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Aprender música enseña a leer

Ambas actividades comparten una red superpuesta en el cerebro

La música siempre es mejor si se comparte. / Photofusion/UIG (GETTY IMAGES )

La música siempre es mejor si se comparte.

Madrid

La neurociencia ha encontrado una clara relación entre la música y la adquisición del lenguaje. Sin rodeos: aprender música en los primeros años de la escolarización puede ayudar a que los niños aprendan a leer.

Ambas actividades comparten una red superpuesta en el cerebro. Desde una perspectiva evolutiva, el cerebro humano desarrolló la adquisición de la música mucho antes que la del lenguaje y luego usó esa habilidad para crear y aprender el lenguaje.

Al nacer, los bebés entienden el lenguaje como si fuera música. Responden al ritmo y a la melodía del lenguaje antes de comprender qué significan las palabras.

Los bebés y los niños pequeños imitan el lenguaje que oyen usando esos elementos de ritmo y melodía. Por eso los niños comienzan hablando de un modo un tanto cantarín.

Los niños formados en música son mejores lectores

La base de la lectura es la expresión y para aprender a hablar, los niños tienen que ser capaces de distinguir la expresión de los demás sonidos. La música les ayuda a hacerlo.

Al fin y al cabo, leer es descubrir el significado de cada palabra. Se combinan una serie de destrezas para ayudarnos a descubrir esos significados, incluyendo la habilidad de distinguir entre los sonidos de las palabras y la fluidez de la lectura.

La fluidez incluye la habilidad de ajustar los patrones para acentuar y entonar una frase, como cuando mostramos enfado o alegría, y la capacidad de elegir una correcta entonación, como cuando hacemos una pregunta o una exclamación. Estas técnicas de aprendizaje auditivo altamente desarrolladas se optimizan con la formación musical.

Los niños formados en música también tienen mejor capacidad de comprensión lectora.

La música también nos da información sobre los problemas de los niños con la lectura. Varias investigaciones han determinado que los niños de tres y cuatro años que pueden mantener un ritmo musical constante, a los cinco años están mejor preparados a la hora de leer que aquellos que no seguían el ritmo.

Qué pueden hacer los padres y los profesores

El aprendizaje del lenguaje empieza en el momento en que se nace, cuando los padres hablan y cantan a los bebés. Estos crean un vínculo con sus padres y su comunidad mediante la voz. Así que cantarle a un bebé establece un vínculo y pone en marcha su red de aprendizaje auditivo.

Llevar a los niños cada semana a clases de música bien estructuradas y de alta calidad hará que desarrollen las destrezas musicales que se ha descubierto que son tan efectivas en el aprendizaje de la lectura. Es vital buscar clases que incluyan actividades de movimiento, de canto y que den respuesta tanto al sonido como al silencio. Deben usarse juguetes musicales e instrumentos de buena calidad.

El comienzo de la etapa preescolar es crucial para el desarrollo del lenguaje. Deben buscarse programas de aprendizaje musical igual de bien estructurados, diarios e impartidos por profesores cualificados. Las canciones, los ritmos y las actividades rítmicas que nuestros niños aprenden en preescolar y en las guarderías los preparan para leer.

Los programas musicales deberían desarrollar técnicas de manera consecutiva. Deben animar a los niños a trabajar para cantar afinado, a tocar instrumentos y a moverse de manera improvisada siguiendo la estructura de la música.

También deberíamos enseñar a los niños a leer las notas y los signos musicales cuando estudian música. Esto refuerza la conexión de los símbolos con el sonido, cosa que también es crucial al leer las palabras.

El aprendizaje activo es clave. Tener música alta de fondo no va a favor del desarrollo del lenguaje y, de hecho, puede dificultar la capacidad de distinguir la expresión de todos los demás sonidos.

Esto no significa que los niños necesiten silencio para aprender. De hecho, lo correcto sería lo contrario. Necesitan una variedad de entornos sonoros y la capacidad de elegir lo que el cerebro necesita en cuanto a la estimulación auditiva. Algunos estudiantes necesitan que haya ruido para concentrarse, otro necesitan silencio y cada preferencia viene determinada por el tipo de aprendizaje para el que han sido estimulados.

El entorno sonoro es algo más que el ruido que puede haber en una clase. Se centra en la calidad del sonido. Frenos que chirrían cada tres minutos, el aire acondicionado que hace ruido, música de fondo que les va bien a unos pero no a otros, golpes o choques irregulares. Todo eso tiene un impacto para el niño en su capacidad de lectura.

Los profesores pueden dejar que los alumnos se entusiasmen en sus clases y que hagan ruido de forma apropiada, pero deben tener unos cuantos auriculares apropiados en el aula para cuando los alumnos quieran alejarse del sonido.

Música para todos

Nuestra red de adquisición auditiva es el mejor sistema de recopilación de información de nuestro cerebro. La música puede potenciar los elementos biológicos del lenguaje. La música prepara a los niños para leer y los respalda a lo largo de su relación con la lectura.

Por desgracia, los alumnos menos aventajados son los que tienen menos probabilidad de tener una enseñanza musical en sus escuelas. Sin embargo, las investigaciones advierten que son los que más se benefician cuando estudian música.

A medida que buscamos nuevas formas para mejorar los métodos de lectura en niños pequeños, deberíamos centrarnos también en el aprendizaje musical en guarderías y escuelas de primaria.

Anita Collins, Adjunct assistant professor, University of Canberra y Misty Adoniou, Associate Professor in Language, Literacy and TESL, University of Canberra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 
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