Michelle Bolsonaro, primera dama brasileña, sorprende al mundo
Michelle Bolsonaro, la flamante primera dama brasileña de 38 años, ha dejado claro desde el primer día del mandato presidencial de su marido, el ultraconservador Jair Bolsonaro, que no asumirá un mero papel secundario de consorte
Rio de Janeiro
Mucho especularon los comentaristas políticos brasileños sobre algunos detalles de la ceremonia de toma de posesión del nuevo presidente: si se desplazaría en un vehículo abierto o cerrado, o si el programa incluiría algún acto ecuménico en la Catedral Metropolitana de Brasilia… Sin embargo, nadie imaginó que se produciría un hecho mucho más significativo: en un gesto inédito en la historia de Brasil y completamente fuera del protocolo establecido por el Palacio de Planalto, Michelle Bolsonaro se dirigió a la nación brasileña antes que su marido. Lo hizo en el lenguaje de signos para sordos (denominado en Brasil “libras”), apoyada por una intérprete que hacía la traducción al portugués. La inusitada intervención desató inmediatamente el interés y la curiosidad de millones hacia una mujer que hasta el primer día de 2019 había optado por mantenerse a la sombra del marido. Pero, ¿quién es la nueva primera dama de Brasil?
Hija de un conductor de autobús jubilado y de una ama de casa, Michelle Bolsonaro (Ceilândia, Distrito federal, 1980) creció en una familia humilde de cinco hermanos y en un hogar desprovisto de comodidades. Estudió en colegios públicos y comenzó su vida profesional en un supermercado. Posteriormente trabajó en la industria alimentaria. Reservada, amable y educada, según la han descrito a medios brasileños amigos y familiares, en 2004 Michelle desembarcó en el Congreso Nacional de Brasilia para trabajar como asistente de un diputado.
Por aquel entonces Jair Bolsonaro ya era un parlamentario estridente y polémico de la vieja guardia del Congreso que, con frecuencia, saltaba al candelero por sus discursos inflamados y nostálgicos de la dictadura militar brasileña. Sin embargo, nadie podía imaginar que algún día aquel diputado iracundo y a menudo grotesco llegaría a subir la rampa del Palacio Presidencial de Planalto.
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En 2006, Michelle conoció a Bolsonaro en los pasillos del Congreso y al poco tiempo fue contratada para trabajar en su gabinete. No tardaron mucho en iniciar la relación sentimental que culminó en una boda civil. En 2008, el Tribunal Supremo prohibió la contratación de familiares por parte de diputados y funcionarios de las instituciones y organismos públicos brasileños, lo que forzó a Bolsonaro a despedir a la que ya era su pareja.
Desde entonces, Michelle Bolsonaro mantuvo un perfil discreto como esposa del militar en la reserva. Los últimos años de su vida han transcurrido entre las labores domésticas, la ayuda a colectivos carentes por medio de una iglesia evangélica y la colaboración con organizaciones de deficientes auditivos. “Me aproximé a los sordos ya que tengo un tío que también tiene esa deficiencia. Siento mucho amor por este colectivo. Quiero hacer lo máximo por ellos”. De ahí que la primera dama se maneje con soltura en el lenguaje de señas y que su discurso a la nación, que antecedió al de su marido y por ello llamó la atención de los analistas políticos, estuviese dedicado a los deficientes auditivos.
Durante la reciente campaña electoral del Bolsonaro (con quien se lleva 25 años) Michelle también se mantuvo en un segundo plano, siempre esquiva con la prensa y lejos de las cámaras. Incluso en los días que sucedieron al atentado en el que su marido casi pierde la vida, fueron los hijos de Bolsonaro los que dieron la cara ante los medios de comunicación en nombre de la familia. Ella permaneció en silencio.
Con su aire natural y ausente de ostentación, la primera dama es devota de la Iglesia Evangélica desde adolescente. A ella se le atribuye que Bolsonaro haya abrazado la misma confesión en los últimos años. En su entorno, dicen que es ella quien lleva la batuta en el núcleo familiar y que esto no cambiará tras su desembarco en la residencia presidencial.