No hay que cambiar de huso horario, sino el uso horario
¿Dónde preferimos tener una hora más de sol en invierno, por la mañana o por la tarde? Esa es la cuestión
Cada vez que se cambia la hora no falta quien comenta que lo que habría que cambiar es el huso horario. Que si lleváramos el de Portugal viviríamos mejor. Que este lo puso Franco para congraciarse con Hitler, prueba definitiva de su malignidad. Pero, ¿es esto verdad?
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La verdad es que cambiar de huso horario es equivalente al cambio de hora. ¿Dónde preferimos tener una hora más de sol en invierno, por la mañana o por la tarde? Esa es la cuestión.
El movimiento de la Tierra alrededor del Sol hace que a lo largo del año cambie el conjunto de lugares en los que anochece a la vez (el “terminador”, que se dice cuando se observa desde fuera del planeta). En verano amanece a la vez en Pamplona, París y Copenhague (ver línea azul del gráfico). En invierno, para cuando amanece en Pamplona lo hizo antes en París y antes aún en Copenhague.
A lo largo del año, por tanto, cambian los países con los que tenemos sincronizada la hora. Es cierto que el punto medio lo da el meridiano (y por él se pasa dos veces al año, no como con los extremos). Por eso se tiende a que los husos horarios sean “verticales” (siguiendo los meridianos), pero la desincronía solar de buena parte del año es motivo suficiente como para preferir tener la misma hora que los países cercanos con los que se tiene más relación.
En resumen, cambiar de huso horario no cambiaría apenas nada. Habría que recordar cambiar de hora al ir a Francia en vez de al ir a Portugal, pero poco más.
Lo importante no es tanto el huso horario como el uso horario. En este país comemos muy tarde y cenamos aún más tarde. Dormimos poco, tenemos jornadas laborales extensas, partidas y poco flexibles. La forma de usar el tiempo a la que estamos acostumbrados genera muchísimos inconvenientes.
Joaquín Sevilla, Responsable de divulgación del conocimiento y profesor de Tec. Electrónica, Universidad Pública de Navarra
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.