Ocio y cultura
Éric Vuillard

"Los poderosos nos exigen cumplir con rigidez unas normas que ellos se aplican con total flexibilidad"

Éric Vuillard es el autor de 'El Orden del Día'

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Madrid

Veinte días después del ascenso de Hitler a la Cancillería alemana y una semana antes de la quema del Reichstag, 24 hombres vestidos con sus respectivos sombreros de fieltro y gabanes y trajes de tres piezas y ajustadas corbatas se reunieron en el palacio del presidente del parlamento alemán para escuchar de boca de Goebbles y Hitler sus planes para hacerse con todo el poder. Estaban allí para escuchar y también  para entregar el dinero que financiase esa operación que, con la anexión de Austria, dió comienzo a la mayor masacre que haya vivido jamás el mundo. Los apellidos de esos empresarios son por todos conocidos porque están en los coches que conducimos y en algunas de sus baterías, en las escaleras mecánicas que nos elevan, en  algunos analgésicos que tomamos,en  los frigoríficos que abrimos y  en los rollos fotográficos que aún perviven en nuestras cámaras analógicas. El Orden del Día, la novela de Éric Vuillard publicada por Tusquets y que ha ganado el premio Goncourt, ofrece en 141 páginas impresionistas pero contundentes, brillantes y descomunales, el relato de las componendas, miserias, mentiras, miedos, cobardías, ridiculeces y desvergüenzas  de unas personas que, por sentirse superiores y querer mantener sus privilegios, llevaron la destrucción a Europa y, criminales todos, provocaron la muerte de millones de personas.

 ¿Por qué escribió esta novela?

Al principio, por la manera en que suceden las cosas. En primer lugar por las lecturas de muchos años que se van segmentado a lo largo de los años. Un día, veo algo, miro una película que me hacen tambalear el saber que he acumulado a lo largo del tiempo. Y esto se une al deseo de escribir.

Las averías de los tanques de las tropas alemanas el 12 de marzo de 1938, cuando se produce la anexión de Austria (el Anschluss), que se ve reflejado en las memorias de Churchill, me hace tambalear las ideas sobre esa primera “conquista” del ejército alemán. Cuando esos tanques avanzan, tienen algo de preocupante, pero ese elemento ridículo se nos desvela antes nuestros ojos. Ahí vemos, dentro de la tragedia, un elemento cómico.

 ¿Ha sido un libro fácil para usted?

Tardé mucho en escribirlo. ¡Siete años!. Me paré varias veces. Me llegué a averiar como los tanques. Poco a poco, la escritura me llevó a fijarme en la complacencia y la corrupción...una serie de temas que, por definición, se nos escapan porque están en todas partes y en ninguna. Es algo subjetivo. No hay archivos de la complacencia. Y así me di cuenta de que tenía que “operar” de otra manera. Por eso tardé tanto en escribirlo.

En su “novela” sólo aparecen hombres. Cobardes, vanidosos, brutales, desconsiderados. El retrato es triste y desolador sin esperanza posible en el ser humano.

Los que están en el poder son hombres, porque en realidad se trata de un patriarcado austero. Un buen representante de ello se puede ver en la fotografía de la portada del libro. Se trata de un empresario, un hombre prusiano, Gustav Krupp. Krupp en realidad es el apellido de su mujer Berta, que era la heredera del imperio industrial. El Kaiser consideraba totalmente indecente que ella, una aristócrata manejable, dirigiera una empresa de acero. Pero era necesario que la empresa llevara ese apellido. Y así, de manera excepcional, su marido se quedó con él. Las normas rígidas, por motivos económicos y razones del Poder, pueden ser objeto de todo tipo de arreglos. Los poderosos requieren cada vez más flexibilidad, lo que sucede también en la actualidad ya que nos exigen la aplicación de unas normas que ellos se aplican con total flexibilidad.

En sus páginas, usted llega a demorarse en la descripción de un menú o de una escalera. Y es incluso minucioso en las descripción de una habitación, de un paisaje….

Independientemente de lo que se pueda pensar de las descripciones, estas no son para nada elementos ornamentales. No son sólo elementos de la decoración, un fondo a la puesta de escena. Lo que nos ha enseñado la sociología más moderna es que somos las cosas que viven en torno a nosotros. Somos lo que compramos, lo que utilizamos en la medida que las cosas representan nuestro nivel de vida, pero también, los gustos de nuestra clase social. En realidad, es la expresión de algo totalmente colectivo. Basta ver nuestra propia sorpresa cuando vamos de ir a casa de otros. Vemos que las viviendas se parecen en su decoración, que la manera de vestir, de vivir de todos los días, se parece. En cierto modo, las cosas nos hablan. Pero podemos decir también que la apariencia de las cosas es una ilusión porque existe una violencia de esas cosas.

El libro describe en los dos primeros capítulos el palacio del presidente del Reichstag. Todos los edificios del pasado en las ciudades europeas donde vivimos definen una relación de dominio y de control porque esos edificios fueron construidos para impresionar al pueblo.

Usted describe el despacho de Hitler en el Berghof, su lugar de descanso, como un lugar casi ordinario, una habitación de “medio pelo”…

En general, el Poder y su expresión siempre es vulgar. Y eso que el Poder hace alarde y siempre trata de exhibir músculo. Hay algo irónico en la figura de Hitler. Estoy pensando en El dictador, la película de Chaplin. En el fondo, ambos se parecen de manera increíble. En sus gestos, en una ironía muy difícil de captar. Por ejemplo, en el saludo nazi que hace Chaplin con el brazo, que en el fondo era exactamente igual al que hacía el propio Hitler.

Un gesto que usted define, de manera demoledora, como femenino.

¡Totalmente!

Beethoven y su Apassionata. Los valses de Strauss. Las sinfonías de Bruchner. La música está dentro del libro.

Si porque, en primer lugar, Austria es la música. No sólo los nazis, también los autócratas tienen gustos musicales que aparecen en el libro. Por ejemplo en la entrevista de Hitler con Kurt Schuschnigg, Canciller de Austria, cuando se negocia los términos del acuerdo que desembocará en la anexión alemana de Austria. Hitler acusa a ese país de no haber aportado nada a la historia de Alemania. Y Schuschinigg, desesperado, menciona a Beethoven para ganarse el favor de Hitler quien le contesta que el compositor era alemán. El canciller le responde "si, pero austriaco de adopción". Hay un elemento cómico que demuestra hasta qué punto cuando se puede asistir a una reunión entre Hitler y otro dictador estamos muy lejos de la imagen sobria que ofrecen.

Por otro lado, Bruchner y Strauss pertenecen al gusto de esa autarquía lo que no quiere decir que su música fuera fascista. ¡No!

El libro es esencial, breve, sin florituras. ¿Le ha costado trabajo condensar su visión en 141 páginas?

Ha escrito versiones distintas, y cada una de ellas, más reducida que la anterior. He buscado algo que no existía. Dejaba el libro y lo volvía a coger una y otra vez. Hay que mantener un equilibrio que convenga a la situación de la vida cotidiana. A las personas. De repente un saber que pretende ser democrático debe presentarse de manera modesta y, por lo tanto, más breve.

Javier Torres

Javier Torres

Redactor de Política, trabaja en el Congreso y hace seguimiento de Vox. Anteriormente formó parte de...

 
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