Quién toca el culo a Berlusconi
La frase se las trae. Es mucho más maliciosa de lo que parece a primera vista. La pronunció Silvio Berlusconi en plena campaña
Roma
La frase se las trae. Es mucho más maliciosa de lo que parece a primera vista. La pronunció Silvio Berlusconi en plena campaña electoral, rodeado de candidatos de su partido, todos hombres que arroparon al líder y rieron su salero, casi abrazado a un sonriente Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo. El verdadero candidato a primer ministro de la coalición con las derechistas Lega (exNord) y con Fratelli d'Italia (nostálgicos mussolinianos) es Tajani, no Berlusconi. Él solo es el portavoz, el director de la puesta en escena, como él mismo se ha definido, porque sigue inhabilitado por el monumental fraude fiscal por el que ya ha cumplido la pena.
No solo, también fue condenado por corrupción política en la compra de votos de parlamentarios para desencadenar la caída de su adversario Romano Prodi en el 2008. No solo. Aparece en numerosas sentencias vinculado a una banca siciliana disuelta por infiltración mafiosa, origen de una fortuna manchada de sangre y estupefacientes según su exsocio político Umberto Bossi. Y en la financiación de Cosa Nostra durante dos décadas. O en el soborno a magistrados para obtener laudos favorables. Por ello fueron condenados algunos de sus mejores colaboradores y abogados.
No solo. Tiene en curso todavía cuatro procesos judiciales: otro por corrupción política, dos por financiación ilegal de sus fiestas eróticas bunga-bunga y uno por pagos ilícitos a entidades de electores italianos en el mundo. De todo, según ha reconocido, se ocupa un equipo de 105 abogados. Acumula, además, numerosas actuaciones de dudosa legitimidad, desde el apoderamiento del antiguo monasterio de San Martino, hoy su casa en Arcore, a las obras en Villa Certosa, su residencia veraniega en la Costa Esmeralda, por citar algunas. Silvio Berlusconi sabe que si la justicia le abre un proceso él tiene un problema. Pero también que si le abren decenas y decenas de procedimientos judiciales quienes tienen un problema son la justicia y el estado italiano. ¿Quién le toca el culo?
Su tortuosa trayectoria de los últimos veinte años no habría sido posible sin rodearse de aduladores, serviles, pelotilleros, arribistas, sacacuartos y lameculos. A sus 81 años, la pregunta nada tiene que ver con sus posaderas. Es una renovada provocación, invitación o incitación a sus seguidores. Cierto, millones de italianos e italianas, unos buenazos, otros ingenuos, la mayoría desalentados, creyeron en la bondad de sus promesas, en su palabra dada y en la esperanza que su aparente felicidad retransmitida por televisión podía contagiarles. Y seguramente muchos lo siguen creyendo. Sin tocar el culo a nadie.