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Siria

Refugiados sirios en la frontera: entre el sueño de volver y el miedo al futuro

Visita a los campos en el Sur de Turquía, donde viven 3.5 millones de refugiados por la guerra de Siria

Yailadagi es una pequeña ciudad turca, a cinco kilómetros de la frontera con Siria / Alvaro Zamarreño

Siria

Yailadagi es una pequeña ciudad turca, a cinco kilómetros de la frontera con Siria. De hecho, por el bosque se podría llegar dando un paseo. Con sol de invierno y todo verde por la abundante lluvia, el paisaje es de un esplendoroso monte mediterráneo. A las puertas del pueblo se abre un pequeño complejo de casas-contenedor. Es el campo de refugiados de Yibo. Tiene el dudoso honor de ser el primero abierto en 2011, cuando la gente empezó a huir de Siria por los ataques a manifestantes primero, y luego por la guerra abierta. Ahora, casi ocho años después de aquel abril en que se pusieron las primeras tiendas de campaña, Yibo se parece cada día más a un barrio de la ciudad. Pero un barrio cuyas puertas cierran de once de la noche a ocho de la mañana. Recuerdo de que, por mucho que las condiciones materiales sean mejores, quienes viven dentro siguen siendo refugiados de Siria.

En este campo viven 4.300 refugiados, casi todos de la minoría turcómana. Son una pequeña parte de los más de tres millones y medio de sirios que viven en Turquía a causa de la guerra en su país. En la provincia de Hatay, donde se encuentra Yailadagi, son casi medio millón. Y hay zonas en que han pasado a ser mayoría, como Reyhanli, donde por 90.000 habitantes turcos ahora hay más de 120.000 sirios. Gestionar eso no es fácil. Muchas familias llevan casi ocho años aquí -otras muchas se han ido a Estambul o a otros países de Europa- y no pueden sobrevivir únicamente de las ayudas. "Trabajo", dice insistentemente una mujer cuando le preguntamos por el principal problema que tienen como refugiados. "No hay trabajo para muchos jóvenes" añade. Jaled, que en Siria era conductor de camiones, trabaja de temporero en el campo. Ahora en la campaña de cítricos. Mañana, no sabe: "si hay trabajo, pues trabajo; y si no lo hay, me tendré que quedar aqui", indica señalando el salón-cocina del contenedor en que vive con su mujer y cinco niños.

Álvaro Zamarreño

Hace año y medio esta familia nos recibió en el mismo lugar. "En el último año las cosas han ido a mejor", dice Jaled, porque han podido pedir la nacionalidad turca y además trabaja. "Estoy feliz porque ahora puedo mantener a mi familia". Como casi todas las familias aquí, la de Jaled no tiene muy claro qué será de su futuro. Pero cuando tengan en su mano los papeles de la nacionalidad, cree que intentarán irse a otra zona de Turquía, o más allá si hace falta. Y eso que su mujer dice que no se ve viviendo en otro país. Aquí tiene a unos pocos kilómetros su casa. Psicológicamente pesa esa cercanía. El director del campo, reconoce que algunos refugiados hacen escapadas a sus pueblos para ver que los campos y las casas están en orden. Pero aquí ninguno parece plantearse volver próximamente a Siria, a pesar de los mensajes del gobierno turco de que muchos lo están haciendo, o del régimen de Al Assad de que quienes vuelvan serán bienvenidos.

Álvaro Zamarreño

Munira es profesora en la biblioteca del campo. Antes de la guerra estudiaba matemáticas en la Universidad; lo tuvo que dejar para huir del país. Ella es de la zona de Latakkia, en la costa, muy cerca de este campo. Y menciona varias veces una palabra: miedo. "El miedo es el principal motivo para no volver". El miedo por la falta de seguridad y en su caso el miedo al régimen del que huyeron. Otros refugiados mencionan también el control por parte de otros grupos, o lo que perciben como descontrol en sus zonas, a manos de diferentes milicias. Respecto a su futuro en el país que les hospeda, Munira añade a la falta de trabajo los problemas para conseguir una residencia permamente. La dirección del campo habla de un ritmo de 15 concesiones de nacionalidad por mes.

Mehmet Guzel, diputado del opositor CHP por la circunscripción de Hatay, habla de 50 000 nacionalidades concedidas a refugiados sirios. Es crítico con la política de Erdogan respecto a los refugiados, e incluso coquetea en conversación con un grupo de periodistas españoles con que en algunos pueblos pueden llegar a decidir quién gana las elecciones porque sean mayoría. Sin embargo defiende la implicación de tropas turcas en las dos operaciones emprendidas por Erdogan al otro lado de la frontera: al Este del Éufrates para cortar el avance de las milicias kurdas, y en la zona de Idlib para asegurar el acuerdo alcanzado con Rusia el pasado septiembre. En todo lo demás discrepa respecto al gobierno. Cree que Hatay está sufriendo mucho económica y socialmente por el conflicto sirio y por la presencia de los refugiados. Pero no sabe qué responder a la pregunta de qué pasará si al Assad sigue enel poder y los sirios que huyeron no quieren volver bajo su mando.

 
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