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Inmigración

Inmigración: Barcelona es más acogedora que Estocolmo, pero ofrece menos oportunidades económicas

Los conceptos de etnia y clase son fundamentales para comprender las formas de exclusión que afectan a los inmigrantes y las minorías étnicas en las sociedades europeas

(GETTY IMAGES )

Madrid

Los inmigrantes no blancos experimentan con frecuencia el racismo y la discriminación, pero se sienten más acogidos e incluidos en Barcelona, donde hay menos segregación urbana y más mezcla étnica en la vida cotidiana que en Estocolmo.

Esta es la conclusión principal de mi estudio sociológico sobre las percepciones de inclusión y oportunidades que tienen foráneos de diversos orígenes en estas dos ciudades. El estudio se basa en sesenta entrevistas hechas en profundidad con inmigrantes, todos con un alto nivel de estudios y demandantes de empleos cualificados, y veintiuna entrevistas realizadas a profesionales y activistas del entorno de la inmigración.

El racismo cotidiano

Los conceptos de etnia y clase son fundamentales para comprender las formas de exclusión que afectan a los inmigrantes y las minorías étnicas en las sociedades europeas, que no coinciden con una norma de europeidad estrechamente vinculada a tener la piel blanca. Los relatos de los inmigrantes entrevistados para el estudio reflejan cómo los estereotipos negativos afectan a su autoestima y sentido de pertenencia, así como a sus percepciones sobre las oportunidades que tienen para mejorar sus modos de vida.

Las experiencias comunes, como por ejemplo no conseguir los trabajos a los que se presentan a pesar de cumplir con los requisitos formales, reflejan cómo estas minorías están expuestas a una discriminación que perpetúa su desventaja socioeconómica. Tales experiencias pueden tener efectos devastadores para el sentido de identificación de los inmigrantes con la sociedad mayoritaria.

A estos inmigrantes e hijos de inmigrantes, a pesar de tener habilidades formales como títulos universitarios, se les niega el acceso a empleos, viviendas en áreas atractivas o, como reflejan muchas de las narrativas, el derecho percibido de identificarse como “sueco” o “catalán” sin ser cuestionados por la mayoría étnica. Con ello, no sólo se les priva de sus posibilidades de identificarse con la sociedad mayoritaria y sentir que pertenecen a ella. También, se les está negando la oportunidad de lograr una mayor movilidad social.

Esto a su vez refuerza la marginación socioeconómica racializada, que es una realidad en todos los países europeos. Sin embargo, el estudio también refleja las diferencias entre los contextos sociales: la mayor importancia de las barreras económicas en el caso español, y el papel central que desempeñan las actitudes negativas y las formas más sutiles de exclusión en el caso sueco.

Cómo influye el aspecto

Los relatos de los inmigrantes reflejan que su aspecto físico es básico para definir la forma en la que son tratados en varias situaciones que determinan sus posibilidades de integrarse. Por ejemplo, en el acceso a un empleo o una vivienda.

Los que eran identificados como muy diferentes en relación con la imagen estereotipada del país receptor se sentían sistemáticamente discriminados. Los africanos negros fueron los que más racismo directo sufrieron en ambas ciudades, a menudo a través de comentarios despectivos en lugares públicos.

En Estocolmo, muchos de los entrevistados expresaron su preocupación por el auge de la extrema derecha en la política sueca. Sentían que ahora se permite hacer comentarios racistas o criticar la inmigración en público más que en el pasado. Varios de ellos sentían más rechazo de sus vecinos, o sufrían con mayor frecuencia comentarios como “vete a tu país” proferidos por desconocidos en la calle.

En Barcelona, la principal preocupación no era el racismo, pese a ser una realidad diaria para la mayoría de los entrevistados no blancos. Mientras que en el caso sueco, el racismo y la discriminación parecían condicionar más la vida de los inmigrantes, el español refleja que la mayor preocupación es la precariedad económica.

Al cambiar la perspectiva, desde las experiencias negativas hacia lo que veían como más positivo en la vida en Barcelona y en Estocolmo, las diferencias se agrandan.

En Estocolmo, casi todos los entrevistados subrayaron las ventajas de la sociedad de bienestar y la relativa seguridad económica que ésta les ofrece como el motivo más decisivo para seguir viviendo allí, pese al racismo.

En Barcelona, en cambio, la gran mayoría de los inmigrantes expresaron estar contentos con vivir en una ciudad generalmente abierta y tolerante. Veían el racismo callejero como una suma de incidentes puntuales de personas incívicas. Sin embargo, sus relatos también reflejan el contraste entre la convivencia en los barrios. Frente a las frecuentes buenas relaciones entre vecinos de distintos orígenes, existe una discriminación más estructural e institucionalizada que dificulta el acceso de los inmigrantes al empleo (de calidad) o a la vivienda.

Si bien las desigualdades relacionadas con la raza y la clase definen estructuras de exclusión a nivel general, y hacen necesarias unas políticas más eficientes para combatir la discriminación y la exclusión socioeconómica, las ciudades y los vecindarios que se perciben como inclusivos pueden potencialmente contrarrestar los patrones destructivos de desapego y desintegración, proporcionando un sentido de pertenencia y formas alternativas de participación a nivel local.

Zenia Hellgren, Migration scholar, Universitat Pompeu Fabra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 
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