Mosul, entre la destrucción y la esperanza de una nueva era
Del famoso minarete inclinado de Mosul (al-Hadba), construido en el siglo XII, apenas queda la base cuadrada de ladrillo. En unas semanas se cumplirá un año desde que Daesh orquestara una de sus famosas escenas de destrucción de patrimonio y lo volara por los aires, junto con la mezquita de al Nuri. Pero aquello fue sólo el comienzo de una operación militar que ha convertido todo el centro de la segunda ciudad de Irak en una distopía de destrucción y muerte
Mosul
A unos metros de la base del minarete, Mohamed Abdul Razak lleva esforzadamente una carretilla con tres cascotes gigantes que acaba de sacar de su casa. La vivienda, a la que se accede por un patio, tiene el primer piso plegado sobre el bajo como si de un dominó se tratara. Claro indicio de que le pegó de lleno un bombardeo de la coalición contra Daesh. “Si, fue la primera noche de Ramadán –es decir en junio de 2017- y gracias a Dios no tengo casa pero seguimos vivos”. Este hombre, mayor, sordo y con discapacidad en sus piernas, nos explica que medio centenar de milicianos de Daesh tomaron posesión de la casa, y sólo el ataque aéreo les hizo huir.
Su vecindario, típica construcción en que edificios de diferentes épocas se solapaban orgánicamente entorno a callejuelas y patios, está destruido y prácticamente desierto. Un chico nos dice que hay apenas dos familias viviendo aquí. No hay agua corriente ni electricidad, por mencionar sólo dos de los signos de urbanización habituales de los que la zona carece. “Es increíble que la gente esté volviendo”, nos dice otro Mohamed, un veinteañero que nos responde con gusto en inglés. Recuerda que todavía salen cadáveres de bajo los escombros; de hecho retirar esos cascotes no es seguro en muchas zonas, por la cantidad de bombas trampa y de explosivos sin detonar que la batalla dejó.
Algunas manzanas enteras están verjadas, y varias ongs internacionales han llenado la zona de carteles con dibujos de objetos que la gente no debe tocar: explosivos imitando juguetes, granadas, munición de todo tipo… “No creo que haya ningún plan sobre qué hacer aquí”, nos dice el chico que apunta a un factor no tan cívico para explicar el ahínco con que la gente va volviendo poco a poco a la ciudad vieja: “La gente está volviendo porque no tiene otra opción. No tienen para pagar un alquiler en la zona moderno, viven al día para alimentar a sus familias. Así que tiene que volver a sus casas, arreglarlas y quedarse en ellas. No tienen otra”.
En las antiguas calles principales del Mosul antiguo hay un incesante tráfico de camiones con escombro, excavadoras gigantescas y transportes de todo tipo. Pero esa actividad no llega a la mayoría de rincones de esta medina milenaria, que espera un verdadero plan estatal. La campaña ha llegado a tiempo de colgar algunos carteles electorales por estas calles. Y sin embargo todo es un no rotundo cuando preguntas a los vecinos si algo de lo que han hecho lo han hecho con ayuda del gobierno. “No, del gobierno nada, aquí sólo me queda Dios, dice Abdulrazak”.
El profesor de la universidad de Mosul Fathi al Hayani recuerda que no es sólo un problema de que estos barrios sufrieran más durante la guerra, sino que eran de por sí barrios más pobres y desatendidos ya de antes. “Mi hijo ha perdido tres años de estudios y está en el instituto cuando tenía que estar en segundo de carrera”, dice el dueño de un pequeño negocio de bocadillos frente a la mezquita de al Nuri. Desde aquí veía llegar las comitivas de vehículos todoterreno de Daesh, e incluso dice que llegó a ver entrar un día a Abu Baker al Baghdadi, el líder de este grupo nihilista, que eligió el histórico edificio para sus arengas pesudoreligiosas.
“Tuvimos que ver de todo, sobretodo matanzas- nos dice-. Era algo miserable, aterrador. Esta mezquita era la sede del califa, así que veíamos venir un montón de gente de Irak, de otros países árabes, del resto del mundo… hicieron de este sitio un lugar simbólico para ellos y los tenía delante de mi”.
Se pregunta sobre cómo afectará a sus hijos todo lo que han visto. Pero sobretodo, habiendo visto cómo su país pasaba una nueva página de la violencia política de las últimas décadas, se pregunta adónde tendrán que marcharse sus hijos para salir adelante.
Mosul, entre la destrucción y la esperanza
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