Ocio y cultura

La Re-Sentida: "No somos punk, también nos absorbió el sistema"

Hablamos con Marco Layera, director de la compañía de teatro chilena La Re-Sentida, que abre este jueves el Festival de Otoño en Madrid con su montaje 'Tratando de hacer una obra que cambie el mundo'

Imagen de 'Tratando de hacer una obra que cambie el mundo'. Festival de Otoño

Madrid

En 2008, en Valparaíso, Chile, seis artistas crearon una compañía teatral que bautizaron como La Re-Sentida, con el fin de desmarcarse de las formas y discursos artísticos hegemónicos. De eso tan burgués que tantas veces impregna el teatro contemporáneo, aunque nos venda lo contrario. Y asumieron como filosofía "la desfachatez, la desacralización de tabúes y la reflexión desde la provocación, otorgando a la creación teatral una gran responsabilidad política".

Desde entonces, han estrenado cuatro obras, han estado en el Festival de Avignon y en la Schaubühne de Berlín invitados por Thomas Ostermeier, han celebrado sus diez años de vida con una retrospectiva a 4 euros la entrada, han provocado tantas ovaciones como deserciones en los patios de butacas y abren este jueves el Festival de Otoño con su montaje 'Tratando de hacer una obra que cambie el mundo'.

Dicen de ellos que son "los punks del teatro chileno". Su director, Marco Layera, dice que beben champagne después de los estrenos y que el sistema les ha absorbido también a ellos. Aunque hacen trampas. Hablamos con él en un parón de los ensayos en los Teatros del Canal de Madrid.

No somos punk

"Me carga, lo encuentro absurdo. Lo dijo un periodista y todos se agarran de eso. No tenemos nada de punk, lo que más tenemos es trabajo, lo que más hacemos es trabajar, muchas veces trabajar sin remuneración, y ser independientes. No nos da miedo autocriticarnos y criticar lo que no debería criticarse porque se supone establecido, o desvelar estos discursos que se tienen por progresistas porque en el fondo, bajo esos discursos hay un elitismo y un clasismo absolutos. La etiqueta de punk vende, aunque esta obra con la que venimos es la más simpática, pero pasan cosas muy bonitas con ella. Estuvimos 16 funciones en París y la gente lloraba de pie porque apela a una tradición de izquierdas y de ser actores, súper emotiva, eso de para qué estamos, pero desde la melancolía. Pero lo del punk, no, nosotros andamos con cervezas en la mano, no, no".

La Re-Sentida. Festival de Otoño

De cómo el sistema también se come el re-sentimiento

La Re-sentida estrenó su primera obra, Simulacro, en 2008, un retrato de Chile opuesto a esa imagen del país que proyectaban los fastos de su bicentenario. Un montaje fragmentado sobre "el paroxismo de nuestro folklore, el hijo de un detenido desparecido que no puede entrar en el Estadio Nacional, el actor que no tiene talento, un oso panda que tiene opinión, el actor que necesita ser subversivo", explican en su web.

"En nuestra primera obra, Simulacro, teníamos mucho resentimiento, mucha rabia, queríamos casi lograr la revolución, éramos muy chicos, muy ingenuos. Pero en vez de eso, ¿qué logramos? Logramos viajar, logramos ganar algo de dinero, logramos tomarnos unas copitas de champagne después de las funciones... Y ese espíritu corrosivo que queríamos, dónde quedó, qué pasó. Y nos dimos cuenta, como pasa en general con todas las obras artísticas, por más revolucionarias que sean, que el sistema lo higieniza, lo vende como nuevo y pierde todo su carácter subversivo. Y empezamos a reflexionar acerca de para qué sirve el teatro, por qué hacer teatro, si sirve o no sirve, si somos útiles, si es teatro político".


La Re-Sentida. Festival de Otoño

La izquierda, la desilusión y la autocrítica

Cuenta Layera que el teatro político en Chile tiene una larga tradición, pero cuando llegó la democracia a su país, "los directores de teatro no sabían de qué hablar porque ya se había ido el enemigo, no estaba la imagen Pinochet y se instaló un statu quo". Layera, que nació en 1977, reconoce que él vivió ese statu quo, "y mi generación no fue capaz de enfrentarse a aquella que recuperó la democracia y decirles: ustedes lo han hecho mal administrando el sistema que dejó la dictadura, y nos traicionaron; era muy duro cuestionar a esa generación porque también sufrió".

"Nosotros siempre somos críticos con la izquierda, esa izquierda que se oficializó, que nos hizo sentirnos traicionados. Y ahí nace esta obra, 'Tratando de hacer una obra que cambie el mundo', donde nos cuestionamos eso, generacionalmente, y a la vez el rol del teatro". El director de La Re-Sentida explica que se inspiraron en Los Justos, de Albert Camus, pero sustituyeron la célula terrorista por un grupo de 4 actores que se atrincheran en un búnker para crear esa gran obra que lo transforme todo. Hasta que en el mundo exterior llega al poder un gobierno de derechas que acaba con la pobreza y las injusticias sociales.

Layera reconoce que toda la premisa de la que parte la obra es ingenua, pero cuenta que en la escuela de teatro le enseñaron "que el arte estaba ligado con la orgánica social y que el arte podía transformar al individuo, yo creo en eso, pero aquí ponemos en tela de juicio lo que creemos. Se nos cayó la utopía, estamos satisfechos y cómodos, en un país que se privatizó y no nos pertenece, de ahí la contradicción. Hay una crítica hacia nuestro padres y al quehacer teatral, desde la ingenuidad y la exacerbación de la energía y con mucho juego".

Bolsonaro, Trump y un déjà vu

Al año siguiente de estrenar esta obra en Chile, llegó al poder el político conservador y empresario Sebastián Piñera. En marzo de este año, Piñera era investido de nuevo presidente del gobierno tras ganar las últimas elecciones presidenciales. A pesar de esta especie de déjà vu, Layera cree en 2010 y ahora "los temas son los mismos, no hemos avanzado, pero antes esos temas no estaban en la agenda social y ahora sí".

"Con la derecha uno no tiene diálogo porque tiene que ver con lo que toleramos o no, y yo hay cosas que no tolero y no hay diálogo porque no soy un político que deba llegar a acuerdos. Pero cuando nos miramos al espejo, el mundo intelectual, el artístico, es más complicado porque no nos queremos ver feos, nos sentimos salvadores y héroes. Así que es más difícil hacer una crítica a la izquierda porque nadie quiere hacerla, no queremos vernos mal en el espejo. Pero tenemos que refundar la izquierda, si no, veremos cómo siguen Bolsonaro o Trump, porque el proyecto de la izquierda oficialista ya fracasó y hay un cambio de paradigma importante que tiene que ver con la irrupción del feminismo y el género".

La Re-Sentida. Festival de Otoño

La subversión desde el teatro contemporáneo: chiste, lugar común o posibilidad real

"Nosotros ya fuimos absorbidos por el sistema, hacerme el marginal no tiene sentido. Nos ocurre a todos, y hay que entender que la gente que asiste como público al teatro contemporáneo es la elite de todos los países, esa elite que piensa y por eso tiene la necesidad de venir al teatro. En ese sentido, sin duda, nosotros estamos absorbidos, pero tenemos estrategias. Tenemos la posibilidad de girar y en nuestro presupuesto dejamos un gran porcentaje para poder hacer funciones en Chile a muy bajo precio. Tuvimos una retrospectiva de nuestros diez años y en un mes fueron a vernos siete mil personas, la mayoría de 20 a 25 años, porque nuestras entradas valían entre tres o cuatro euros. Viajar nos permite subvencionar estas cosas. Además (en la compañía) todos ganamos lo mismo, son estrategias que tenemos".

Si me dieran un euro cada vez que un creador dice que su obra plantea preguntas, sería millonaria

"... Entonces, nosotros planteamos muchas respuestas, pero todas se contradicen para dejarle al espectador esa obligación de reflexionar. Nuestros personajes no siempre nos representan a nosotros. Por ejemplo, en nuestra obra La dictadura de lo cool hablábamos de la misantropía, y para hacer un misántropo hoy en día había que ser duro. Y nos basamos mucho en el libro de la mexicana Avelina Lésper ‘El fraude del arte contemporáneo’, se la ha catalogado de reaccionaria, es muy dura. Yo, al leer eso, tengo dos posibilidades: sentirme ofendido como artista o interpelado a generar una reflexión. Y soy capaz de agarrar ese discurso y ponerlo en escena aunque no comulgue con eso porque eso me interpela. No tenemos miedo a pisarnos la cola, a exponernos y a autocriticarnos, una especie de autoflagelo, por decirlo así".

Cuando un espectador se va: triunfo o fracaso

"No es una sensación de placer porque no pretendo que la gente se vaya. Digo: okey. Nunca ha sido nuestro fin, pero cuando pasa, está bien, le habrá molestado, le habrá incomodado y en el fondo quizá no entendió la obra o no está de acuerdo. Hace poco se levantó un espectador muy importante en Chile y luego nos llamaron por teléfono casi retando, porque subvencionaba dinero parta el ministerio y se había sentido indignado porque lo habían interpelado en la obra, pero su mujer se subió al escenario, le pasamos un micrófono y se explayó muy bellamente y dijo que le parecía ordinario. No tengo que estar de acuerdo con el público, es bonito que se exprese cuando no aplauden o cuando silban a un personaje. Es maravilloso cuando la platea está viva. Me interesa que el público tenga un viaje emocional, que esté llorando o muerto de risa".

Jan Fabre y la fascinación por un puño

"He visto solo una obra de Jan Fabre, La orgía de la tolerancia, y me pareció interesante. Pero me interesa más Pina Bausch, la adoro, es una artista sublime y lo que hace es bellísimo".

Sobre Fabre, el famoso fisting entre dos actores de Mount Olympus (introducción de un puño en el ano) y si ahí también reside la subversión o no, Layera cree: "hay cosas que son gratuitas, sí me interesa que ese puño cuando está puesto de manera interesante no porque sí, pero si tiene un sentido lógico me parece interesante. Lo que sí me puede llegar a molestar es la reacción del público, cuando ovaciona de pie porque son extranjeros, porque tienen nombre... Si cualquier compañía de Chile hiciera lo de Fabre.... No sé si es culpa de Fabre o del público chileno".

Para qué sirve el teatro, para qué sirve el vuestro

"Uno siempre tiene muchas pretensiones. Sirve para hacer comunidad, para eso sirve el teatro, y eso se refrenda cuando te digo que nos van a ver siete mil jóvenes y después de la obra nos quedamos hablando. También sirve para ser una ventana que se escapa de los medios masivos, de sus relatos. El teatro es una trinchera, un escape de este monopolio que existe en la televisión, en el teatro más oficial. No hay mucho espacio de reflexión y el teatro todavía tiene la capacidad de hacer lo que quiera".


Proyectos futuros: Un millón de chilenos con el salario mínimo vota a la ultraderecha

"Nos encerramos en junio, y está duro porque en Chile vivimos una precariedad absoluta, nos tenemos que arrendar un galpón a las afueras de Santiago que nos vale 1500 euros al mes y lo tenemos que arreglar... Me parece interesante trabajar con gente que gana el sueldo mínimo en Chile y entender por qué esa gente vota a la ultraderecha. En Chile se les apunta con el dedo, se les llama fachos pobres, y no nos hemos puesto en su lugar. Si empezamos a entender eso, qué pasa con ese gran grupo de gente marginada que no están en estos espacios de burbuja tomándose una caña o una tapa, y que no visibilizamos porque no los muestran las redes sociales. Esa gente qué come, qué piensa, cómo vive… En Chile son un millón y están votando a la ultraderecha y algo hicimos mal. Quiénes, no sé, pero a mí no me gusta tratarlos como tontos o ignorantes porque es clasista y paternalista".

Layera matiza que no va a trabajar con actores, sino con personas que ganan ese sueldo mínimo. Y añade que con La Re-Sentida le gustaría también "aportar otras visiones del mundo, sumar a mi elenco a una niña o un niño de 12 años o alguien de 80 que está a punto de morir".

 
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