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Colonias israelíes, la imagen de la ocupación

Más de 150 colonias israelíes se reparten por Cisjordania y Jerusalén Este. Unas 600.000 personas viven en ellas y el número sigue creciendo. Para la comunidad internacional estos asentamientos son uno de los mayores problemas para la resolución del conflicto.

Entrada al asentamiento ilegal de Neve Danyal en Cisjordania / Wikimedia Commons

Entrada al asentamiento ilegal de Neve Danyal en Cisjordania

Colonias israelíes, la imagen de la ocupación

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Asentamiento de Neve Erez, Cisjordania

El paisaje deja sin habla al recién llegado: el desierto, el mar Muerto hasta las costas jordanas y al otro lado los límites de Jerusalén. A primera vista, las 25 familias que residen en Neve Erez parecieran una comunidad que ha decidido alejarse de la ciudad para vivir en el disfrute del silencio, el respeto por la naturaleza, el amor por la música y la agricultura ‘bio’. Pero el discurso de Noam Cohen, uno de los fundadores del lugar hace 18 años, resitúa rápidamente al visitante. Neve Erez es un asentamiento israelí establecido en tierra palestina, una colonia ilegal a ojos del derecho internacional.

“No vine aquí por ideología pero no me supone ningún problema vivir en este lugar. Estoy convencido de que histórica y bíblicamente es la tierra de Israel”, explica.

En junio de 1967 Israel ganaba la Guerra de los Seis Días y se hacía con el control de los territorios palestinos de Cisjordania, Jerusalén-Este y Gaza, los Altos del Golán sirios y la península egipcia del Sinaí. En Cisjordania y Jerusalén-Este, posteriormente anexadas, las colonias israelíes han ido avanzando en estos últimos años de forma paulatina pero inexorable pese a las críticas internacionales. Actualmente, cerca de 400.000 colonos viven en Cisjordania y otros 200.000 en Jerusalén oriental, según cifras de organismos de Naciones Unidas y Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) israelíes.

Neve Erez tiene la particularidad de ser ilegal no sólo para la comunidad internacional, sino también para el gobierno israelí, que no le ha otorgado los permisos necesarios. Es lo que en Israel se conoce como “outpost”. En total hay más de un centenar de “outposts” en toda Cisjordania.

“Si este lugar sigue siendo ilegal y el gobierno no nos da los permisos necesarios es debido a la presión internacional. El gobierno sufre críticas internacionales y no sigue construyendo en estas zonas”, lamenta Cohen.

Sin embargo y pese a su condición de ilegalidad, las 25 familias que viven en Neve Erez cuentan con suministro de electricidad, agua, servicio de recogida de basura y seguridad cuando la necesitan. El ejecutivo del primer ministro Benjamin Netanyahu ha respaldado financiera y políticamente los asentamientos. Desde principios de año, coincidiendo con la llegada al poder de Donald Trump en Estados Unidos, el gobierno israelí ha autorizado varios miles de viviendas en colonias ya existentes en tierra palestina.

Cohen se defiende con dureza de aquellos que consideran a los habitantes de las colonias la principal barrera para una futura paz entre israelíes y palestinos.

“No somos obstáculo para nada. Este no es un conflicto de fronteras, es religioso y es anterior a la guerra de 1967. La Organización para la liberación de Palestina (OLP) se creó antes de esa fecha. ¿De qué o de quién querían liberarse si entonces aún no existía lo que llaman ocupación? De nosotros, de la existencia misma de Israel”, apunta.

Las razones que llevan a una familia a instalarse en Cisjordania son en gran medida nacionalistas y religiosas pero también financieras.

Fue el caso del chileno Daniel Goldzweig, que reside en el asentamiento de Tel Tzion desde hace seis años. Tiene ocho hijos y llegó a esta colonia porque quería instalarse en Israel pero le resultaba imposible, por razones financieras, hacerlo en una ciudad como Jerusalén.

“Además de eso también tengo motivaciones religiosas. Este es un territorio conquistado en 1967. Diga lo que diga la ONU es parte de Israel”, afirma.

Para otros colonos, las razones son esencialmente espirituales. Esther Sternburg recuerda que siendo una niña intentaba ver el muro de las Lamentaciones encaramada a una muralla, cerca de la puerta de Sión de la ciudad vieja de Jerusalén. Entre 1948, año de la creación del Estado de Israel, y 1967 los judios no podían acceder a este lugar que se encuentra en la parte Este de Jerusalén. Tampoco había judíos residiendo dentro del casco histórico de Jerusalén.

Hace 28 años Esther Sternburg cumplió su sueño y se instaló en el corazón del barrio musulmán de la ciudad vieja, cerca del lugar del que fueron expulsados sus padres en 1948. Desde su apartamento en el que todas las ventanas tienen rejas y donde llevan años siendo objeto del rechazo y desprecio de sus vecinos, crecieron sus nueve hijos.

“Somos un pueblo de soñadores. Los árabes no pueden entendernos y no nos quieren aquí de ninguna manera. Pero estamos y estaremos porque nuestra fuerza no es física sino espiritual”, asegura.

Y si mañana se llegara a un acuerdo para la creación de un Estado palestino en estas tierras, ¿qué pasaría con estos asentamientos y sus habitantes?

“Si sucediera por supuesto me iría. No quiero ser un extranjero. Vinimos aquí para tener una casa en este lugar, nuestro lugar histórico y bíblico”, afirma Cohen.

“Si el gobierno israelí determina que hay que salir de aquí me guste o no me iré”, corrobora Goldzweig.

Esther Sternburg parece no comprender el significado de la pregunta. “Es bueno para todos, para el mundo entero, que nosotros, los judíos, estemos aquí”, se despide.

 
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