«Macron, presidente de los patronos», «No al derecho laboral de Cromanon». Así rezaban algunas de las consignas de los manifestantes de París contra la reforma laboral que aprobará el Gobierno francés el 21 de septiembre. Decenas de miles de personas -25.000 según la policía y 60.000 según los sindicatos- desfilaron entre la plaza de la Bastilla y de Italia esta tarde en el primer test social contra esta ley, la madre de las reformas que pretende llevar a cabo el nuevo jefe del Estado. La capital reunió la mayor de las 150 concentraciones que se convocaron en Francia. Todas ellas se desarrollaron en ambiente festivo, con cánticos y bromas. Sólo la lluvia intermitente aguó a ratos la fiesta. Ferroviarios, personal hospitalario, de los aeropuertos y estudiantes... Pocos representantes del sector privado. “Macron, mira a los holgazanes en Marcha”, se leía en una banderola. Una referencia a los comentarios del presidente de la República que recientemente aseguró que “no cederá”, “ni ante los vagos, ni los cínicos, ni los extremistas”. El Elíseo se ha esforzado por aclarar que no se refería a los franceses, sino a los políticos que durante décadas se han negado a hacer reformas. “Resistiremos hasta el final” declaró al comenzar la manifestación parisina Philippe Martinez, presidente de la CGT, la mayor central convocante. Emmanuel Macron tiene la “legitimad del Presidente elegido” pero “no tiene derecho a destruir la protección social”, dijo a los periodistas en la Plaza de la Bastilla. Martinez considera prácticamente concluida la concertación con el Gobierno. No así la CFDT, desde primavera el primer sindicato de Francia. Su líder, Laurent Berger, admite la necesidad de reformar la segunda economía de la UE que produce paro en masas y excluye del mercado de trabajo a los menos formados. «Daremos la batalla en las empresas por nuestros derechos», aseguró Berger en FranceInfo. “El sindicalismo no sólo es organizar manifestaciones”, añadió. La jornada de paros es la primera prueba en la calle para el presidente Macron, “Reformar el mercado de trabajo, transformar la formación de los desempleados, todo lo que ha hecho que se dude de Francia durante décadas, lo vamos a hacer sin brutalidad, con calma”, ha reiterado. El presidente cree que el actual código de Trabajo, con más de 3.300 páginas, “protege mucho a los que están dentro del sistema, a los que tienen un contrato estable, pero al precio de la exclusión completa de los otros, los jóvenes y de los menos cualificados. Los empresarios se quejan de la extremada rigidez del mercado laboral en Francia y una muestra de ello es que el 80% de los contratos en Francia son limitados. La reforma, concertada con los sindicatos durante todo el verano, introduce la posibilidad de negociar en las empresas de menos de 50 trabajadores sin pasar por los sindicatos, sorteando los convenios sectoriales. Se fusionan los órganos de representación de los trabajadores en las empresas. Además se ponen techo fijo a las indemnizaciones por despido improcedente, que hasta ahora se decidían, con amplia discrecionalidad, en los tribunales laborales. En contrapartida se amplía un 25% la indemnización de los despidos procedentes. La ley que sólo irá al Parlamento para su ratificación, facilitará el despido en los grupos internacionales (al bastar con demostrar que la situación económica de la filial francesa tiene dificultades). La reforma laboral se completará con otras medidas de calado, como la reducción de las contribuciones sociales de los trabajadores (lo que supondrá un aumento neto del sueldo) y la tasa de habitación para el 80% de los franceses (que pagan en el Hexágono los inquilinos). En los planes del Gobierno francés también está la ampliación de la cobertura de paro para los autónomos y la unificación de sistemas de pensiones para eliminar los privilegios.