La sandalia palestina que quiere pisar fuerte en el mundo
En el pequeño taller de la familia Zatari, en una callejuela de la ciudad palestina de Hebrón, huele a cuero y a pegamento. En un trabajo mecánico pero cuidado, una quincena de personas se afana en fabricar de principio a fin sandalias que se venderán después en Corea del Sur, Estados Unidos, Italia, Noruega y desde hace poco también en algunas tiendas de España
Cisjordania
En el pequeño taller de la familia Zatari, en una callejuela de la ciudad palestina de Hebrón, huele a cuero y a pegamento. En un trabajo mecánico pero cuidado, una quincena de personas se afana en fabricar de principio a fin sandalias que se venderán después en Corea del Sur, Estados Unidos, Italia, Noruega y desde hace poco también en algunas tiendas de España.
“100% trabajo manual y 100% producción palestina”, resume Mina Al Zatari, hija del fundador de Camel Sandals, que abrió un modesto negocio hace 50 años en esta ciudad del sur de Cisjordania. De principio a fin, la sandalia se fabrica con material palestino, lo cual convierte a este calzado en un producto raro y apreciado.
“Nada se importa. El cuero viene de los animales de mi familia y de otros proveedores, la suela la fabricamos aquí, los diseños también los hacemos nosotros”, explica Al Zatari.
Una media de 350 pares de sandalias de hombre y de mujer son fabricados diariamente en este taller. La mayoría se dedica a la exportación. Corea del Sur y Estados Unidos son sus principales mercados. Para llegar hasta ellos, los responsables de Camel Sandals deben atravesar un sinfín de obstáculos.
“Nadie se puede imaginar cuántos. Es muy difícil exportar desde Palestina. Tenemos dos gobiernos con los que tratar y pagamos tasas a Israel y a las autoridades palestinas. Queremos vender en el exterior y queremos crecer porque no podemos sobrevivir únicamente en el mercado local, pero es cada día más complicado”, explica.
La mercancía sale por Israel, vía los puertos de Ashod y Haifa o directamente en avión desde el aeropuerto de Tel Aviv, lo cual tampoco facilita la tarea de la familia Zatari. “Los documentos de exportación para sacar la mercancía por Israel son infinitos”, lamenta la responsable de la empresa.
“Además desde hace algunos meses tenemos problemas con Estados Unidos desde que Donald Trump llegó al poder. Las autoridades que controlan las importaciones creen que compramos nuestras sandalias en China y las revendemos después a Estados Unidos. Estoy presentando muchísima documentación para probar que son sandalias hechas en Hebrón, en Palestina”, afirma.
En la fábrica, un par de sandalias no supera los 15 euros, pero en una tienda de Estados Unidos puede llegar a 60 euros, debido a las tasas y complicados procesos de importación.
“A veces, Israel nos bloquea los contenedores durante días y días. Trabajamos con mucha incertidumbre y con miedo, porque este negocio da trabajo a mucha gente que lo necesita”, explica Zatari. En este momento, Camel Sandals da trabajo a 20 personas sin contar proveedores.