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La desesperada y aplaudida carta de una madre a un padre que no hace nada en casa

"Te estoy contando cuanto te necesito y si sigo a este ritmo me voy a romper"

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Madrid

"Querido marido. Necesito. Más. Ayuda", así empieza la carta escrita por Celeste Erlach dirigida a su marido inoperante en casa, quien se pasa el día sin echar una mano en la crianza de su dos hijos y las labores del hogar. Esta mujer estadounidense de 35 años no pudo aguantar más y publicó esta carta en la página de Facebook 'Breastfeeding Mama Talk'. Este post no tardó en ser aplaudido, comentado y compartido en todas las redes sociales.

"Dear Husband, I. Need. More. Help. Last night was hard for you. I asked you to watch the baby so I could go to bed...

Posted by Breastfeeding Mama Talk on Saturday, March 17, 2018

En el escrito, Erlach explica cómo es un día a día junto a su marido y a sus dos pequeños, uno bebé. Lo hace con una acontecimiento que acabó colmando su paciencia ya que pidió a su pareja que vigilara al más pequeño mientras ella recuperaba horas de sueño: "Tú entraste en la habitación 20 minutos después, con el bebé aún llorando frenéticamente. Pusiste al bebé en la cuna y, con cuidado, empujaste la cuna más cerca de mi lado de la cama, un claro gesto de que habías terminado de vigilarle (...) Solo unas pocas horas de valioso sueño. ¿Es tanto pedir?".

"Te estoy contando cuanto te necesito y si sigo a este ritmo me voy a romper. Y eso te haría daño a ti, a los niños y a nuestra familia", avisa. Y es que Celeste, experta en marketing, acusó la falta de sueño. "Soy un humano, estoy funcionando con cinco horas de sueño y estoy cansadísima. Te necesito", escribió en esta misiva de auxilio.

La reacción

No obstante, esta madre norteamericana aseguró en otro texto que nunca llegó a enseñar esta carta a su marido ya que la escribió para desahogarse. Fue entonces cuando Erlach decidió hablar "cara a cara" con su compañero para arreglar todo lo que estaba sucediendo en casa, y a partir de entonces, su esposo se puso las pilas y empezó a realizar las mismas tareas de casa.

"Decidí publicar esta carta después de habernos acostumbrado a nuestra nueva rutina. Creo que ayudará a otras mujeres a ser sinceras. Espero que sirva como un catalizador para aquellas mujeres que están peleando, que se están rompiendo como me pasaba a mí", explicó.

Muchas mujeres se han sentido identificadas con el desahogo de Celeste Erlach pero han querido hacer hincapié en que la palabra "ayuda" usada en gran parte del texto no es la más correcta ya que el camino correcto es la igualdad. Las colaboración en el hogar y con los hijos es cosa de todos.

Querido marido

Querido marido, Necesito. Más. Ayuda. Anoche fue difícil para ti. Te pedí que vigilaras al bebé para que me pudiera ir pronto a la cama. El bebé estaba llorando. En realidad, estaba quejándose. Le podía escuchar desde la planta de arriba. Se me hizo un nudo en el estómago solo de escucharle, pensando si debía bajar y aliviarle o cerrar la puerta para conseguir las horas de sueño que necesitaba desesperadamente. Elegí lo segundo. Tú entraste en la habitación 20 minutos después, con el bebé aún llorando frenéticamente. Pusiste al bebé en la cuna y, con cuidado, empujaste la cuna más cerca de mi lado de la cama, un claro gesto de que habías terminado de vigilarle. Quise gritarte. Quise empezar una pelea épica en ese mismo momento. Llevaba vigilando al bebé y al niño todo el maldito día. Lo mínimo que podías hacer era cuidarle un par de horas por la tarde para que intentase dormir. Solo unas pocas horas de valioso sueño. ¿Es tanto pedir? Sé que los dos hemos visto a nuestros padres seguir los roles clásicos de madre y padre cuando crecimos. Nuestras madres eran las principales cuidadoras y nuestros padres estaban relativamente liberados. Eran padres excelentes, pero no se esperaba que pasaran tiempo cambiando pañales, alimentando y cuidando a los niños. Nuestras madres eran las supermujeres que mantenían la dinámica de la familia. Cocinando, limpiando y criando a los niños. Cualquier ayuda del padre era bienvenida, pero inesperada. Veo que estamos cayendo en esta dinámica familiar cada día más. Mi responsabilidad de alimentar a la familia, mantener la casa limpia y cuidar a los niños se da por hecha, incluso cuando llego de trabajar. Me culpo de la mayoría. He sentado el precedente de que puedo hacerlo y la verdad es que quiero hacerlo. No te ofendas, pero no estoy segura de que quiera saber qué pinta tendría una semana de cenas hechas por ti. También veo a mis amigas y otras madres haciéndolo, y haciéndolo muy bien. Sé que tú también lo ves. Si ellas lo consiguen y nuestras madres también, ¿por qué yo no? No lo sé. Quizá nuestros amigos están actuando en público y en realidad se pelean. Quizá nuestras madres sufrieron durante años en silencio y ahora, 30 años después, simplemente no recuerdan lo duro que era. O quizás, y esto es algo por lo que me reprendo a mí misma todos los días, no estoy cualificada para este trabajo como las demás. Y por mucho que me rebaje solo pensarlo, voy a decirlo: necesito más ayuda. Un parte de mí siente que pedirlo es un fracaso. Lo que quiero decir es que sí ayudas. Eres un padre impresionante y haces un trabajo genial con los niños. Y, además, esto me debería salir solo, ¿verdad? Instinto maternal, ¿no? Pero soy un humano, estoy funcionando con cinco horas de sueño y estoy cansadísima. Te necesito. Por las mañanas, necesito que prepares al mayor para que yo cuide del bebé, prepare comida para todos y tome una taza de café. Y no, preparar al mayor no significa colocarle delante de la televisión. Significa asegurarse de use el orinal, de que se tome el desayuno, comprobar si quiere agua y preparar su mochila para el colegio. Por la noche, necesito una hora para despresurizar en la cama sabiendo que el mayor está dormido en su habitación y tú estás cuidando al bebé. Sé que es difícil escuchar al bebé llorando. Créeme, lo sé. Pero si yo puedo vigilar y tranquilizar al bebé la mayor parte del día, tú puedes hacer una o dos horas por la noche. Por favor. Te necesito. Los fines de semana necesito más descansos, momentos en los que puedas salir de casa por mi cuenta y sentirme como un individuo. Aunque solo sea un paseo por el barrio o ir a hacer la compra. Y algunos días, cuando he organizado clases de natación y quedadas para que los niños jueguen y parece que tengo todo bajo control, necesito que me eches una mano. O proponerme que yo me tumbe mientras ellos se echan la siesta. O empezar a limpiar los platos sin que te lo tenga que pedir. Te necesito. Últimamente, necesito escuchar que agradeces todo lo que hago. Quiero saber que te das cuenta de que la colada está hecha y una cena deliciosa ha sido preparada. Quiero saber que valoras que dé el pecho a todas horas y que la extraiga mediante bombeo mientras trabajo, cuando sería más fácil para mí darles leche artificial. Espero que te des cuenta de que nunca te pido que te quedes en casa cuando tienes algún partido. Como madre, está asumido que debo estar en casa a todas horas y siempre disponible para cuidar a los niños mientras estás fuera. Y sé que alimento esa idea estando, bueno, pues en casa. Sé que no es como lo hicieron nuestros padres y odio pedirlo. Ojalá pudiera hacerlo todo y que parezca que no me cuesta ningún esfuerzo. Y ojalá no necesitase reconocimiento por hacer cosas que la mayoría de las personas piensan que debe hacer una madre. Pero estoy mostrando una bandera blanca y admitiendo que soy humana. Te estoy contando cuanto te necesito y si sigo a este ritmo me voy a romper. Y eso te haría daño a ti, a los niños y a nuestra familia. Porque, afrontémoslo, tú también me necesitas.

Íñigo Renedo

Íñigo Renedo

Redactor de deportes en la Cadena SER y forma parte del programa de música indie 'Fuego y Chinchetas'....

 
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