Ocio y cultura

Natalia Menéndez: "En la Cultura no nos comprometemos públicamente porque nos han castigado mucho"

La directora estrena en el Centro Dramático Nacional 'Tres sombreros de copa', de Miguel Mihura, un texto que le dio gran popularidad a su padre, Juanjo Menéndez, y que gira sobre la idea de compromiso

Natalia Menéndez / Imagen de archivo

Miguel Mihura tenía 27 años cuando escribió Tres sombreros de copa, la historia de Dionisio, ese tipo que se tumba en su cama, con su sombrero de copa puesto, la noche previa a su boda y su vida, de pronto, "se convierte en un circo absurdo".  Fue la primera obra de teatro que escribió Miguel Mihura, aunque no se estrenó hasta veinte años después. Considerada una obra maestra del teatro humorístico y del absurdo, fue también la obra, tras su paso por el teatro universitario, que le dio fama y popularidad al actor Juanjo Menéndez, que tenía 23 años cuando se subió al escenario del Teatro Español para interpretar a Dionisio a las órdenes de Gustavo Pérez Puig. Más de sesenta años después, su hija, la directora Natalia Menéndez la lleva a escena en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional. Fue ella quien se lo propuso a su director, Ernesto Caballero.

¿Por qué propuso al CDN montar ahora Tres sombreros de copa?

"Por tres razones, como los tres sombreros. La primera, porque hacía mucho tiempo que no se hacía este clásico del siglo XX, que a mí me parece uno de los más grandes; la segunda, porque me apetecía hacer un guiño a mi padre y yo no soy de hacer públicas estas cosas, pero me dio; y la tercera, porque siempre que leí esta obra la pensé de una manera que no había visto en los escenarios".

¿De qué manera?

"Viendo la edad en que Mihura escribe esta obra, con 27 años, la misma que Dionisio, y le pasa algo muy similar a lo que le sucede a su protagonista".

Explica la directora que "Mihura tienen una novia gallega, de La Toja, pero le llaman como director artístico de una compañía de music hall y se incorpora, se enamora de una bailarina cántabra y se destroza la pierna intentando hacer acrobacias con una bicicleta. Tiene que volver a Madrid y su novia le deja... Y ahí, en ese aburrimiento de estar tres meses postrado en una cama, empieza a escribir Tres sombreros de copa. Mihura toma distancia con su vida y renueva la comedia española y mundial sin darse cuenta, aunque tiene la mala suerte de que los productores no le entiendan".

Menéndez dice no firmar una versión del texto de Mihura porque ha hecho "una adaptación mínima", acortando algunos fragmentos y variando algún monólogo. Su lectura del texto es la de "un sueño, un sueño inverosímil" en el que Mihura "nos sitúa en los minutos o las horas previas antes de tomar una decisión".

Natalia explica que la obra gira en torno a la idea de compromiso, acompañada, como toda decisión, de la renuncia: "Es absolutamente actual tener miedo al compromiso, creo que la mayoría de las personas hemos pasado por un miedo atroz al compromiso, y en el 2019 y en el 2053 esto seguirá siendo vigente (...) Se trata de que tú decides y que, cuando lo haces, renuncias, y ello provoca siempre muchísima tristeza porque la libertad no es exclusivamente algo fantástico y maravilloso, sino que es una cosa durísima que te hace llorar y que puede dejarte con una sensación de desazón, la libertad es muy dura".

¿Se ha enfrentado a un momento de decisión y renuncia como el que vive el personaje de Mihura?

"Con el amor, en muchas ocasiones, soy una persona muy enamoradiza. Con el trabajo, unas cuantas. Me han ofrecido gestiones que no he querido hacer porque he querido dirigir, he querido algo más frágil, más difícil, más complicado, con lo que no se puede comer pero que me alimenta mucho más".

Sin embargo, Natalia no descarta volver a la gestión, aunque desde que dejó la dirección del Festival de Almagro no ha parado de dirigir: "Cuando dejé el Festival de Almagro, hice una apuesta por la dirección, salir un poco quizá para luego volver y a lo mejor vuelvo, pero yo no sigo una línea recta, como ya has visto".

Siguiendo con el asunto del compromiso, ¿por qué en el mundo de la cultura sigue habiendo tanto miedo a hacerlo público?

"Porque el compromiso ha venido muy de la mano de la manipulación y para mucha gente, comprometerse, cuando te han manipulado, por ejemplo en el terreno de lo político, evidentemente tienes un compromiso, pero te lo tomas desde un lugar mucho más personal. Nos han zumbado con el IVA por habernos comprometido con cuestiones políticas o sociales y, claro, si te van a castigar cada vez que digas algo que te toque profundamente, ahora lo dices, pero no de manera tan visible. Yo voy a las manifestaciones, pero sin estar en grupos (...) Nos han castigado mucho, te ponen en una lista y hay gente a la que le da igual, pero otros tenemos que comer, yo tengo que llenar la nevera. Nos han zumbado mucho, nos han dicho: no, tú no vas a comer de este pastel porque te comprometiste con otros".

¿Qué trabajos ha perdido por haberse comprometido públicamente?

"No puedo decirlos... No puedo decirlos".

Su padre, Juanjo Menéndez, estrenó Tres sombreros de copa en 1952, con la dirección de Gustavo Pérez Puig, con Fernando Guillén y Agustín González, un montaje clave en su carrera como actor. Pero Natalia cuenta que en su puesta en escena no hay una mirada nostálgica: "Yo de pequeña jugaba con un sombrero de copa porque mi padre guardaba algunos enseres con los que había trabajado, pero yo no era muy consciente, estaba en un baúl y mi hermana y yo nos disfrazábamos. El sombrero de copa ha estado en mi vida sin darme cuenta del todo, y es un peso emocional no demasiado elevado, probablemente los demás le den más importancia que yo. Mi padre ha estado en toda mi vida y yo no he hablado mucho de él y me apetecía hacer esto con otra madurez". Explica Natalia que su padre estrenó no solo este, sino varios textos de Mihura y que ella se crio en un entorno en el que el humor tenía una gran presencia, "conocí a Tono o Mingote, La Codorniz era habitual en mi casa".

¿Por qué no ha hablado demasiado de su padre?

"Porque para mí era mi padre, no era una figura pública, he aprendido mucho con él y de él, pero para mí era mi padre, no el actor. Soy muy introvertida y no me gustaba hablar porque me parecía que todo se manoseaba mucho, fuimos muy discretos con su Alzheimer, con su enfermedad, que fue muy larga y yo necesité después un tiempo de silencio para mí".

Menéndez también ha guardado silencio en los últimos tiempos acerca de los concursos públicos que renovaron las direcciones del Centro Dramático Nacional o de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, cuando muchos dieron por hecho que se presentaría a alguno de ellos: "No me he presentado a ningún concurso público porque desde aquí digo que no creo en ellos, no estoy de acuerdo tal como se están planteando, así no me voy a presentar. No tengo ningún interés en presentarme a un concurso público para que luego todo salga a la luz, sobre todo los trapos sucios, la gente queda muy desnuda, a la gente que se ha presentado y no ha sido elegida se les trata mal y luego se ponen a parir entre ellos, me parece que hace falta un poquito más de educación, de respeto y, sobre todo, de profesionalidad".

¿Por qué somos tan cainitas?

"Porque es muy difícil vivir de esto y hay gente con mucha necesidad y otra gente con mucha ambición, que es otro tipo de necesidad, y porque no todo el mundo ha sido educado de la misma manera, y porque hace falta humor y a mucha gente le hace falta humor en la vida para elevarse un poquito".

¿Qué le parece la elección de Lluís Homar para dirigir el Clásico, cuyo proyecto no se ajusta a las bases definidas por el Inaem, que requerían conocimiento del teatro del Siglo de Oro español?

"Lluís Homar es un gran profesional que ha pasado por la gestión, como actor, como director. No es un cualquiera. Mucha gente que ha entrado en el Clásico no había tocado el verso prácticamente. Yo, de lo de las bases, me río. En un concurso de arquitectura quizá se defiende mejor porque hay algo más de matemática, pero aquí me parece que Lluís puede hacer una grandísima labor que va a dar otro punto de vista, dejémosle hacer. Si se ha presentado es porque le apetece y si a Lluís Homar le apetece esto, qué alegría. A veces se mete la pata por nervios en una rueda de prensa, bueno, qué bien que lo hizo tan pronto y le dé tiempo a madurar". Natalia añade que "realmente, para una gestión, no sé si hace falta demasiado saber de teatro clásico, se puede aprender y además, le va a dar otro interés porque Cataluña, hasta hace muy poco, no ha mirado a los clásicos".

 
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