El español de Fernando Iwasaki
El escritor peruano publica 'Las palabras primas', ensayo que indaga en el origen y las diferencias de nuestra lengua
Madrid
¿Hablamos mejor ahora? ¿La lengua forma parte de una identidad común? ¿Su valor depende de los millones de hablantes que tenga? ¿Cómo influyen las nuevas tecnologías en el uso que hacemos de las palabras? Sirviéndose del ingenio y buceando en las raíces del idioma, el escritor peruano Fernando Iwasaki intenta dar respuesta a algunas de estas preguntas en "Las palabras primas", galardonado con el IX Premio Málaga de Ensayo, y que publica Páginas de Espuma.
El escritor peruano, de ascendencia japonesa, afincado en Sevilla desde hace más de 30 años, cuenta lo que le pasó nada más aterrizar en España. Era 1985 cuando llegó a Madrid y se alojó en una pensión de la calle Fuencarral. "Había un problema en la habitación, cogí el teléfono y dije ¿por favor le puede pasar la voz al gafitero para que suba a arreglar el caño que está malogrado?. Me dijeron que no hablaban mi idioma, claro debí haber dicho si le podía dar parte al fontanero para que subiera a reparar el grifo que se había averiado". Iwasaki se sirve de esta anécdota para hablar del español como una lengua que nos es, a la vez, propia y ajena, la misma de España pero que no es igual a la de Latinoamérica.
A través de artículos, conferencias y de sus propias investigaciones Iwasaki nos habla del valor de las palabras perdidas, como ocurrió en los años 60 con el lenguaje del campo; de pasados comunes y diferencias etimológicas, como pasa con la palabra polla, en América Latina con el significado de quiniela hípica y en España como vulgarismo que define el órgano genital masculino; del maltrato a nuestro legado literario, véanse las diferencias en las celebraciones de los aniversarios de Shakespeare y Cervantes; o del papel que desempeñan las academias de la lengua, que en el caso de España no incluyó hasta hace unos años palabras propias del Flamenco.
Defiende el escritor peruano que la lengua es un elemento integrador de identidades, patrimonio de los hablantes y no de las academias, y de la necesidad de preservar sus distintas personalidades. "A veces se nos intenta llevar a un esperanto hispánico y eso es matar las distintas personalidades de la lengua española, colombiana, argentina, ecuatoriana, chilena, peruana. Además, se subestima al lector que es capaz de enfrentarse a esos chilenismos, ecuatorianismos, hondureñismos y leer correctamente una novela".
Sobre la importancia que adquiere una lengua, Iwasaki no cree que radique en el número de sus hablantes, y aquí es cuando entra en conversación la política a propósito del malestar de algunas academias de la lengua en América Latina por el plan del Gobierno de incluir la promoción del idioma en su programa de Marca España. "Comparto el sentimiento porque no creo que ser 500 millones de hispanohablantes sea un atributo de la Marca España. Si así se plantea por supuesto que va a herir sensibilidades".
Iwasaki se muestra convencido del empobrecimiento del lenguaje con las nuevas tecnologías. Almacenan millones de voces, asegura el escritor, pero nunca las infinitas combinaciones que puede hacer el poeta. Añade, Iwasaki que no cree que sea justo que una lengua desaparezca. Habla el escritor del antiguo dialecto de Hiroshima que hablaba su padre, una lengua feudal y extinguida, en la que trabaja ya para su próxima novela.