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Francia

Macron sube el salario mínimo un 6% y baja impuestos a los pensionistas para calmar las protestas

El presidente admite "haber herido" a algunos franceses con sus palabras a los franceses

Macron anuncia una subida de 100 euros del salario mínimos para aplacar las protestas de los 'chalecos amarillos'

París

El Salario Mínimo Interprofesional aumentará en enero en cien euros sobre los actuales "sin que cuesten un céntimo al empleador", ha dicho Macron al enumerar una serie de medidas claves para aumentar el poder adquisitivo de los franceses, la principal reivindicación de los “chalecos amarillos”. Se trata de un alza del 6%, el más alto en décadas, dicen los expertos. Se reducirán también los impuestos a las pensiones inferiores a 2.000 euros y las horas extras se exonerarán de impuestos.

Además, para que la mejora del poder de compra sea inmediato, ha pedido a “todos los empresarios y empleadores que puedan" que versen a sus trabajadores una paga extra de fin de año, que también quedará exonerada de tasas.

En la muy esperada alocución del presidente de Francia para calmar la rabia y las protestas de los “chalecos amarillos” que duran ya cuatro semanas, Emmanuel Macron se ha centrado en medidas económicas, pero también ha hecho un mea culpa sobre su manera de comunicar.

La anulación para las pensiones entre 1.200 y 2000 euros (las más bajas ya estaban fuera) de la subida de la Contribución Social Generalizada (CSG), un impuesto proporcional sobre los ingresos profesionales o de capital que financia la Seguridad Social, era una de las demandas de los sindicatos que junto a las patronales mantuvieron una reunión de cuatro horas en el Elíseo.

Ha indicado que decreta un "estado de emergencia económico y social" que llevará a debatir con las fuerzas políticas “y con todos vosotros” (refiriéndose a los chalecos amarillos) todas las políticas económicas y fiscales, sin renunciar al objetivo de la legislatura, reformar Francia en profundidad. Por eso se ha negado a reintroducir el impuesto sobre la fortuna, que el reformó dejándolo en un impuesto sobre el patrimonio inmobiliario. Ha explicado que el objetivo sigue siendo que las grandes fortunas hagan inversiones productivas en Francia.

Tan importante como el fondo, debía ser la forma y por eso el presidente ha hecho su mea culpa al reconocer que "ha herido a algunos" en el pasado. Ha dicho entender “la cólera”, el descontento, por la acumulación de agravios durante mucho tiempo del centralismo parisino, entre otros. Pero ha condenado la violencia de las protestas sin ambages. “Ninguna cólera justifica atacar a un policía, que se degrade un comercio o los edificios públicos…cuando la violencia se desencadena, nuestra libertad cesa”. Ninguna violencia tendrá nuestra indulgencia, ha señalado también.

Por último el jefe del Estado francés se ha referido al déficit democrático y a la necesidad de “construir un nuevo contrato nacional” con todas las fuerzas del país para debatir la política económica, la justicia fiscal y a cómo combatir el cambio climático. Ha mencionado el voto en blanco, una de las reivindicaciones de los que se manifiesta.

Algunos chalecos amarillos que se han pronunciado en los platós de televisión, no necesariamente representativos de la mayoría, consideran que las medidas anunciadas servirán para “echar el freno” a las manifestaciones, pero otros siguen muy enfadados.

 
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