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Ocio y cultura

Kike Ferrari o el rencor de clase de un escritor 'proleta'

El argentino retrata en su novela 'Que de lejos parecen moscas' a quienes se hicieron ricos al amparo de la dictadura y reivindica la cultura que produce la clase trabajadora

Kike Ferrari en una imagen de archivo. / Eitan Abramovich (Getty Images)

Madrid

"Es un rayo negro que cruza la General Paz a las siete de la mañana y va dejando miradas de asombro y envidia a su paso. El señor Machi siente como una caricia esas miradas celosas de su suerte que chocan contra la carrocería del BM que pasa como si se deslizara por el asfalto..."

Así comienza la novela 'Que de lejos parecen moscas' (Alfaguara), del argentino Kike Ferrari. La historia de un tipo que acumula dinero, poder y desprecio a partes iguales, un tipo que se queda tirado en una cuneta con ese BMW que parece un rayo negro y descubre que lleva un cadáver en el maletero. 'Que de lejos parecen moscas' es la radiografía una clase social podrida: "la nueva burguesía construída a partir de los negocios en la dictadura y que se acomodó bastante bien al juego democrático en la Argentina". Así habla su autor de esta historia protagonizada por un hombre cuyo apellido, Machi, "curiosamente es muy parecido al apellido del presidente de mi país (Macri), que es un claro ejemplo de esta burguesía no ilustrada de la que hablo en este libro'.

En esta novela de Kike Ferrari hay toneladas de machismo, prostitutas, matones, cocaína, corbatas de Armani y mecheros Dupont, pero también está Borges o 'Las palabras y las cosas' de Foucault, y eso que algunos llaman conciencia de clase pero Ferrari llama directamente rencor: "Yo odio a la patronal, la odio, odio al capital, no es solamente una cuestión de conciencia o de justicia, yo odio a la gente que vive del trabajo ajeno, no personalmente a cada uno, pero sí como clase. No tengo ningún problema con el odio".

Kike Ferrari en su trabajo en el metro de Buenos Aires.

Kike Ferrari en su trabajo en el metro de Buenos Aires. / Eitan Abramovich

Galardonado con el Premio Casa de las Américas y por la Semana Negra de Gijón, Kike Ferrari no vive de la literatura, aunque quizá podría, pero dice que no quiere que alimentar a sus hijos dependa de si escribe o no escribe libros. También habla de independencia y de escribir el libro que quiere en los plazos que quiere. Ferrari trabaja por las noches como limpiador en el metro de Buenos Aires. Le preguntamos si no está harto de que eso acabe siendo el titular de todas sus entrevistas: "No, a mí me tocó ser el pitufo proleta y no pasa nada con eso, me sirve para que los libros dialoguen con más gente y me sirve para hablar de trabajo, para decir que las musas no juegan, que escribir es un trabajo y que los trabajadores escribimos, que hay un montón de nosotros produciendo cultura y me parece que si hay que decir algo interesante, probablamente lo tenga que decir la clase trabajadora".

Dice Ferrari que no hacemos nada solos, ni siquiera escribir, y que ese asunto de la construcción colectiva de la identidad individual es un tema presente en toda su obra, también en la novela que acaba de terminar y que está a punto de publicar. Se titula, de momento, 'Todos nosotros' y es la historia de "un activista político de izquierdas en la Argentina del año 85 que toma un montón de pastillas y en un momento se le suelta la chaveta; durante 48 horas se dedica de corrido a leer La Historia del tiempo de Stephen Kawking y a ver Terminator. Y decide que va a hacer una máquina del tiempo para viajar a 1940 y matar al asesino de Trotsky. De eso va la novela".

 
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