido abandonando. Primero fue su consejero de Seguridad Nacional, el general H.R. MacMaster, quien culpabilizó sin dudas a los extremistas, como también hizo el vicepresidente, Mike Pence, en viaje oficial en Colombia.
La distinción más llamativa fue la del fiscal general, Jeff Sessions, que a pesar de tener un pasado repleto de acusaciones de racismo, fue el más duro al calificar el suceso de terrorismo. Así como el desmarque protagonizado por Ivanka Trump, hija y asesora del presidente, en su condena a los neonazis.
Lo sucedido en Charlottesville también pone de manifiesto la fractura que existe en el círculo más cercano de Trump entre las figuras tradicionales del Partido Republicano y los “nuevos” llegados de la mano del presidente. Estos últimos son el jefe de Estrategia, Steven Bannon, y los asesores Steven Miller y Sebastián Gorka. Los tres simpatizan con las ideas supremacistas que han devuelto la violencia racial a las calles de Estados Unidos. Las peticiones de dimisión contra ellos se multiplican.
Según las cifras de la organización Southern Poverty Law Center, en Estados Unidos existen en la actualidad 917 grupos que fomentan el odio racial en sus distintas expresiones. La llegada de Trump ha despertado a los más antiguos y conocidos. Aquellos que creen en la supremacía de los descendientes de los europeos sobre el resto de inmigrantes que llegaron después.